Las guarderías para plantas no dan abasto en vacaciones: “Les hablamos, si hace falta”
En la Comunidad de Madrid los servicios de cuidado botánico están en auge y el verano es su temporada alta. Los vecinos hacen las maletas más tranquilos al dejar sus macetas a buen recaudo

Iván Giacomoni, vecino del barrio madrileño de Moncloa, cuando termina de hacer las maletas para irse de vacaciones a los alpes italianos, su tierra natal, coge su bonsái de manzano y lo lleva a la guardería para dejarlo a buen recaudo. Esta es su rutina de verano desde hace unos años, cuando se enteró de que la floristería Lufesa, ubicada en el distrito de Chamberí, ofrecía este servicio desde 2020. “Las plantas son seres vivos, no puedo dejar que se mueran, tengo una responsabilidad”, insiste este hombre de 44 años. El resto de sus vegetales quedan al cuidado de los vecinos, pero este ejemplar en concreto requiere una atención más específica. “Prefiero llevarlo a un profesional antes que pedir favores. Le tengo mucho aprecio, fue un regalo de mi mujer por mi cumpleaños y ya tiene 13 años”, comenta.
Las guarderías ya no son solo cosa de humanos. Nacieron para atender a los más pequeños, pero ya hace años que reciben mascotas y cada vez con más frecuencia, plantas. “No damos abasto, estamos desbordados. Hemos colgado el cartel de completo hasta nuevo aviso”, dice Pepe Tesoro, el coordinador de la guardería botánica del Círculo de Bellas Artes de Madrid, ubicada en el salón de bailes. Abrió sus puertas el 11 de julio y estará disponible hasta el 5 de septiembre por segundo año consecutivo.
Se encuentra dentro de un refugio climático que promueve la entidad para combatir el calor sin necesidad de consumir. “Es un servicio público y gratuito, abierto a todo el mundo”, insiste Tesoro, rodeado de cactus, calatheas, ficus, jazmines y palmeras. Ya no cabe una maceta más, hay 200 en total, pero su equipo intentará ampliar el aforo en 2026. Los interesados se inscriben con sus datos en un formulario digital e indican las franjas horarias a las que pueden entregar y recoger sus vegetales.
La mayoría de los madrileños recurren al servicio antes de marcharse de vacaciones, pero hay muchos que lo hacen porque residen en casas muy calurosas, que no pueden acondicionar. “Quieren proteger a sus plantas de las altas temperaturas”, aclara Tesoro. Los usuarios son variados, desde personas jubiladas hasta parejas jóvenes. Cada uno puede llevar un máximo de cinco ejemplares, que deben ser revisados previamente para asegurar que están libres de plagas comunes antes de ser puestos con los demás.
Conviven con los del resto de vecinos que acuden al servicio y con las plantas del Círculo de Bellas Artes y del Vivero de Estufas del parque del Retiro, cedidas para acondicionar el refugio climático. Un jardinero se encarga del riego, del mantenimiento y de la aplicación de tratamientos ecológicos. Lo que más le sorprende a Tesoro es ver el vínculo emocional de los dueños con sus ejemplares. “Nos ayudan a colocarlos en un sitio en el que creen que les va a gustar estar, nos piden que los cuidemos con cariño y vuelven a buscarlos felices”, comenta.
Jesús Sánchez, el gerente de la floristería Lufesa, una de las más antiguas de la capital que abrió sus puertas en 1960, cuenta que decidió poner en marcha este servicio para hacerle un favor a sus clientes. “Siempre volvían de vacaciones preocupados por el estado de sus plantas porque los hijos o el portero no las habían cuidado bien. Para evitar disgustos, decidimos montar la guardería. A quien le gustan mucho las plantas, le hacen tanta compañía como un animal”, asegura el director.
Como paisajista e ingeniero agrícola de formación, se hace cargo de los vegetales junto a un joven que realizó un ciclo de formación superior en jardinería y floristería. Tiene dos tipos de clientes, los que tratan a su ejemplar como a una mascota y los que tienen un cariño especial a una planta concreta porque se la regalaron en un momento vital importante o pertenecía a un familiar ya fallecido.
Sánchez, que abre la guardería botánica todo el año, considera que las necesidades son constantes. “Muchas familias nos traen a sus ejemplares durante el proceso de mudanza y también recurren a nosotros empresas que quieren resguardarlos si tienen obras en las oficinas”, explica. Ofrece recogida y entrega a domicilio. Una planta lleva a su cargo desde hace más de un año porque su dueño encontró un trabajo temporal en el extranjero. Su entidad suele albergar un centenar de ejemplares. El precio del servicio oscila entre los 50 céntimos y los 1,50 euros al día, en función de la especie y de su envergadura, pues no todas requieren el mismo cuidado.
Lufesa dispone de una sala climatizada y otra exterior para las plantas, además de una estancia aislada con la intención de que las que entren en estado delicado puedan hacer cuarentena alejadas del resto para evitar contagios. “Las abonamos, les damos los fitosanitarios que necesitan, las regamos y las podamos. Además de guardería, somos un poco hospital”, comenta.
Ante la visible demanda de cuidados botánicos, este año el museo Centro de Arte Dos de Mayo de Madrid, ubicado en Móstoles, también se ha animado a desarrollar un proyecto similar gratuito. La Iniciativa Regadera acoge las plantas de los vecinos desde el 25 de junio al 15 de septiembre. “Solo tienen que contarnos lo que necesitan y nosotros nos encargamos del resto, les buscamos el mejor rincón, las regamos y hasta les hablamos, si hace falta. Las tratamos como si fueran familia”, cuenta la subdirectora del museo, Ana Ballesteros.
Unos once años antes, el ayuntamiento de Pozuelo de Alarcón, a través del aula de educación ambiental, ya puso en marcha un hospital de plantas, una iniciativa con servicios de consulta, información técnica y formación de los voluntarios encargados de los vegetales. El consistorio facilita, además, durante el periodo estival un servicio de guardería botánica. Esta tendencia traspasa fronteras y también está presente en Reino Unido, donde la empresa Patch abrió en 2019 el primer hotel de plantas del mundo. Se encuentra en Londres y ofrece habitaciones soleadas y sombrías en función de las necesidades de los vegetales, además de un servicio de spa con nebulizadores y una carta variada de tratamientos.
Giacomoni reconoce haber recogido su bonsái en la guardería en mejores condiciones de las que lo llevó en numerosas ocasiones. “El momento más complicado es la recepción de la planta, intentamos conocer su rutina para intentar que note lo menos posible el cambio”, comenta el gerente de Lufesa. Si los clientes desean ver sus ejemplares mientras están de vacaciones, les envía fotografías y les comenta cómo están: “Lo importante es que estén tranquilos. Cada vez la población es más consciente de que son seres vivos y no un objeto de decoración”.
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