Restaurar y crear senderos de montaña, un trabajo que conecta pasado y futuro
A golpe de azada y rastrillo o con maquinaria pesada, los creadores y recuperadores de sendas y caminos para ir en bicicleta o caminar reclaman ayudas y planes estructurados de trabajo al Gobierno


Los senderos de montaña son líneas de vida, arterias por donde circulan mujeres y hombres dichosos, cansados, veloces, ensimismados tratando de unir el punto de salida con el de llegada. Antes fueron nexos de unión entre aldeas, sendas de cazadores, ocasión para el contrabando o refugio para pastores y sus rebaños. Hoy, el ocio lo absorbe casi todo y no habría senderistas, ciclistas, corredores de montaña sin senderos. Las sendas y caminos observan sus propios ciclos vitales: tan pronto se erosionan por un tráfico humano frecuente como desaparecen en el olvido, tragados por la indiferencia y el acecho de la maleza. Se precisa mano de obra para restaurarlos, incluso para crear nuevos itinerarios de expresión. Son muy pocas las personas dedicadas en España a su cuidado, y la mayoría procede del mundo de la bicicleta de montaña, siempre ávido de salirse de las aburridas pistas forestales para buscar un terreno de juego más estético y lúdico.
Ángel Cheliz es el gran responsable del llamado “milagro de Aínsa”, localidad de referencia de la comarca del Sobrarbe (Aragón), donde en 2011 nació Zona Cero de “casualidad”. Él y sus amigos buscaban nuevos itinerarios paras sus bicis de montaña: “En esta comarca oro no hay, pero senderos, a patadas. Los que estaban limpios ya los habíamos recorrido y buscábamos más. Así que nos pusimos a limpiar senderos para nuestro uso y disfrute. Poco a poco fue viniendo gente de fuera, les gustaron nuestros caminos y se empezó a generar una expectativa”. Su iniciativa enseguida se viralizó. De pronto, en una de las comarcas más deshabitadas de España (en 1960, el Sobrarbe tenía algo más de 23.000 habitantes y en 1980, cuanto tocó fondo, tenía 6.000. Ahora cuenta 7.700, pero el 40% de los pueblos que existían a mediados del siglo XX están despoblados) empezaron a llegar belgas, holandeses, ingleses, estadounidenses, australianos… todos ansiosos de probar con sus bicis de doble suspensión senderos naturales y un sinfín de recorridos próximos entre sí recuperados en un entorno majestuoso.
“Una particularidad muy importante es que los senderos que limpiamos existían ya, eran vestigios del pasado, pero habían tenido uso décadas atrás uniendo pueblos que ahora están abandonados porque les invitaron a emigrar con las políticas hidráulicas y de reforestación nacional. Al irse los habitantes, plantaron pinos. Todo ese abandono supuso el fin de los senderos que usaban”, explica Cheliz. Pero la huella de dichos caminos estaba en el archivo nacional fotográfico: “En los años cincuenta del siglo pasado, Estados Unidos quiso construir bases militares en España y Franco pidió que fotografiasen el país desde el cielo. Fue el famoso vuelo del 56 de fotografía aérea, con medios adelantados a su época: puede que seamos el país de Europa con mejores fotos antiguas de nuestro territorio. Entonces España era un país agrícola, se vivía del monte y del campo y estaba todo como un jardín. Los caminos se ven perfectamente, así que buceamos mucho en dicho archivo antiguo”, añade.

