Carrera contra reloj en Madrid: estudiantes y profesores a la caza de pisos compartidos
El precio medio de alquilar una habitación en las grandes ciudades españolas ya es de 420 euros mensuales y en la capital el coste de un cuarto se ha disparado un 10,2% en el último año, escalando hasta los 550. Es la autonomía más cara, después de Barcelona

Baltasar Abellán, murciano de 22 años, subió este verano unas fotos de una casa sin derechos de autor a Idealista, uno de los portales inmobiliarios digitales más conocidos. La anunció a precio bajo y en la descripción del inmueble advirtió de que se trataba de un reclamo falso, antes de confesar su intención real: encontrar compañeros de piso para buscar una vivienda. Esta estrategia surgió fruto de su desesperación tras días intentando alquilar una habitación sin éxito. “Me di cuenta de que era más fácil conseguir un apartamento entero que un único cuarto. Esa tarde no bajé a la playa, tenía una avalancha de mensajes de personas interesadas”, explica. Tras hacer un casting, seleccionó a dos chicos que le “inspiraron confianza”, pero todavía siguen los tres buscando un alojamiento para empezar sus estudios de posgrado en Madrid en septiembre. “No es tarea fácil”, confiesa.
El precio medio mensual de alquilar una habitación en las grandes ciudades españolas, como Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y Sevilla, ya es de 420 euros y en la capital el coste de arrendar un cuarto se ha disparado un 10,2% en el último año, escalando hasta los 550 euros. La Comunidad de Madrid es la autonomía más cara, después de Barcelona, y donde más influye el coste de vida a la hora de que los estudiantes escojan universidad. El precio de la vivienda ya condiciona la elección de la facultad. Así lo ha revelado este mes el informe La influencia de los universitarios en el mercado del alquiler de Live4Life, empresa dedicada al arrendamiento de pisos y habitaciones para estudiantes y jóvenes profesionales.
El gerente de esta entidad, Alberto Añaños, insiste en que es una subida de los precios difícil de asumir para la mayoría de los bolsillos. Se encarecen las zonas universitarias, aunque aumentan más los costes en las áreas periféricas ante un problema latente de oferta y demanda, a su juicio. El distrito madrileño de Moncloa, uno de los más caros, ha subido sus alquileres un 5,6% respecto a 2024, pero en Villa de Vallecas, donde se mantenían los precios más bajos, el aumento ha sido de un 18,9% en el último año.
“Habrá alumnos que en septiembre, lamentablemente, no tengan una casa en la que dormir”, lamenta Añaños. Ante la crisis de acceso a la vivienda, el Gobierno ha puesto en marcha un plan para la construcción de más de 40.000 casas de alquiler asequible. También establecerá mayores trabas a los pisos turísticos y a la vivienda vacía. Según los cálculos del Banco de España, el desajuste entre demanda y oferta es importante: faltan unos 600.000 hogares.
“Veo anuncios de habitaciones por 600 euros para compartir piso con 12 personas, es bastante fuerte”, expresa Abellán, que se ha matriculado en un máster de Inteligencia Artificial. Su futuro compañero de piso, Carlos Zaragoza, también murciano de 22 años, se ha inscrito en otro posgrado de Finanzas Cuantitativas tras graduarse en Matemáticas. “Llevo dos meses buscando sin éxito”, comenta. Siente la presión, sabe que busca alojamiento contra reloj, su formación empieza el 8 de septiembre y todavía no tiene un techo.
“Paso una jornada laboral en Idealista, es lo primero que hago en cuanto me despierto. Esto es una odisea. Espero encontrar algo, pero quizá algún conocido tenga que acogerme unos días en su sofá”, cuenta. Los precios que Abellán y Zaragoza están dispuestos a pagar oscilan entre los 580 y los 720 euros por cuarto, consideran que es lo mínimo para encontrar algo habitable en Moncloa, el distrito donde se encuentra Ciudad Universitaria, o en sus alrededores. El piso que más les gusta cuesta 1.800 euros, pero no reciben una respuesta definitiva de la arrendadora, probablemente por la avalancha de solicitudes que esta ha recibido.
