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En las entrañas del templo sexual de Noemí Casquet: “Puedes leerlo todo del placer, pero la pregunta del millón es: ¿Cuánto tienes en tu vida?”

La escritora y popular creadora de contenido celebra el primer aniversario de Santo Amor, un local en Madrid destinado a enseñar sobre el placer con talleres de masturbación o de energía sexual y un lugar donde se festejan divorcios o se conecta con la pareja

Noemi Casquet

La divulgadora de sexo Noemí Casquet (Barcelona, 33 años) cree en las sincronías. En esos acontecimientos que se funden inesperadamente. Y, según dice, su local en Madrid es fruto de una de ellas. Veamos. En 2021 decidió llevar a una amiga a un club swinger. Hasta ahí, todo normal (si lo normal en tu vida es ir con amigas a clubes swinger, claro). Se tomaron algo, observaron a la gente y la también escritora tuvo una revelación: montaría un espacio donde se enseñara a disfrutar del sexo de forma consciente, no con la mecánica impersonal que presenciaban en los sofás y tras las cortinas de alrededor.

Tres años después, abría un local llamado Santo Amor en el madrileño barrio de Chamberí. El calendario marcaba el 24 de octubre, el mismo día de aquella noche libertina. La coincidencia cerraba un círculo y, en cierta forma, solidificaba toda la trayectoria de Casquet: esta barcelonesa lleva más de una década abordando la sexualidad desde diferentes prismas.

Empezó como articulista y columnista en varios medios. Continuó con Mala mujer, un ensayo sobre la reivindicación del poder femenino. Se pasó a la ficción con Zorras, Malas y Libres, trilogía que se convirtió en serie. Viró a algo más reflexivo en el díptico Cuerpos y Almas. Y culminó el viaje, por ahora, con Éxtasis y Pirómanas, otro escalón hacia la investigación del placer.

Ahora celebra el primer aniversario de su local, que baja a tierra todas las páginas escritas, las participaciones en programas de radio o televisión y la nube de conocimientos y experiencias atesoradas por esta influencer del deseo (acumula 2,5 millones de seguidores solo en Instagram). Pero, ¿por qué embarcarse en semejante empresa, si gozaba de una posición privilegiada en la esfera virtual y novelística? Porque, razona, después de tanta divulgación en redes, de tanto diálogo picante y de tanta teoría, quería llevarlo a la práctica. Y porque tiene una convicción que actúa como mantra y como propósito: “Nunca es tarde para aprender a tocar un coño o una polla”.

“Puedes leer todo lo que quieras del placer, pero la pregunta del millón es: ¿cuánto tienes en tu vida?”, cavila en medio de una sala de luz tenue y olor a incienso. Casquet atiende vestida con una mezcla de monitora de taichí y tarotista: pies descalzos, pelo recogido en una cinta y ropa elástica que adivina una constelación de tatuajes con figuras esotéricas. Mostrando con entusiasmo las dos plantas de su guarida, la incansable autora explica a qué dedica cada estancia: talleres de placer femenino y masculino, de mindfullness sexual o cuartos para ceremonias privadas.

Una mezcla que parece rozar otras iniciativas existentes, pero que se desvía hacia lo inclasificable. Santo Amor, concede su creadora, no podía ser ni un club de intercambio de parejas, ni un rincón para meditar, ni un centro médico. Es un hogar del deleite, signifique lo que signifique tal etiqueta. “¿Quién sabe lo que es una escuela de placer, si no existe?”, responde ella. “La gente tiene en mente el yoga, el pilates o el gimnasio, cosas así. Pero no esto”. Esto es un sitio donde se dan clases, se festejan divorcios, se acude a conectar con la pareja o se pide cita en una consulta de sexología. “Siempre digo lo mismo: la parte buena es que no tenemos competencia; la parte mala, que no tenemos competencia. Entonces es cuando hay que enseñarle a la gente por qué es necesario”, apunta.

Casquet y su equipo dan lecciones sobre cómo estimular la vulva o cómo masajear un falo para alcanzar el orgasmo, pero también sobre “energía sexual” o técnicas de tantra. De este sótano con 600 metros cuadrados salen “diosas de las pajas” y personas más contentas con su cuerpo. Aunque falta gente por atraer. Según indica, el perfil principal es el de mujer joven. “Nos viene desde la que dice ‘hola, no siento nada desde hace años’ hasta la que dice ‘hola, lo siento todo y quiero sentir más”, explica, detallando un sistema de tarifas que oscila entre las clases sueltas, en torno a los 35 euros —o 17, si es de prueba—, hasta los bonos de varias sesiones al mes, cuyo precio va de 70 a 150 euros.

