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“Los españolitos que veían a los italianos en la playa flipaban”: ¿vuelve el bañador para hombre más polémico?

Durante años el ‘speedo’ fue sinónimo de libertad y de sensualidad, pero un cambio en el paradigma lo arrinconó como prenda de natación, fantasía homosexual u horterada... hasta ahora

Bañador hombre slip
Ianko López

Un hombre de cuerpo esculpido en el gimnasio, que bailaba desnudo a excepción de un minúsculo slip de baño plateado, fue una de las imágenes más difundidas de la última edición de la feria de arte Art Basel, que se celebró la pasada semana en Basilea (Suiza). Se trataba de la performance Untitled (Go-Go Dancing Platform), creada por el artista conceptual cubano-estadounidense Félix González-Torres en 1991, que desde entonces conserva intacto su poder de fascinación. Por supuesto, un espécimen humano particularmente bello y ligero de ropa sigue atrayendo las miradas hoy como ayer. Pero lo que hasta hace poco fue una prenda controvertida, también llamada turbo, speedo o braga náutica (entre otros nombres), ahora va camino de aceptarse como una opción indumentaria más durante los meses de verano, cada vez más largos y calurosos, cambio climático mediante.

Fotografía de la performance 'Untitled (Go-Go Dancing Platform)', creada por el artista Félix González-Torres y expuesta en la última edición de Art Basel.

Claro que esto no afecta del mismo modo a todo el mundo. No están en igualdad de condiciones un hombre homosexual y uno heterosexual, ni uno joven que exhibe un cuerpo canónico y uno entrado en años o que no ha cultivado demasiado su físico. Así que todo indica que en este ámbito siguen operando los mismos prejuicios de siempre. Si para otra artista, Barbara Kruger, el cuerpo es un campo de batalla, este fragmento de tela elástica que cubre una mínima parte del cuerpo en cuestión puede convertirse en un arma cargada de política.

El verano pasado fue el de la obsesión con los shorts masculinos muy cortos, y este parece el de la generalización del bañador elástico y ultrarreducido (aunque Prada ya ha propuesto para el próximo una perfecta síntesis entre ambas opciones, de modo que no sea necesario elegir). En mayo, la edición norteamericana de la revista de tendencias masculina GQ publicaba un editorial de moda playera acompañado de un artículo cuyo titular planteaba una pregunta (¿Están los heteros preparados para un verano de speedos?) que llevaba implícita su propia respuesta. El artículo destacaba que, en los últimos tiempos, celebridades heterosexuales como el actor Walton Goggins (de la serie White Lotus) o el músico Benson Boone se han sumado a una tendencia de la que ya eran fieles seguidores miembros prominentes de la comunidad LGTBIQ+ como Luke Evans o Ricky Martin.

El nadador Mark Spitz presume de medallas (y 'speedo') en los años setenta.

Los slips de baño surgieron a mitad del siglo XX como prenda deportiva, para su uso por los nadadores profesionales, aunque empezaron a popularizarse entre el público general a partir de los hedonistas años sesenta, y a inicios de los sesenta llegó su momento de auge. A ello no fue ajena la figura de Mark Spitz, nadador estadounidense que tras la Olimpiadas de Múnich de 1972 exhibía como principales atributos una cosecha de siete medallas de oro colgadas del cuello, su esbelto cuerpo de veinteañero y un slip con los colores de la bandera nacional. La marca australiana Speedo, líder del sector, se convirtió en nombre genérico para referirse a la prenda, como en España también lo ha sido Turbo, empresa barcelonesa creada en 1959.

A continuación sobrevino un rápido declive en beneficio de los bañadores sueltos y con perneras, más versátiles (permiten acceder con ellos en lugares, como los restaurantes de playa, donde el slip se consideraría poco decoroso), y también más acordes con tiempos algo conservadores en cuanto a exhibición carnal. El slip se ha mantenido en algunos contextos, como las playas brasileñas, imperio de las sungas, o las piscinas francesas, en las que a menudo ha sido requisito obligatorio, por razones de higiene. Pero, durante mucho tiempo, fue ante todo patrimonio de la comunidad gay. Aunque también ha experimentado picos de popularidad como los provocados por las campañas del perfume Light Blue, de Dolce & Gabbana, donde desde 2007 el modelo británico David Gandy lucía un escueto bañador blanco frente a los sublimes faraglioni de la isla de Capri. Este año, el relevo de Gandy lo ha tomado con más fuerza que nunca el actor Theo James.

Un hombre en 'speedo' en una playa de Sydney en 2023.

Joaquín García Martín, comisario de arte que, entre otras exposiciones, ha estado al frente de varias de temática homosexual, como Cuestión de ambiente (CentroCentro, 2021) o la del stand de la galería José de la Mano en ARCOmadrid-2024, recuerda que el slip de baño nunca pasó de moda en lugares como Italia, país europeo del culto al cuerpo masculino por excelencia: “El italiano siempre ha cuidado mucho su aspecto, como metrosexual avant la lettre, y por eso ha llevado speedos. Y los españolitos que veían a los italianos en la playa flipaban: para ellos eso era cosa de gays. Pero es verdad que desde hace un par de años vuelve ese tipo de bañador entre los mismos que, para ir a la piscina municipal, antes estaban poniéndose unos shorts que acababan casi en el tobillo”.