Zona Cero cuenta con 1.200 kilómetros de senderos balizados. Una salvajada que cuesta mucho mantener: el centro tiene dos personas fijas al año limpiando caminos, cinco en invierno… y luego tira de voluntariado. “Esas personas las paga Zona Cero buscando subvenciones hasta debajo de las piedras, aunque Orbea [empresa cooperativa que se dedica a la fabricación de bicicleta]— nos ayuda mucho”. Cheliz recalca la diferencia entre recuperar viejas sendas y crearlas, ya sea a mano o con maquinaria pesada. “En Canadá, que es la meca del mountain bike (Btt), la inmensa mayoría de los senderos han sido creados ex profeso para el uso de los ciclistas y senderistas, porque carecían de una red antigua por la que transitar. Todo ha sido creado a base de maquinaria y trabajo humano. No tienen alma, a diferencias de los caminos del Sobrarbe que han sido recorridos durante décadas a pie, con mulos, con bueyes…”.
Tantos años de trabajo sin remunerar han despertado una pasión en Cheliz, la de rescatar “caminos viejos” de sus ancestros: “Mi abuelo recorría con su burro estos senderos. Ahora incluso rehabilitamos viejas ermitas del siglo XI para que los ciclistas puedan admirarlas”, sonríe. Su pasión le lleva a trabajar gratis 1.000 horas al año y solo pide que, cuando lo deje, alguien tome el testigo.
El riojano Carlos Cuezva es uno de los principales creadores de senderos de descenso para bicis de montaña con maquinaria pesada, su ocupación única desde hace dos años. Conoció al inglés Mark McClure de la empresa Trailtools, una referencia en Europa, y aplicó sus conocimientos en España, poniéndolos al servicio de ayuntamientos ubicados en zonas rurales, amenazados por el olvido, pero que disponen de fondos europeos. “En España hay un desconocimiento muy grande por parte de las instituciones y de los usuarios de lo que supone crear recorridos para el Btt. A veces, nos piden que creemos senderos en lugares poco apropiados. Nuestra filosofía es crear menos kilómetros de senderos, pero que sean de calidad. Es decir, realizar trazados que la gente desee repetir y, a ser posible, que no cueste demasiado remontar y que se puedan hacer diferentes descensos desde un mismo sitio. En el Pirineo, por ejemplo, ocurre que las bajadas están muy separadas entre sí o exigen pedalear muchos metros de desnivel, lo que no está al alcance de todos. Vemos que hace falta un terreno de juego más accesible para todos los públicos, especialmente los que deseen iniciarse en el Btt”, considera Cuezva.

Crear uno o varios itinerarios de descenso en mitad de un bosque exige un proyecto a medida: “Empezamos por diseñar por donde irá el trail, limpiamos el corredor forestal, es decir, por donde irá el sendero, diseñamos su pendiente media para dar la dificultad al sendero, y si hay que retirar árboles o vegetación se retiran, se trocean, creamos pozos de acopio donde metemos también la capa vegetal que no usamos. Y con la tierra que hemos retirado del agujero construimos el sendero y, finalmente, revegetamos los taludes. El kilómetro sale a 30.000 euros, con saltos, peraltes, etcétera. Un día bueno de trabajo son 40 metros de trail construido. Las dificultades van como en las pistas de esquí: verde, azul, rojo y negro y hasta doble negro”, añade.
Entre la restauración de viejas sendas y la creación de nuevas a golpe de retroexcavadora existe un perfil de trail builder que defiende el trabajo a mano, lento, metódico y a pequeña escala. No abunda dicho perfil, pero está creciendo. “Ahora mismo, el gran referente nacional es Dani Terrise, quien con cinco amigos más ha creado en los últimos 10 años casi 100 kilómetros de sendas para bicis en Tremp [Lleida]”, explica Javi García, fundador de Insólito proyectos, consultoría que desarrolla ideas y proyectos de turismo, muchos de ellos basados en la bicicleta. García es, igualmente, uno de los grandes recuperadores de senderos de alta montaña pirenaicos y asegura que el sector vive un momento de transición: “El colectivo está en un momento de debate intenso, que tratamos en la cumbre europea de Boltaña. Vemos que es necesario crear infraestructuras, pero el coste de ejecución es muy elevado y es preciso mantener los senderos en buen estado y limpios. Hace falta mucha mano de obra y es necesario dar con la financiación necesaria”, analiza antes de pedir un plan a escala nacional. “Los proyectos han de ser de formato nacional, ni siquiera autonómico, porque no hemos conseguido gran cosa por dicha vía. Necesitamos un plan estratégico de la Btt en zonas rurales, y esto ha de ser entendido en Madrid. Y para lograrlo, nuestro sector ha de organizarse: necesitamos dinero, cuadrillas forestales, mano de obra porque hay dinero que llega de Europa pero no de manera estructurada. Crear algo así como una red española de destinos podría funcionar. Y para dicho fin hay que lograr un apoyo estructural no solo puntual”, propone.

España es un país idílico para el Btt, dispone de un variado y rico terreno de juego, clima adecuado, gastronomía, historia y supone una brillante alternativa a lo que ofrecen otros destinos. “Si no logramos canalizar todos los esfuerzos en la creación, recuperación y mantenimiento de senderos y centros de Btt bien aprovechados, habremos perdido una gran oportunidad de generar trabajo y servicios”, aventura Javi García.
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