Arooj Aftab en el Grec 2025: la belleza de Oriente y Occidente
La cantante de origen indostánico fascinó en un concierto hermosísimo

Tercera vez en Barcelona y tercera fascinación. Sus conciertos se parecen, sus comentarios, siempre con fondo jocoso, pasean de nuevo por escena, sus canciones, casi interpretadas en el mismo orden, siguen siendo a grandes rasgos las mismas, pero cada concierto de Arooj Aftab acaba prendido en la memoria porque no es habitual presenciar una muestra de espiritualidad y hedonismo conviviendo de manera tan natural. Si al cantar nos evoca amor y olvido, de sentimientos recogidos por la literatura clásica del Medio Oriente en forma de ghazales, al hablar entre canciones nos presenta una joven que vive la vida con humor, apurando la noche como una joven cualquiera. Es esa mezcla entre la tradición y lo contemporáneo, entre un poema y un vaso de whisky, entre una sublimación y un chiste donde Arooj Aftab encuentra su terreno de fertilidad. Lo volvió a hacer en el Grec, en un Paral·lel 62 que acabó rendido a su figura.
Doce temas con la pausa enfocándolos, llevados por su voz de mezzosoprano pegándose a la piel de sus canciones como si fuesen su propia piel. Suave, ondulante, alargando las sílabas de forma que planeen en la melodía misma, un melisma casi eterno. Estática en escena, gafas oscuras de vieja cantaora, ropajes negros, escorada hacia su derecha –cambió hacia su izquierda en la séptima pieza del recital, Na Gul-, celebró ya de inicio, tras abrir el concierto con Suroor y su cosquilleo de cuerda, que la acogida en Barcelona fuese más cálida que en países de latitudes más septentrionales. El público estaba dispuesto a apurar la música de esta joven nacida en India, criada en Pakistán y desde hace años residente en los Estados Unidos, donde ahora vive en la agitación de Nueva York. Mundos en contacto, creativas porosidades culturales.

Si de oriente extrae Arooj su forma de cantar, la temática de las formas clásicas de su literatura amorosa y el idioma mayormente usado en su cancionero, el urdu, de occidente toma la instrumentación, en Paral·lel batería, contrabajo y una guitarra eléctrica que podía evocar cuerda analógica. Con eso bastó. El inglés quedó reservado para Whiskey, una canción de amor y alcohol, de noche y de perfumes, y Last Night, una composición también amorosa, “anoche mi amado era como la luna”, que combina algunos elementos de música clásica del Indostán con un tacto jazzy que en la versión abordada se acentuó sobremanera. Fusión incluso en el idioma., ya que en esta composición se solaparon inglés y urdu con total naturalidad. Ambas piezas sonaron seguidas en la primera mitad del concierto.
Los recursos que Arooj exhibe en sus conciertos, siempre evocando caricias nocturnas, suavidad y espiritualidad, sentimientos cálidos y melancolía, nostalgia y anhelo y el desvarío del amor y el desamor, la llevaron a embellecer una pieza de por sí bella como Saans Lo, una de las gemas del disco que la dio a conocer, Vulture Princess, con un delicioso solo de silbido del contrabajista, para hacer desembocar la canción en un pellizco rítmico. Y hablando de discos, tanto Vulture Princess como el hasta ahora último, Night Reign, se llevaron la palma en el repertorio, dejando sólo un tema, Aey Nehim, para lucimiento del primero, el mini elepé Bird under the water, una colección de sólo cinco canciones.
En apenas hora y media Arooj Aftab volvió a encandilar en Barcelona. Solo le faltó, para dar un toque aún más carnal, interpretar alguno de los remixes que ya han acercado un par de sus temas al baile, pero eso quizás, pese a que seguro hubiese funcionado, también habría alterado la pausa de un concierto para mayor gloria del intercambio cultural, del preciosismo minimalista de una instrumentación manejada de manera esplendorosa y de la belleza suspendida de una voz deliciosa. El recorrido concluyó con Mohabbat, un ghazal sobre el desamor y la noche se abrió a quienes vivieron en la penumbra del concierto de Arooj Aftab. Repetirán cuando vuelva.
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