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“Mostrar los hombros no es solo de mujeres”: a favor y en contra de la polémica camiseta de tirantes

Más asociada al trabajo o a la ropa interior, la prenda está asociada en el cine a mitos eróticos como Marlon Brando, pero su presencia en la calle, el supermercado o el chiringuito tiene otras lecturas

Warren Beatty en 'Bonnie & Clyde'
Ianko López

La búsqueda del estilo implica tensiones entre el respeto a unas determinadas convenciones y su transgresión. La semana pasada, Manu Ríos cumplió impecablemente con su función de prescriptor de tendencias al dar un giro a la clásica indumentaria formal en la Semana de la Moda de París. El actor asistió al desfile de Saint Laurent vistiendo un conjunto de la firma francesa en matices cremosos, compuesto por pantalones de pinzas, camisa blanca, corbata de rayas y, sobre estas dos últimas, una camiseta de tirantes que reemplazaba al chaleco y la americana.

Con esto rompía un mandamiento que lleva aplicándose al atuendo masculino poco menos que desde el origen delos tiempos: de concurrir otras prendas superiores, la camiseta de tirantes se llevará por debajo de todas ellas, jamás por encima. Aunque todo es cuestión de opiniones, la jugada salió bien, ya que pocas veces se ha visto tan apuesto al actor. Pero, sobre todo, no entraba en los cálculos generales que una camiseta interior pudiera resultar elegante, así que hemos asistido a una suerte de cuadratura del círculo indumentaria por la que hay que felicitar a sus estilistas.

Manu Rios en el desfila masculino de Saint Laurent Spring/Summer 2026 en París la semana pasada.

“En el mundo actual, la camiseta de tirantes ha abierto nuevos modos de representación de la elegancia y la sensualidad masculinas”, valora el diseñador Alejandro Palomo, cuya marca Palomo Spain se caracteriza por el modo desprejuiciado en que ha desafiado las convenciones de género y vestimenta. “Antes se asociaba a lo chabacano, a la ropa de trabajo o interior, y ahora puede llegar a verse como elegante”.

En efecto, la camiseta sin mangas nació como prenda interior, es decir, para no ser vista, y su emergencia al exterior se ha asociado tradicionalmente a la clase obrera, la práctica deportiva o la violencia y la fuerza bruta. Durante mucho tiempo, su uso visible se vio limitado a un estrecho rango de profesiones entre las que se contaban los hombres forzudos del circo, albañiles, empleados de construcción, atletas o boxeadores.

Marlon Brando en 'Un tranvía llamado deseo'.

Así, en Francia recibe el nombre de débardeur (“estibador”), en referencia a los descargadores de los muelles, que se mostraban en público sin camisa como prerrogativa por la dureza física de su trabajo. Los remeros del Sena también estaban asociados a la prenda, como se aprecia en el célebre lienzo Le déjeuner des canotiers (“El almuerzo de los remeros”), pintado por el impresionista Pierre-Auguste Renoir en 1881. Canotta o canottiera es precisamente como se denomina en Italia, donde constituye un lugar común para la representación del hombre de clase popular, en particular desde la tradición del cine neorrealista. Y en los Estados Unidos se habla de tank top, por los “tanques” o piscinas, ya que la camiseta de tirantes se interpreta como una derivación de los antiguos trajes de baño masculinos de cuerpo entero. En el país norteamericano, por cierto, también se la ha llamado popularmente wife beater (algo así como “pegaesposas”), lo que sugiere su atribución a los hombres proclives a la violencia machista.

Es más que conocido que la irrupción triunfante de la camiseta interior en la cultura popular llegó con Marlon Brando interpretando a Stanley Kowalski en la adaptación al cine de la obra teatral de Tennessee Williams Un tranvía llamado Deseo (1951). En teoría su uso tenía la función de remarcar la brutalidad y los orígenes obreros del personaje; de hecho, sus compinches de trabajo, juergas alcohólicas y partidas de póker la vestían también en una de las escenas más violentas de la película. En el montaje de la obra que estos días puede verse en el Teatro Español de Madrid, bajo la dirección de David Serrano, Kowalski (Pablo Derqui) lleva la camisa desabrochada para exteriorizar esa camiseta convertida en metáfora de su propia virilidad tóxica, que aniquila todo aquello que no comprende o que amenaza su estatus dominante. En cambio, el personaje de Mitch (al que aquí encarna Jorge Usón), que personifica una forma de masculinidad en apariencia más amable y sensible, solo deja entrever el cuello de la camiseta blanca bajo su camisa de cuadros multicolores.

Patrick Swayze y Jennifer Grey en 'Dirty Dancing'.

Para el actor, ese detalle implica ante todo un signo de pertenencia al grupo. “La llevo así no porque quiera esconderla, sino para mostrar una puntita de masculinidad, una marca que me inscriba en ese grupo de jugadores de póker”, explica Jorge Usón a ICON. “Mitch está en la frontera, no es tan rudo y maleducado como sus compañeros, pero quiere pertenecer a esa comunidad que le ha tocado”. Usón también destaca que durante toda la representación los actores son rociados con un pulverizador de agua para simular el sudor pegajoso que requiere la ambientación sureña de la pieza de Tennessee Williams, lo que recuerda que una de las funciones originales de la camiseta interior es justamente absorber la transpiración de sus usuarios y evitar situaciones indecorosas.

Ryan Phillippe en 'Sé lo que hicisteis el último verano'.

