Trump no pretende matar el legado de Biden sino el de Roosevelt, mucho más profundo
Algunas medidas trumpianas serán difíciles de revertir cuando gobierne un presidente sensato


Se lo ve rozagante en el escenario de su mitin de Detroit con el que celebra sus primeros 100 días de Gobierno. No parece que tenga 78 años. Amenaza, insulta, miente, baila, se publicita a sí mismo, consiente que el público coree el latiguillo inconstitucional de “¡tercer mandato, tercer mandato!”. Trump exhibe una dinámica muy alejada de la que utilizaría cualquiera de sus antecesores en la Casa Blanca, menos todavía el anterior, Joe Biden, al que califica como “Joe, el soñoliento”. No se mueve tanto como Mick Jagger (81 años), pero casi.
Lo que ocurre allí es fiel reflejo de lo sucedido desde el 20 de enero pasado. El concepto de “primeros 100 días de mandato” empezó a utilizarse por el presidente demócrata Franklin Delano Roosevelt. Fue precisamente este quien obtuvo cuatro mandatos seguidos de presidente de EE UU (aunque no terminó el último porque murió antes), en un momento muy excepcional: cuando EE UU batallaba en la Segunda Guerra Mundial y aún no lo prohibía la Constitución. Lo de los 100 primeros días es porque resultaba urgente actuar: el país estaba inmerso en la mayor crisis del capitalismo en tiempos de paz, la Gran Depresión, y trataba de proteger a los millones de americanos afectados por la pobreza, el paro, la vulnerabilidad, y sin sistemas de protección para sus vidas y sus ahorros. Así es como comenzó a gobernar Roosevelt, con una agregación de decretos, medidas ejecutivas, intervenciones a veces incompatibles entre sí, etcétera, que confluyeron poco a poco en el New Deal (Nuevo Trato), una política que rompía con la anterior de laissez faire, y que había llevado a la ruina al país. Fue una actividad frenética, muchos de cuyos procedimientos han durado hasta hoy a pesar de los esfuerzos de los Reagan, Bush… de acabar con ellos.
Trump está llevando a cabo una actividad frenética, muchas veces incoherente, de ida y vuelta, en sentido contrario a la de Roosevelt. Esta vez no hay New Deal sino Proyecto 2025, una especie de vuelta atrás a los años veinte, con la menor presencia posible del Estado, desregulaciones y el merodeamiento a su alrededor de una plutocracia que ya no es la de los Rockefeller, Carnegie, Vanderbilt o Mellon, magnates del petróleo, las finanzas, la siderurgia o los ferrocarriles, sino la casta proveniente de Silicon Valley que va poniendo el proteccionismo a su servicio. En realidad, lo que pretende Trump no es acabar con el legado de Biden sino de Roosevelt, el más importante presidente americano del siglo XX.
Estas transformaciones nunca son gratuitas. Muchas serán difícilmente reversibles en el caso de que en el futuro gobierne Estados Unidos un presidente más moderado, demócrata o republicano. Esto lleva una vez más a la reflexión sobre la fragilidad de las democracias y su posible transformación en dictaduras. Cuando finalizó la guerra fría, los peligros de las democracias quedaron en segundo plano. El manido concepto del “fin de la historia” de Fukuyama se refería a ello: que en el futuro la democracia liberal ya no habría de enfrentarse a ningún desafío serio. La confianza en la superioridad de la democracia se tornó en la marca característica de una época.
Hoy queda poco de esa certeza. Las democracias están bajo presiones externas e internas. Estados como China y Rusia desafían a las democracias en la lucha por el poder político y las atacan también desde dentro. Ello es por lo que se encuentran analogías constantes con la República de Weimar tras la cual llegó el Tercer Reich. Lo nuevo no es que se hagan advertencias sobre un posible retorno a las “condiciones de Weimar” (por ejemplo, la responsabilidad de los partidos atrapados en sus trincheras y carentes de voluntad de conciliación, como causantes de la debilidad crónica de la democracia parlamentaria). Lo nuevo es, más bien, la fragilidad global de la democracia, que recuerda al periodo de entreguerras.
Es buena idea leer el estupendo ensayo titulado El fracaso de la República de Weimar. Las horas fatídicas de una democracia (Volker Ullrich, Taurus) y establecer analogías cuidadosas sobre la situación actual.
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