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Simon Andreassen, vigente campeón de Europa de la carrera corta de Mountain Bike: “Cuando sufres un traumatismo en la cabeza, te quedas solo”

El ciclista danés sabe que no revalidará este jueves su título, pero pelea para volver a ser el fenómeno de la especialidad que siempre ha sido

Simon Andreassen
Óscar Gogorza

Simon Andreassen (Odense, Dinamarca; 27 años) disputa este jueves el Campeonato de Europa de mountain bike de Melgaço (Portugal) en su versión de carrera corta a sabiendas de que no revalidará el título obtenido hace un año, su gran año en el circuito élite donde también logró el oro en el Mundial de Maratón. Dispuesto a comerse el mundo, el flamante fichaje del Orbea Factory Team, sufrió un accidente en una prueba de pretemporada en La Nucía y padece un calvario para volver a ser quien era. Ahora que ve algo de luz, acepta charlar sobre su desazón y las consecuencias imprevisibles del traumatismo craneoencefálico sufrido en vísperas de la que debía haber sido la temporada de su despegue definitivo.

Andreassen no se hizo campeón: nació así. Obtuvo el maillot arcoíris de campeón del mundo en sus dos años como juvenil, así como el título europeo, ganó pruebas de la Copa del Mundo Sub-23 y repitió en la categoría élite. Todo esto sin depilarse las piernas, a su bola, como cuando en febrero pasado participó en una prueba en Banyoles sobre un circuito infernalmente embarrado y arrancó con un palo de madera amarrado con cinta adhesiva a su manillar. Cada vez que su transmisión se embarraba, empleaba el palo para limpiarla y seguir. Fue cuarto, quedando fuera del podio tras jugárselo al sprint con el gran Victor Koretzky. Sin embargo, últimamente, todo se ha complicado enormemente. “El año pasado, cuando me impuse en el europeo de short track, pensé que era curioso repetir título tantos años después, desde juveniles. Ahora pienso que debería ser posible volver a ser campeón del mundo, en la élite, en cross country olímpico. Ya he demostrado de lo que soy capaz”, avanza sin asomo de arrogancia antes de quedar pensativo. La sombra de su accidente le hace dudar y se recuerda a sí mismo que tan solo ha de recuperar la constancia, su capacidad de estar siempre entre los 15 mejores. Si lo logra, cree, podría ser campéon del mundo. Pero están Tom Pidcock y Mathieu Van Der Poel. “Llegan de la carretera y parecen imbatibles, pero no lo son. No me molesta en absoluto que compitan porque creo que su presencia contribuye a mejorar el nivel del BTT y también atrae muchas miradas nuevas sobre nuestra disciplina. Y cuando no ganan, la gente nos respeta más porque nos ven como grandes rivales”, considera.

Andreassen empezó la pretemporada muy motivado por su cambio de equipo, “con ganas de demostrar que había acertado al fichar por Orbea Factory Team y todo marchaba a la perfección hasta mi accidente. Lo peor ha sido no saber cómo afrontar un trauma de ese calibre. El día de la primera prueba de pretemporada me caí dos veces y no supe darme cuenta de la gravedad, o quizá no quise admitirlo quizá por demostrar que era un tipo fuerte. Estaba en una gran forma, regresé pocas semanas después pero no me sentí bien ni física, ni mentalmente. Mi cuerpo más o menos iba bien porque había trabajado mucho en invierno, competí en las primeras pruebas de la Copa del Mundo y de pronto me vi hundido, incapaz de hacer nada de nada. Me pasaba el día en la cama o en el sofá y si encontraba la fuerza para salir a entrenar, me quedaba destrozado los cinco días siguientes. Se me hizo muy duro porque los síntomas derivados del traumatismo craneoencefálico llegaron tarde, y aunque intuía que debía parar y reposar, la urgencia de la competición, la presión que uno se pone para crecer y mejorar me obligaron a quemar etapas. Fue un error. No sabía si entrenar o parar. Si hacía demasiado poco o si me estaba pasando. Y los plazos de mejora se dilataron. Me ayudaron mucho médicos y psicólogos, pero al final acabé confuso porque nadie sabe bien qué procesos ocurren tras un accidente en la cabeza y unos opinaban una cosa y otros la contraria, pero a la hora de tomar las decisiones estás solo”, explica sin guardarse nada.

Durante semanas, los integrantes del equipo le vieron distante, casi mudo, desparecido, pero “hace un mes acepté que no puedo acelerar, que he de ir día a día, que no puedo hacer nada, que no debo estar disgustado conmigo mismo y que tan solo puedo aceptar el proceso para sanar. Puede que sea más largo de lo que quise creer, pero ya está. Los resultados no me acompañan aún pero siento que mejoro poco a poco, pero aunque me dicen que no es sano compararme con mi mejor versión, lo hago: no soy tan bueno bajando como antes, por ejemplo, no tengo los mismos reflejos, era rápido y ahora soy lento, he perdido la capacidad de contemplar la carrera como si la observase desde arriba para tomar decisiones rápidas. Es muy frustrante, es todo un reto aceptarlo. He trabajado mucho con el psicólogo, pero ahora solo necesito poder hablarlo con gente de mi confianza, o con otros atletas que han pasado por lo mismo”, confiesa.

El asunto de la presión inherente al profesionalismo en el deporte surge de forma espontánea: ¿tan terrible resulta? “Ser profesional del mountain bike es duro, pero es también un enorme privilegio porque te pagan por hacer exactamente lo que más te gusta en la vida. Yo saldría a entrenar aunque no me pagasen, pero lo hacen y es un sueño serlo no por ser más o menos famoso sino por poder gozar de éste privilegio. Lo que peor llevo es la parte promocional, las entrevistas y lo que rodea a la promoción. Lo entiendo, y lo acepto, porque al margen de eso incluso acepto con una sonrisa la presión de tener que rendir. También diré que es muy fácil perder la ilusión cuando sucumbes a la presión, a los malos resultados, y uno ha de hacer un esfuerzo para no perder de vista que es una suerte poder dedicarte a un sueño”, estima.

Estos últimos meses, Andreassen escogió la soledad para lidiar con las consecuencias psicológicas de su accidente. “A veces te llegas a sentir solo o desconectado, pero también busco esa soledad en casa porque durante las pruebas estás rodeado de gente todo el rato, es muy intenso y considero necesario tener vida propia al margen de la bici. Decidí ir a Orbea porque necesitaba nuevas motivaciones, nuevos aires, probar cosas nuevas y la forma de trabajar de Orbea casa con mi forma de ser: me dejan mucha libertad, y la necesito, porque me da paz, me quita presión”, reconoce.

Con el paso del tiempo y los años, Andreassen ha aprendido a disociar el ciclista de la persona: “de joven cometí un error: creía que era mis resultados, y como ganaba mucho, al dejar de hacerlo de forma tan regular creía que fallaba como persona. Ahora sé que estaba equivocado, y aunque no gane, mi esencia no cambia y no por eso la gente me percibe de mala manera. Al final, no puedo olvidar por qué me dedico a la BTT: la cultura ciclista de carretera es enorme en Dinamarca, un país nada apropiado para la bici de montaña, pero a mi me sedujo porque permite estar realmente en la naturaleza, pedalear por bosques o sendas. Da paz”.

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Sobre la firma

Óscar Gogorza
Periodista especializado en actividades de montaña y escalada, escribe para EL PAÍS desde 1998. Coordina el blog 'El Montañista'. Dirigió la revista' CampoBase' durante una década y es guía de alta montaña UIAGM.
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