En la práctica, la fisonomía musculada de Marlon Brando tuvo el efecto de resignificar la prenda, al convertirla en un fetiche erótico instantáneo. Desde entonces, ha sido un valor seguro dentro de la estrategia de sexualización del cuerpo masculino, como se ha demostrado con, entre otros, Montgomery Clift y Frank Sinatra en De aquí a la eternidad (1953), Warren Beatty en Bonnie y Clyde (1967) o Paul Newman en La leyenda del indomable (1967). Las películas de boxeadores, las de gángsters y las del género bélico de los años 40, 50 y 60 fueron una amplia barra libre camisetera. Más tarde, en los 80 y primeros 90, la moda del fitness y el culto al cuerpo implicaron una nueva sobreabundancia de camisetas interiores, con Kurt Russell en Golpe en la pequeña China (1986), Patrick Swayze en Dirty Dancing (1987), Mickey Rourke en El corazón del ángel (1987), Bruce Willis en La jungla de cristal (1988) y sus secuelas, Keanu Reeves en Le llamaban Bodhi (1991), y la mayor parte de la filmografía de los actores del cine de acción del estilo de Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger o Jean-Claude Van Damme, propensos a lucir músculo a la menor ocasión.

Esa misma tendencia se ha agudizado en los últimos tiempos, lo que aún hace más patentes las exigencias sociales sobre la morfología corporal que también confluyen en otras prendas ajustadas como los slips de baño. La obsesión por el gimnasio y los tratamientos estéticos, la conversión de la piel humana en un gran soporte para tatuajes y la irrupción de las nuevas generaciones de fármacos adelgazantes como Ozempic, cuyo eco se amplifica a través de las redes sociales, han multiplicado la urgencia por exhibir el cuerpo, y por tanto han contribuido a este salto cuantitativo. Y tampoco deben ignorarse la extensión de las prendas deportivas más allá de su uso original, que lleva operando en la moda desde hace años, y la subida generalizada de las temperaturas como consecuencia del cambio climático. Desde el nuevo paradigma conformado por todos estos factores, la camiseta sin mangas se sobrepone tanto a sus antiguas connotaciones negativas como a su asociación a las clases trabajadoras.

Bruce Willis en 'Jungla de cristal: la venganza'.

Rubén Alves, docente, prescriptor artístico y personalidad de las redes sociales -desde su perfil beninmadrid-, que acostumbra a presentarse de punta en blanco a los numerosos eventos a los que es invitado, no es un entusiasta de esta tendencia. De hecho, su juicio sobre ella resulta bastante severo: “Ese manifiesto textil del no me importa nada, elevado al rango de prenda veraniega por excelencia, no deja nada a la imaginación, ni al diseño, ni al buen gusto, ni al más mínimo esfuerzo”, afirma. “Fue el uniforme del macho heterosexual que confunde rudeza con estilo, hasta que la comunidad LGTBIQ+ decidió darle la vuelta: la exageró, la depiló y la convirtió en parodia. Así que hoy, más que prenda, es un pastiche, y un cliché que solo sobrevive por su valor performático”.

Ciertamente, cabe esperar que la prenda vuelva a proliferar durante las celebraciones del Orgullo LGTBIQ+ en este caluroso inicio de verano, ya que el colectivo la ha adoptado casi como signo distintivo, siguiendo una manifiesta estrategia de resignificación desde aquellos inicios que empiezan a perderse en la niebla del tiempo. Por otro lado, se le debe conceder la virtud de haber cuestionado el antiguo prejuicio según el cual los hombros desnudos de las mujeres han sido más que bienvenidos en galas y grandes ocasiones, mientras que para un hombre presentarse así socialmente constituía un tabú indumentario que ahora está perdiendo fuerza. “Marcar una clavícula o llevar los hombros al descubierto es algo que históricamente se ha asociado a las mujeres, pero ahora la camiseta de tirantes abre muchos caminos para mostrar también la belleza masculina”, apunta Alejandro Palomo. “De hecho, en mi trabajo la he utilizado de mil maneras, también como algo sofisticado, hecha en organza o cubriendo a un chico de cristales de Swarovski”.

Kurt Russell en 'Golpe en la pequeña China'.

Como él, las marcas tradicionales de lujo masculino ya se han apropiado sin complejos de las camisetas sin mangas. En las últimas temporadas hemos podido verlas en colecciones de Hermès, Dior, Saint Laurent o Loewe. Han destacado, además, por su versatilidad: lisas, de rejilla o canalé, ajustadas u holgadas, se visten debajo de trajes y americanas, de camisas abiertas o sin nada por encima, combinadas con vaqueros, chinos y pantalones de distintos cortes y longitudes, en contextos informales y todo lo contrario, caso de Pedro Pascal (en el último festival de Cannes, vestido por Calvin Klein) y Jonathan Bailey (de Loewe, en la after party de la gala del Met de 2024). Incluso, como hemos comprobado gracias a Manu Ríos, resultan perfectamente válidas para coronar un look encorbatado. Lo que demuestra que, también en la moda, ver más allá de los prejuicios es la única forma de abrir caminos nuevos. Así lo cree Rubén Alves, a pesar de todo: “La moda puede ser provocadora, minimalista e incluso absurda, pero jamás debería ser aburrida. Si vas a ponerte una camiseta de tirantes, que sea con intención, y ojalá con ironía. Nadie puede definir con certeza qué es el buen gusto, pero todo el mundo sabe dónde está”.

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Sobre la firma

Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.
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