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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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El tortuoso camino de la derecha hacia un centro que no llega a alcanzar

El Partido Popular deberá reiniciar su particular marcha de Sísifo hacia la moderación. Hay pocas noticias de ello

Alberto Núñez Feijóo
Joaquín Estefanía

Leer la encíclica Rerum Novarum (León XIII, 1891) tiene mucha miga. Lenguaje pesado, contenidos superados. Ahora ha sido preciso hacerlo porque ella es el tronco de lo que se ha denominado doctrina social de la Iglesia católica, una especie de tercera vía entre el capitalismo y el socialismo en una etapa de revoluciones y cambios, y de la primera fase de la globalización. Hoy, el nuevo pontífice (León XIV) ha adoptado el nombre del autor de aquel documento, en una coyuntura en la que la Iglesia trata de recuperar parte de la influencia perdida, aprovechando la multiplicación mediática de la elección del sucesor del papa Francisco. La operación ha sido extraordinaria.

Lenguaje pesado y contenido superado. ¿Contenido superado? No lo creerán así Steve Bannon y la alt-right que hoy domina la Casa Blanca, el verdadero centro de poder. Ellos denominaron las ideas del nuevo papa, apenas esbozadas, como woke y marxistas”. ¿Qué defiende la encíclica en cuestión, escrita en respuesta a los cambios sociales provocados fundamentalmente por la revolución industrial? Uno, que los trabajadores tienen derecho a un salario digno (allí se dice “justo”) y a formar sindicatos para obtenerlo; dos, que no se puede abolir la propiedad privada, que es un derecho natural; está en contra de la propiedad pública de los medios de producción; tres, que el Estado debe intervenir para corregir los errores del mercado y proteger a los más débiles; y cuatro, que ha de encontrarse una “cooperación armoniosa” entre el capital y el trabajo. Por supuesto no hay en la encíclica referencia alguna a los derechos de los colectivos LGTBI+, ni a la emergencia climática, ni referencias a las nuevas tecnologías que desembocan en la inteligencia artificial.

Además, la doctrina social de la Iglesia inspira a una de las fuerzas capitales de la derecha tradicional, la democristiana, aquella que logró llegar a un pacto social con sus oponentes ideológicos, los socialistas, que dio lugar a la Europa unida y a la mejor utopía factible de la humanidad, el Estado de bienestar.

El Partido Popular (PP) celebrará un congreso extraordinario en el mes de julio en el que, entre otros aspectos, ha anunciado que presentará una ponencia ideológica para definir qué es la formación política al finalizar el primer cuarto del siglo XXI, con nuevos competidores. Lo lógico es que ya no sirva esa antigualla utilitarista de calificarse como un partido de “centro reformista” que se inventó Aznar para dar cabida a todas las familias de la derecha española: de la más extrema a los liberales, democristianos, conservadores, neoconservadores, anarcocapitalistas, libertarios, etcétera. Fue un paraguas que funcionó, pero que en estos tiempos de transformaciones tan profundas se queda muy corto. Aunque siempre habrá que contar con esa característica de Núñez Feijóo (cuya figura no está en disputa ahora como presidente) de la indefinición como estrategia, heredada de Mariano Rajoy.

Cada una de las familias ideológicas de la derecha se convertirá en un vector tirando en dirección diferente para establecer cuál de los contenidos es el hegemónico, aunque todos convivan dentro del partido. Y sobre todo habrán de resolver si se parecen más a sus socios alemanes que a los nórdicos en su relación con una extrema derecha xenófoba, de relaciones privilegiadas con el trumpismo, y a la que le percute que se la califique en muchos casos como “fascista”.

Si se toman en serio esa ponencia ideológica (será un dato conocer a quién se la encargan), los peperos iniciarán una vez más, en 40 años, la marcha de Sísifo, que empuñaba perpetuamente un peñasco gigante montaña arriba hasta la cima, solo para que volviera a caer rodando hasta el valle, de donde lo recogía y lo empujaba nuevamente hasta la cumbre. Y así una y otra vez. Se supone que la cumbre, en este caso, es una derecha moderna que deja la casquería y hace una oposición seria, hasta llegar al poder.

Alfonso Guerra, cuando todavía se dedicaba a debelar a la derecha, declaró una vez: “Deben de venir de muy lejos pues llevan 40 años buscando el centro”.

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