En cambio, el artista visual David Trullo, que estos días comisaría en la galería madrileña José de la Mano una exposición con obra de los años setenta del pintor gay Roberto González Fernández, no es muy optimista sobre la repercusión real que estas tendencias tendrán en playas y piscinas: “Por lo que veo, ahora los más jóvenes llevan sobre todo bañadores largos, incluso con calzoncillos por debajo, lo que ya es el colmo de la antilujuria, cuando en los setenta el slip servía para erotizar el cuerpo masculino, al esconder solo lo que debía ser escondido, volviéndolo más deseable”.

Un hombre sale del agua en una playa de Sydney.

Joaquín García Martín ubica en los ochenta la caída en desgracia del slip de baño, y propone una teoría sobre su supuesto resurgimiento reciente: “Pienso que está relacionada con la vuelta de la ambigüedad sexual que ya estaba presente en los setenta, que también fue el anterior periodo de auge del speedo, lo que no es casualidad. Ambas cosas van desapareciendo juntas en los ochenta y se erradican del todo desde los noventa. Eso, y que estamos en un momento de crisis, y a menor tela menor coste, claro”.

Para apoyar esta hipótesis, el periodista que escribe estas líneas se permite aportar también su propio testimonio: durante los veranos de su infancia y primera juventud, en la última década del pasado siglo, la comunidad de veraneantes del pueblo de la costa vizcaína donde pasaba las vacaciones consideraba, de forma unánime, que el slip de baño (en ese contexto despectivamente denominado “braga náutica”) constituía una prenda abyecta, casi propia de salvajes. Esta percepción no se distinguiría mucho de la que tendrían los conquistadores españoles del siglo XVI sobre los taparrabos de los pueblos originarios del Amazonas, lo que resulta muy revelador acerca de la dinámica de clases que el asunto ponía sobre la mesa.

Portada de un ejemplar de GQ de los años setenta, cuando el 'speedo' era epítome de sensualidad.

Anabel Vázquez, periodista de tendencias y autora del libro Piscinosofía (Libros del K.O.), realiza la siguiente aportación: “No imagino a los bañistas en Bondi Beach [la primera playa donde al parecer se avistaron las creaciones deportivas de la marca Speedo] ni a David Gandy con un traje de baño de seersucker [tipo de tejido habitual en bañadores de corte clásico] como no pienso en un paseo por la playa de Sanlúcar con pocos centímetros de tela elástica. La piscina y la playa tienen códigos estrictos de vestimenta que están ahí, desde hace un siglo, por algo”.

Puede que estos códigos sigan operando en la muy familiar Sanlúcar de Barrameda, como lo hicieron en el veraneo vasco bajo cierto componente de clase. Pero en la ecuación intervienen también otros parámetros que no deben pasarse por alto. “El speedo, como las transparencias y el zapato blanco, lo carga el diablo”, prosigue Anabel Vázquez. “Exige un cuerpo cincelado y una actitud muy determinada y no todos reúnen estos dos requisitos, aunque muchos parecen ignorarlo. Querría decir que detesto el speedo. Sería bastante elegante por mi parte, pero también falso: como buena amante de la iconografía piscinera, de vez en cuando me gusta que aparezcan en el cuerpo adecuado”.

La cuestión del “cuerpo adecuado”, en efecto, está íntimamente ligada a esta prenda, que ha vuelto a considerarse válida a condición de que la vistan sujetos jóvenes, con torso canónico y de preferencia homosexuales. Desde el momento en que sobrepasa estos parámetros, la mirada mayoritaria la devuelve al terreno de la abyección, casi siempre desde el registro de la comedia paródica. Es el caso de Will Ferrell en la película documental Will & Harper (2024) y, previamente, en un sketch televisivo del programa Saturday Night Live, o de Sean Astin en el filme Click (2006). Del mismo modo, el hábito de personalidades más que entradas en la madurez (como el vidente Rappel) de lucir slips en la playa nunca se han recibido con los mismos comentarios elogiosos que en su día despertó un Daniel Craig de 38 años en su primer James Bond, el de Casino Royale (2006), en cuya escena playera luce un bañador solo un poco más grande que un speedo.

Fotograma de la pelicula 'Casino Royale', protagonizada por Daniel Craig.

En este punto se manifiesta, por tanto, el potencial desestabilizador de una simple prenda de baño. En 2010, el candidato republicano a gobernador de Nueva York, Carl Paladino, afirmó durante una entrevista concedida al programa televisivo Today que estaba en contra de que los niños se expusieran a la realidad homosexual, en particular durante las manifestaciones del Orgullo LGTBIQ+, “donde llevan esos pequeños speedos y se restriegan los unos contra los otros”. De modo que, por los prejuicios y temores que invoca, conviene prestar atención al slip masculino de baño más allá de los editoriales de moda. Y defender su adopción, a modo de elemento disruptivo, por los cuerpos contemporáneos. Por todo tipo de cuerpos.

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Sobre la firma

Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.
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