“Una de las obsesiones que tengo es llegar a la gente mayor, porque creo que les es muy necesario. Las mujeres que tienen menopausia y de repente el deseo cambia. O las que se quedan solteras y quieren exprimir toda su vida sexual. O quien de repente tiene 70 u 80 años… ¿Dónde queda tu seducción, tu sensualidad?”, enumera la experta. También le cuesta atraer a los hombres. “No han tenido un espacio social donde puedan expresar que no se les pone dura, o que de repente tienen estrés y no les apetece, o que eyaculan muy precoz, o que no disfrutan tanto y se sienten disociados en el sexo”, reflexiona. Todo esto, continúa, siempre se ha hablado desde el punto de vista femenino. “Creo que es importante que tengan un espacio con otros hombres, que puedan compartir que les pasa lo mismo”, anota. “Está muy bien reírnos de que no saben encontrar el clítoris, pero ¿quién les enseña? Hay tanto potencial del placer masculino, y se está haciendo tan poco, que una parte también de Santo Amor es esto, poder llegar a ellos y que aprendan”, sentencia.

Su proyecto pretende ser ese refugio. Y favorecer la experiencia colectiva. “En los templos se crea una energía de grupo. Hablo de una sensación espiritual que solo puedes experimentar si la vives”, ilustra Casquet, que hunde algunas de sus enseñanzas en el tantra. “Es una disciplina que fusiona la espiritualidad con la sexualidad, porque la sexualidad puede ser un vehículo para lo espiritual. A partir de ahí, nos interesa el ser más conscientes de qué estamos haciendo en la práctica, no tener tanta prisa, poder ampliar más el placer”, esgrime.

Y ella toma ese “legado ancestral” y lo mezcla con “sexología y ciencia”, sostiene: “El placer no es solo teoría, no es leer un libro, sino experimentar”. La secunda en sus postulados Diego Lima. Este brasileño de 39 años integra en su formación lo administrativo y lo tántrico. Ambas facetas las cultivaba en su São Paulo natal antes de mudarse a Madrid y conocer a Casquet, de quien se hizo pareja antes de montar Santo Amor (“tuve una conexión cuando vi que se quedaba en trance durante el sexo, como yo”, confiesa la emprendedora, quizás como otro caso de sincronía).

Lima dirige la tarde de nuestra visita el taller de energía sexual. En él, trata de canalizar esa energía a través de asanas, “liberando bloqueos y fortaleciendo instintos, emociones y placer”. A lo largo de una hora y cuarto, sobre una esterilla, el maestro va formulando interrogantes: “¿Cómo está tu cuerpo? ¿Qué te pasa en tu vida?”. Alternando posturas de yoga y minutos de relajación, con música relajante de fondo, cuatro asistentes se contonean a las órdenes del guía. “La energía sexual está en la base de la columna, con estos ejercicios la conectamos. Y aunque hay que seguir trabajándolo, se sale con algo aprendido”, se despide.

“Tenía un bloqueo y quería venir. Estoy en el círculo del desarrollo personal y me apetecía probar. Ya hice un intensivo de autocuidado y me encantó”, valora V. G., una de las alumnas, de 52 años. A otra, que prefiere omitir su nombre, pero que se define como “una vasca de 57 años”, fue el fisioterapeuta quien se lo recomendó para el suelo pélvico. “Llevo un proceso particular de estudios de la energía y quería canalizarla”, resume. Daniel, un joven de 27 años, ha acudido por primera vez. “Me parecía interesante y ha sido muy familiar”, sonríe quien conocía el sitio por los vídeos y libros de Casquet.

Muchos, asume la escritora, llegan por su popularidad. Pero el trasvase de esos millones de seguidores en Instagram, sin embargo, tardó en consolidarse. “Arrancar fue muy difícil. En marzo pensaba que me arruinaba”, rememora. Siguió, a pesar de las trabas, porque considera que cualquier objetivo conlleva un pequeño porcentaje de actitud y otro más grande de ejecución, de acción. “Santo Amor es una extensión de mi mundo. Es donde creemos que se puede sanar a través del placer”, sintetiza la célebre sexóloga, regresando a esa madrugada swinger en la que se invocó a la casualidad y surgió este misterioso universo: “Han llegado pensando muchas cosas. Ha venido un ‘Manolo’ preguntando: ‘Pero, ¿aquí hay masajes con final feliz?’. No, Manolo, somos una escuela, y todos tenemos que aprender nuestra sexualidad y el potencial que albergamos sobre ella”.

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