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De liarse a golpes tras cruzar la línea de meta a convertirse en la prueba de BTT más multitudinaria de Europa

La Orbea Monegros celebra su 25 aniversario congregando en su desierto a 8.000 participantes

Orbea Monegros
Óscar Gogorza

Doña Juana, 78 años de edad, espera desde primeras horas de la mañana sentada al sol en un banco ubicado a escasos metros de la avenida de Sariñena (Huesca) por donde circulará en breve un descomunal pelotón ciclista. “Imagina la revolución. Somos 4.000 habitantes en este pueblo y un día al año llega una invasión de 8.000 ciclistas… y sus acompañantes. Me encanta, es como un día de fiesta”, confía y reconoce que nunca se pierde el evento. La Orbea Monegros celebró el sábado su edición 25: no existe en Europa prueba de bicicleta de montaña que aglutine a tanto participante, y en España solo es comparable a la Quebrantahuesos, cita pirenaica de carretera que alcanza hasta los 10.000 participantes. Corredores de las 17 comunidades autónomas y de siete países viven en el desierto de los Monegros una suerte de catarsis colectiva, mucho más festiva que competitiva.

La cita fue creada hace un cuarto de siglo por Juan Carlos Nájera, quien sigue al frente de la misma y se muestra relajado minutos antes del pistoletazo de salida. “Yo procedo del mundo del ciclismo, competí en las primeras pruebas de internacionales de ultra resistencia, en raids de aventura, y quise organizar algo similar en España. Dudé entre Monegros y Tabernas, pero cuando conocí los Monegros (valle del Ebro, Aragón) me enamoré del lugar y decidí que lo crearía aquí. Monegros es un territorio que o te gusta mucho o lo odias, porque es un área que tiene todas las inclemencias posibles del tiempo e incluso en un mismo día te puede llover, hacer sol, viento, y tiene un barro típico del lugar que recibe el nombre de Buro, donde es imposible dar una pedalada pero también tiene zonas alucinantes como Jubierre y sus formaciones de arenisca que albergan los tozales, el más emblemático el Tozal de la Cobeta y de la comarca. Son siluetas que se quedan grabadas en la retina. Monegros es un desierto demográfico donde a ratos pedaleas en la mitad de la nada, en un paraje inhóspito y de soledad que me sedujo hace 25 años”, confiesa.

Un participante en la zona de los Tozales. Fotografía cedida por la organización.

La bicicleta de montaña ha conocido notables evoluciones desde que nació en Estados Unidos en 1981, a instancias de Specialized. Las primeras unidades llegaron a nuestro país hacia 1985, un verdadero soplo de aire fresco para la industria que enseguida sedujo a muchos, atraídos por sus posibilidades. Después de la doble suspensión, los frenos de disco, las ruedas de 29 pulgadas, los cambios electrónicos o el monoplato, el salto cualitativo más importante ha sido la bici eléctrica y más exactamente la que limita la potencia del motor para que pedalear siga siendo un esfuerzo y el ciclista no tenga la impresión de ir en moto. La idea surgió en la ingeniería de la firma vasca Orbea, quien limitó el motor Shimano para crear la Rise y romper las reglas establecidas. “El ciclismo se reinventa constantemente, y así lo hace también nuestra prueba”, explica Nájera. “En la primera edición se podía participar corriendo, andando y en bici. La prueba duraba 24 horas y no estaba señalizada, pero enseguida tuvo mucho éxito entre los ciclistas y nos decantamos por la bici de montaña. Fue una hermosa locura pensar que en un desierto podría brotar este tipo de vida multitudinaria. Ahora, recientemente, se ha sumado a nuestra fiesta el gravel y las bicis eléctricas, ambas tendencias al alza. De hecho, hay 600 participantes que montan en bicis de gravel y otros tantos en eléctricas”, señala.

Nervioso, Juan revisa la presión de los neumáticos de la bici de su hijo Iker mientras este, relajado, le tranquiliza: “si me quedo tirado volvemos los dos en tu bici eléctrica”, y estalla en una carcajada. El padre cuenta 52 años, por 19 el hijo. “Ya no le puedo acompañar en bici muscular, así que me he pasado a la bici de montaña eléctrica y no sabes lo que disfruto. Y con motor y todo, el chaval me hace sufrir”, exclama Juan.

El uso adaptado de las bicis eléctricas daría para un estudio sociológico. Ha salvado matrimonios. Ha unido a padres e hijos. Ha mantenido la cohesión de las grupetas. Ha estirado la vida deportiva de las personas de mayor edad. Ha permitido a muchos descubrir el placer de rodar. Inma y Iosu, casados desde hace 20 años, aseguran con una carcajada que la bici eléctrica impidió su divorcio: “Antes, salíamos juntos y él se aburría y yo me enfadaba porque iba siempre reventada. Ahora, él revienta y yo, simplemente, disfruto y siempre que queremos podemos ir juntos”. Las bicis eléctricas han llegado para quedarse y para revitalizar la industria ciclista y lo que hace un cuarto de siglo era inimaginable ahora es una realidad que ofrece un nuevo relato ciclista.

Originalmente, la Orbea Monegros tenía carácter competitivo, pero enseguida pasó a ser solo un evento sin clasificaciones: “algunos participantes se llegaron a pegar tras cruzar la línea de meta por algo tan viejo en el ciclismo como ir a rueda todo el rato y atacar para ganar al final”. Puede que el viento atroz de la zona, alienante, contribuyese a alterar el raciocinio de ciertos participantes. Más allá de la belleza del lugar, el precio asumible de la inscripción, sus servicios extraordinarios, sus carpas de merchandising y una organización impecable garantizan el éxito de la cita: “simplemente escuchamos lo que pide la gente”, resume Nájera.

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Sobre la firma

Óscar Gogorza
Periodista especializado en actividades de montaña y escalada, escribe para EL PAÍS desde 1998. Coordina el blog 'El Montañista'. Dirigió la revista' CampoBase' durante una década y es guía de alta montaña UIAGM.
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