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Antón Gómez-Escolar, creador de Drogopedia: “En determinados contextos controlados, algunas drogas pueden curar”

El psicofarmacólogo, divulgador y autor de guías como ‘Expande tu mente’ aboga por más investigación y por un uso terapéutico controlado de los psicodélicos para los pacientes que no responden a los tratamientos convencionales. Frente al estigma y la desinformación, reclama mensajes veraces y un marco legal

Antón Gómez-Escolar, creador de Drogopedia

Sus tesis no funcionan ni como llamadas al hedonismo visceral ni como teorías peregrinas para disfrazar un vicio. Al contrario: conjugan estudios contrastados, experiencias en carne propia y estrategias alternativas que ya empiezan a ganar terreno en los despachos institucionales. Antón Gómez-Escolar, psicofarmacólogo y creador del canal educativo Drogopedia [solo en Instagram, tiene 51.000 seguidores], cree en el potencial de las sustancias psicodélicas para tratar enfermedades de salud mental. Y, aunque aún sea una práctica que bordea la legalidad o hablar de estas sustancias resulte controvertido, él no duda: “Lo que la ciencia nos muestra es que algunas drogas, en determinados contextos controlados y para determinadas personas, pueden curar”.

Esos contextos a los que se refiere son las consultas de psiquiatría. Y esas personas, las que tengan problemas de ansiedad, depresión, estrés postraumático o adicciones, entre otras dolencias. El investigador lo probó en su día y desde entonces aboga por este tipo de elementos: “En mi caso, lo ortodoxo no estaba teniendo una gran eficacia”, confiesa este madrileño de 37 años, “estuve en tratamiento con psicólogos, psiquiatras, tomando antidepresivos de todo tipo, benzodiazepinas... pero no tuve esa respuesta buena que algunas personas sí tienen. Como no mejoré, y cuando vi que la cosa se cronificaba, decidí buscar otra alternativa”.

La alternativa, en un espacio controlado, consistió en dos sesiones con sustancias psicodélicas acompañadas de psicoterapia. “Me fue fantástico. Cambió totalmente mi forma de entender mi mundo”, sentencia. Gracias a ese resultado y viendo su potencial, Gómez-Escolar se especializó en este campo. Navegó en el mundo de los alucinógenos, estudiando sus promesas y riesgos. Después, lo plasmó en su divulgación por redes y en libros como Guía esencial de renacimiento psicodélico o Expande tu mente, publicada hace unos meses por Grijalbo. El investigador es categórico a la hora de defender el alcance de estas sustancias, pero también cuando toca alertar sobre sus posibles efectos negativos: “La única forma de evitar cualquier peligro es no consumir”, advierte con vehemencia.

Incluye en ese aviso todo tipo de drogas, ya sean legales, alegales o fármacos. Desde el café, la más consumida, hasta el tabaco y el alcohol —las más dañinas a largo plazo—, pasando por los ansiolíticos. Porque la palabra droga es un concepto voluble, que va desde un medicamento hasta un experimento químico, sorteando corrientes culturales o escollos normativos. Para Gómez-Escolar, las que más notoriedad pueden ganar en los próximos años debido a su papel en salud mental son las psicodélicas como la psilocibina, el LSD, la ketamina o el MDMA. “Los psicodélicos no saldrán adelante como un tratamiento de primera línea, sino que están siendo una opción para aquellas personas que no han tenido buena eficacia con los convencionales”, insiste el experto.

Dichas sustancias empiezan a ofrecerse como “una segunda, tercera o cuarta opción” a quienes siguen mal después de años de intentos fallidos. “Los psicodélicos no serían la primera línea de batalla en salud mental, sino la última trinchera”, matiza. Aun así, deberían cambiar muchas cosas en cuanto a la legalidad de estas terapias, todavía en una esfera alegal. “Muchos de los terapeutas que trabajan underground lo hacen con los psicodélicos que llevan los pacientes para reducir los riesgos legales que podría tener para ellos administrar a su paciente una droga que todavía no está autorizada”, detalla.

Drogopedia

Gómez-Escolar explica la eficacia de esta terapia basándose en tres pilares. El primero y más revolucionario es la neuroplasticidad. “Los psicodélicos inducen una neuroplasticidad en el cerebro, aumentando la capacidad de las redes neuronales de reconfigurarse. Si estás en un contexto terapéutico, eso que a lo mejor habría requerido muchísimas sesiones de psicoterapia lo puedes conseguir con unas pocas”, expone. El segundo es la alteración de la actividad del cerebro, permitiendo que emerjan a la conciencia creencias subconscientes y otros procesos cognitivos automatizados que suelen ser el sustrato de trastornos como la depresión. El tercero es la experiencia subjetiva, “superreveladora”, que vive el paciente y que puede mostrar claves ocultas para la sanación.

