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Blogs / Deportes
El Montañista
Coordinado por Óscar Gogorza

Mountain bike: siempre al límite y a 185 pulsaciones por minuto saltando de roca en roca

La Molina acoge el campeonato de Europa de descenso, una disciplina en la que la fatiga mental resulta más determinante que la física

Martin Maes en la prueba de Andorra de la Copa del Mundo 2025.
Óscar Gogorza

Diez minutos antes de subirse al teleférico que le conducirá hasta la rampa de salida, el piloto de descenso Martin Maes pide que le saquen el juego. Después, sonríe. Un mecánico le cuelga en un trípode una barra horizontal de medio metro de ancho de la que cuelgan seis cilindros de un palmo de longitud que se desprenden y caen de su soporte cada dos segundos: Maes los atrapa todos al vuelo. Y vuelve a sonreír. Después, agarra su casco, las gafas y los guantes y se va con la bici. Lo que acaba de hacer es simplemente un ejercicio para activar sus reflejos, esos que le permitirán volar ladera abajo sobre su bici, siempre al límite, siempre a milímetros de la catástrofe.

Mientras aguardan su turno, otros pilotos meditan, visualizan el trazado con los ojos cerrados, como en trance, moviendo las manos como si sostuviesen un manillar imaginario. En la rampa, sentados sin hacer nada, su pulso oscila entre los 120 y los 140 latidos por minutos. Diez segundos después de salir sube a 165 de media y enseguida alcanza valores de zona máxima: 185 o 190 latidos por minuto. Todo esto sin apenas dar una pedalada, sin trabajo aeróbico: el sistema cardiovascular se emplea a fondo para que la sangre circule, pero no lo consigue porque los músculos siempre están contraídos.

Este domingo, la estación catalana de La Molina acoge el campeonato de Europa de descenso por selecciones nacionales dentro de su proyecto Pirineus365 para abrir la mayor parte del año: al margen de la temporada de nieve, los ciclistas representan su mayor activo. No estará presente toda la élite del circuito de la Copa del Mundo, pero la espectacular puesta en escena de la disciplina merece un desplazamiento. Dani Castellanos y Natalia Menéndez encabezan la delegación española tras proclamarse recientemente campeones nacionales en éste mismo escenario.

Martin Maes en la prueba de Andorra de la Copa del Mundo 2025. Foto: Kike Abelleira

El descenso, o DH, ha conocido un verdadero impulso tras la pandemia que ha revolucionado las posibilidades de las bicis y obligado a los pilotos (hombres y mujeres) a abrazar una forma de entrenamiento consecuente. Chris Kilmurray es el entrenador personal de Tahnee Seagreave, británica del equipo Orbea FMD Racing (como Martin Maes) que acumula dos victorias en la presente Copa del Mundo y tiene claro que la exigencia de ésta disciplina obliga a combinar muchas formas de entrenamiento porque las diferencias en la élite apenas llegan al segundo de diferencia: “cuando un piloto llega a meta tras un descenso de la Copa del Mundo, deja de sufrir, pero es difícil saber qué le causa dolor exactamente: depende del atleta, de su bici, del conjunto de la semana, del trazado del descenso, y de sus fuerzas y debilidades. Por ejemplo, en descensos muy largos y pronunciados, con medias de 27% de inclinación y con máximos casi verticales el atleta llega a meta con las manos y los brazos al límite, terriblemente doloridos, sobre todo porque frenan con un dedo, pero también puede pasar que algunos corredores lleguen con los cuádriceps al límite porque retienen con esa parte de su cuerpo, pero como esto varía mucho en función de los trazados”.

Kilmurray considera relativamente sencillo entrenar a una persona para afrontar descensos temibles con saltos, peraltes, secciones de roca, tierra suelta, raíces… al tiempo que admite que la clave no está en el plano físico sino en lo que afecta a la mente, porque la fatiga puede llegar a intoxicar el cerebro: “la fatiga física crece durante el descenso y afecta al rendimiento mental: hace que el piloto se descentre un poco y note rigidez en los antebrazos, en los hombros y poco a poco en todo el cuerpo porque casi, casi, realiza un trabajo isométrico y puede sentir en los cuádriceps las mismas sensaciones que un esquiador de élite.

La fatiga mental es determinante porque los pilotos se pasan toda la semana probando el circuito, la bici, adaptando sus máquinas al trazado, dudando, buscando las mejores trayectorias, tomando decisiones estratégicas y todo esto también fatiga porque el circuito cambia con el paso de tantos atletas, se deteriora, se altera y a veces hay que volver a empezar con ciertos segmentos. Al final, ganan los pilotos que mejor gestionan la fatiga mental”, concluye.

El trabajo físico, con todo, es sumamente completo y empieza con musculación en el gimnasio “para fortalecer la armazón del piloto y que puedan soportar los impactos y las caídas. Después hacemos trabajo aeróbico en bicis musculares y eléctricas pero sobre todo mucho trabajo específico sobre terrenos de descenso difíciles”. Aquí, las concentraciones se han impuesto, igual que en el ciclismo de carretera. La temporada de DH dura seis meses, lo que deja mucho tiempo para preparar a conciencia la temporada en circuitos muy técnicos para realizar series de alta intensidad: “es la manera más directa de mejorar los reflejos y fuera de esto, que es la base, hacemos ejercicios para que trabaje la mirada y los sistemas cerebrales asociados cuando el piloto ha tenido un problema, pero si no, lo mejor es ir al terreno”, confía Kilmurray.

Posiblemente, el miedo a sufrir una caída sea el freno más importante para un piloto. A veces, se caen tan a menudo que no resulta fácil recuperar la confianza. Tahnee Seagreave pasó un año en blanco buscando recuperar la confianza. “Los atletas, todos ellos, pasan miedo en ciertas partes del circuito. Para tratar de minimizar el miedo, hay que trabajar mucho, especialmente tras una lesión o una caída severa. En los entrenamientos se aumenta poco a poco la velocidad, se enfrentan a pequeños saltos, luego más grandes, a zonas de rocas, etc. Hay que recuperar la confianza. El miedo tiene que ver con la certeza de que un pequeño error, unos milímetros del lado equivocado, te pueden llevar al suelo, y a 40 por hora te haces daño. Pero es necesario asumir riesgos para ganar”, concluye Kilmurray. “El nivel de concentración necesario para ganar un campeonato de Europa o una prueba de la Copa del Mundo de DH es muy, muy elevado. Si no eres capaz de meterte en una situación mental en la que solo tengas la pista delante de ti, nunca ganarás”, añade, e insiste: “el trabajo mental es mucho más determinante que el cansancio físico”.

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Sobre la firma

Óscar Gogorza
Periodista especializado en actividades de montaña y escalada, escribe para EL PAÍS desde 1998. Coordina el blog 'El Montañista'. Dirigió la revista' CampoBase' durante una década y es guía de alta montaña UIAGM.

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