Abellán prepara la conversación que tendrá con los caseros como si fuese una entrevista de trabajo. “Dices una palabra que no les cuadra y te descartan”, comenta. Lo sabe porque al principio decía que buscaba una habitación para seis meses, que podían ser prorrogables, y era automáticamente eliminado del casting. “Hemos visto zulos con la cama pegada a la nevera y bajos sin ventanas de 60 metros cuadrados. La cosa está fatal”, comenta.
Zaragoza ya ha cambiado sus expectativas. “Mi presupuesto máximo en junio eran 500 euros y ahora ya pienso que 650 euros es un chollo”, expresa. Denuncian cláusulas abusivas por parte de las inmobiliarias. Aseguran que muchas les exigen de entrada el pago del mes de septiembre, más dos mensualidades a mayores como fianza y otra añadida por los gastos de gestión al ejercer de intermediarias entre el casero y los estudiantes.
Esta condición es ilegal en los alquileres de residencias habituales desde la entrada en vigor de la Ley de Vivienda en 2023. “Si me niego a asumir estas condiciones, me quedaré sin piso porque hay otros 30 esperando. Tengo ahorros, pero me van a tener que ayudar mis padres, necesito alrededor de 2.000 euros para pagar los gastos iniciales”, confiesa Abellán.
El presidente de la Asociación Madrileña de Empresas Inmobiliarias, Miguel Ángel Gómez, reconoce que “lo que hace pocos años era el precio de un piso, hoy es el de una habitación”. Insiste en que para paliar este problema se necesita construir más vivienda para conseguir una mayor oferta, brindar más seguridad jurídica, tanto para el inquilino como para el arrendador, y desarrollar un registro obligatorio de agentes inmobiliarios como en la mayoría de los países europeos.
“Un camarero necesita su título de manipulador de alimentos para servir una caña, pero en nuestro sector cualquiera vende o alquila, lo que puede propiciar conductas poco éticas, aunque no es lo habitual”, comenta Gómez. Si un joven asalariado en España quiere salir de su hogar parental, debe destinar de media el 92,3% de su sueldo para vivir solo en un piso alquilado.
Los profesores también comparten piso
A finales del año pasado no existía una comunidad autónoma en la que un joven con un sueldo medio pudiese acceder a una vivienda a precio de mercado sin caer en el sobreesfuerzo, según datos de la última entrega del Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. Lo corrobora el profesor de Biología, Josema Garrido, de 29 años. Acaba de encontrar una habitación en el distrito de Carabanchel tras anunciar que buscaba habitación en la red social X.
Ha conseguido este año plaza en el Instituto Renacimiento y es el cuarto curso académico que comparte piso en la capital desde que se dedica a la docencia. “He encontrado un chollo por 350 euros, pero es que gano 1.200 porque estoy a media jornada. Para mí Madrid es hostil, nunca pensé que tendría que vivir así siendo profesor. Hay que adaptarse, no queda otra”, dice resignado. Mientras, Nicole González, costarricense de 31 años, sigue en la búsqueda de un hogar. Estudiará un máster de Dirección de Proyectos y aunque su presupuesto es más elevado porque cuenta con una amplia trayectoria laboral como abogada, solo se topa con dificultades.
Por ello, ha venido a Madrid apropósito para ver pisos de forma presencial, lo que la ha obligado a pagar 1.100 euros por quedarse el mes de agosto en una habitación de un apartamento compartido en Sol, mientras encuentra algo estable que se ajuste a su presupuesto: “Piden mucho para lo poco que ofrecen. A mi edad me solicitan el aval de mis padres, es surrealista. Todavía no me he instalado y siento que Madrid ya me está expulsando. Confío en que todo mejore”.
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