Frente a los psicofármacos convencionales, que “generalmente tapan el síntoma”, se usan “diariamente durante mucho tiempo” y a menudo mantienen al paciente “como en Babia, desconectado de sus emociones”, los psicodélicos hacen lo contrario. “Permiten al paciente reconectar consigo mismo y profundizar en las causas subyacentes del trastorno en un contexto en el cual esté a salvo, para poder trabajarlo”, apunta. Este proceso, que puede ser doloroso al sacar traumas a la luz, es por lo que el contexto controlado es primordial: “Si se hace a la ligera, podría llevar a vivir una experiencia difícil, a retraumatizarte”. Gómez-Escolar recalca que no es la droga por sí sola, sino la “psicoterapia asistida con psicodélicos” la que produce el efecto terapéutico duradero. La sustancia es un potenciador.

Para el divulgador, actúan como un “catalizador” o un “amplificador” de lo que hay dentro y alrededor del individuo. De ahí la importancia del set and setting (es decir, del estado mental y del entorno): “La diferencia entre tomar 200 microgramos de LSD en una consulta con un profesional después de mucha preparación y tomárselos improvisadamente en un festival de música en agosto a 40 grados”, ilustra mientras recuerda la coyuntura sociopolítica de la prohibición de estas sustancias. Sobre todo, a partir de los años setenta, cuando habían tomado cierto auge social. Su prohibición no fue casual, aduce. Ni positiva: “Fue una desgracia para la investigación científica, porque la hizo desaparecer”. Aquellas corrientes ligadas a las sustancias, esgrime el ensayista, se politizaron en exceso. “Ahora la psicodelia es de laboratorio y de hospital. Es un movimiento eminentemente científico”, reflexiona. Este “renacimiento psicodélico” es, a su juicio, mucho más serio y tiene el potencial de llegar a donde el anterior no pudo.

Y España puede sumarse después de haber sido uno de los países pioneros pero haberse quedado atrás. “En el año 2002, se canceló en Madrid la primera investigación que se hacía en el mundo con MDMA para tratar el estrés postraumático en mujeres víctimas de violencia sexual en el Hospital de la Paz. Se detuvo por decisiones políticas después de que se armase la marimorena por un artículo periodístico”, anota. Escollos como aquella anulación, afirma, nos alejaron de la vanguardia. Mientras, países como Australia, Canadá, Alemania, Suiza o la República Checa ya han autorizado estas terapias. “La pregunta es: ¿queremos seguir estando en la cola o vamos a empezar a mover esto?”, concluye, enumerando algunos ensayos, universidades y nombres que están impulsando este ámbito de la psicoterapia.

Un obstáculo puede ser la imagen que se da a la población de estas sustancias. Gómez- Escolar es crítico con las campañas catastrofistas que meten todas las drogas en el mismo saco y no tienen en cuenta el contexto de uso. “Cuando continuamente se da un mensaje extremadamente catastrofista de todas las drogas, sin importar que se usen en un hospital o un festival, se generan muchos prejuicios que frenan la investigación. Además, a nivel del uso recreativo, vivimos la dinámica del cuento de Pedro y el lobo: quien prueba estas sustancias se da cuenta de que no pasa eso, al menos de primeras, y acaba desconfiando totalmente de ese mensaje, lo que lleva a un consumo de mayor riesgo y mayores problemas”, sostiene.

“No se trata de fomentar el consumo, sino de que quien decida hacerlo, aun conociendo los riesgos, lo haga de la forma más segura posible”, sentencia, sin abogar por una legalización general. Al revés: Gómez-Escolar cree que el camino debe ser lento y controlado, empezando por el uso terapéutico: “Si de la noche a la mañana autorizas el uso de sustancias tan potentes, complejas y desconocidas en Occidente, lo más probable es que haya problemas. Los hubo hace décadas y los volvería a haber”. Su apuesta es dar tiempo a la sociedad para que absorba y entienda estas herramientas desde la investigación y la educación, priorizando a quienes más las necesitan. Así, esta revolución psicodélica se abrirá camino dejando atrás estigmas y alejada de consignas libérrimas. “Será algo serio y científico, con un gran recorrido terapéutico”, remacha.

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