Un legado que no marchita
El homenaje a ‘Dioptria’ reunió en el Grec a músicos de distintas generaciones rendidas a Pau Riba

Como una fiesta hippie en la Formentera de inicios de los setenta, cuando era un paraíso tan real como imaginado. Eso parecía el escenario del Grec en los dos últimos temas del homenaje que una veintena de músicos de varias generaciones rindieron a un disco que sobrevivirá a muchas más. Había más de una treintena de cantantes e instrumentistas saltando y tarareando sobre una rueda de acordes la parte más festiva de Helena desenganya’t y lo hacían con ese punto de feliz y cáustica excentricidad que hubiese hecho reír a Pau Riba, el gran ausente de la noche. Pau siempre pareció vivir más allá, y de su estancia en esos lugares remotos para la convención extrajo lecciones que luego nos ayudaron a entender nuestro mundo, mucho más lineal que el suyo. Dioptria captó esa mirada sonora y en el Grec fue felicitado por sus 55 años. Todo ha cambiado, pero la devoción a Pau, por supuesto magnificada tras su partida, esas cosas tienen la muerte, se mantiene como un faro capaz de atravesar décadas de turbulencias.
Hubo de todo en una noche que tras Helena desenganya’t tuvo el corolario con Donya Mixeires con lo que dos mujeres claves en la vida de Pau, Mercè Pastor, la primera, y la recientemente fallecida Memi March, la última, recibieron el recuerdo de todos. Aunque puestos a destacar un momento, por la catarsis de familiaridad que implicó, sería la interpretación, pausada, de Noia de porcellana que realizaron al alimón los cinco hijos de Pau, Caïm, director del espectáculo, junto a Pauet, Pròsper, Angelet y Llull. Todos descamisados, por mor de encajar mejor con el espíritu de su padre y con aquel decorado que a base de estructuras de madera y objetos como una bicicleta recreaban la quietud de Formentera. De tal palo tal astilla. Antes Caïm había recordado que lo último que le dijo a su padre fue, “Com estàs, bonic?” deseando que el recuerdo que quedase del homenaje al catecismo de su padre, no lo definió de esta manera, fuese así, bonito.
Y lo fue, fue bonito. Bonito que se mezclasen veteranas como María del Mar Bonet, cantando precisamente con Caïm Es fa llarg, es fa llarg esperar o Oriol Tramvia, que partiendo de las gradas recitó Mel, junto a generaciones intermedias, como la de David Carabén (L’home estàtic) o Roger Mas (Kithou) y aquellas venidas para ponerlo todo patas arriba, caso de La Ludwig Band, con su cantante descendiendo también por las gradas mientras cantaba Simfonia núm. 3 con su acústica y el aire de bardo abollado que gasta, para luego, ya con el resto del grupo, interpretar un Taxista que hubiese deleitado en su imperfección despeinada y agreste al propio Riba. Otros jóvenes, Remei de Ca La Fresca se atrevieron con Ja s’ha mort la besàvia haciéndola suya en otro tono y con otro tacto para dedicársela a Memi March. Por su parte, Pol Batlle en la voz y Rita Pagés en especial con su trombón, dieron otra lectura a Vostè (tu, tu mateixa), mientras que Mau Boada y Joan Pons (El Petit de Cal Eril), tocados con sombreros de paja con vegetación ensartada y aire de campesinos tronados, hicieron dulcísima y a dos guitarras Cançó 7ª en colors en uno de los momentos más plácidos de la noche, con el público cantando para sus adentros el estribillo quina enveja, quina enveja.
Hubo más artistas, Dolo Beltrán, el dúo Alosa, Ivette Nadal, la voz de Sisa, el piano de juguete de Pascal Comelade, y a todos, o casi, los acompañaron The Mortimers, unos más de la familia tras que Memi March los introdujera en el mundo de Pau. Familia, la familia burguesa. Fue el centro del vitriolo que Pau soltó en Dioptria y 55 años después la familia, en una versión extendida, con amigos, hijos de diferentes esposas, reglas reconsideradas en un mundo de descalzos -así caminaron muchos por escena- y torsos desnudos, se erigió en protagonista. No era la familia que te toca, es la familia que te inventas, la que Pau se sacó de la manga a lo largo de su vida como un día dio luz a Dioptria, en cuya segunda parte cuestionó el mundo que él llegó a conocer con pesar. Han pasado 55 años y todo ha cambiado. Menos el sentido de sus canciones.
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