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En colaboración conCAF

El riesgo de perder miles de flores invisibles para la ciencia

Según un estudio hecho en Brasil, el 80% de las áreas potencialmente más ricas en especies que aún no han sido nombradas no están protegidas

La 'Aechmea fasciata' es una especie de planta con flores de la familia de las bromelias, originaria de Brasil.
María Mónica Monsalve S.

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La doctora brasileña Janaína Gomes-da-Silva recuerda con detalle el momento en que decidió dedicarse a la taxonomía, una rama de la ciencia encargada de clasificar a los seres vivos jerárquicamente, basándose en sus relaciones evolutivas. Lo hizo desde la ventana de un avión, mientras miraba la pampa sudamericana. Su sueño inicial, de hecho, era ser piloto. “La vista desde arriba me despertó una profunda curiosidad. Quería saber qué eran esas plantas, cómo evolucionaron y por qué eran diferentes entre una región y otra. ¿Qué historias contaban?”, continua. Esta semana, precisamente, dio a conocer uno de esos ansiados relatos. Junto a otras dos botánicas publicó en Plos One un estudio en el que estiman que en todo Brasil aún faltan por describir entre 7.343 y 9.595 especies de plantas con flores (o angiospermas). El 80% de las áreas que son potencialmente las más ricas en especies que aún no han sido nombradas, además, no están bajo ninguna figura de protección, aunque un 50% se encuentran en tierras indígenas.

“La ausencia de un nombre científico hace que una especie sea casi invisible para la ciencia”, advierte. Lo que no se nombra, no se diagnostica, y mucho menos se le otorgan esfuerzos para conservarlo. A escala mundial, y en medio de una acelerada crisis de pérdida de biodiversidad, es probable que la mayoría de las especies vegetales que han sido descritas desde 2020 y sobre las que se conocerá en los próximos años, sean categorizadas como amenazadas de extinción tan pronto sean evaluadas. Por eso, afirma, era importante determinar en qué parte del territorio brasileño deben concentrarse los esfuerzos. “Es el país con mayor diversidad florística del mundo”, recuerda.

No fue una tarea menor. Usaron información taxonómica de 32.9000 especies de angiospermas nativas de Brasil, recogida en 267 años (entre 1753 y 2020), a lo largo de lo que se conocen como los seis dominios fitogeográficos brasileños: Amazonia, Mata Atlántica, Caatinga, Cerrado, Pampa y Pantanal. “Son regiones geográficas en la que prevalecen determinadas condiciones morfológicas y climáticas, y en la que predomina un determinado tipo de vegetación”, explica Rafaela Campostrini Forzza, coautora del estudio.

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Tras sumarle otras capas de datos relacionados con la densidad de la población y las capacidades taxonómicas del país, echaron mano de un modelo que les permitió extrapolar los resultados para predecir el porcentaje de angiospermas que pueden existir y no se han descrito, así como los lugares en los que permanecen ocultas para la ciencia. El catálogo brasileño, dice el estudio, está incompleto en al menos un 19%-23%, y las regiones que ofrecen un mayor potencial son la Amazonia y Caatinga.

Que la selva tropical más popular del mundo apareciera allí fue algo esperado. Pero lo que a Gomes-da-Silva le sorprendió fue que a su lado estuviera Caatinga, un bosque adaptado a sequías en el noroeste de Brasil. Es un bioma “que ha sido históricamente descuidado, tanto por las políticas públicas como por la investigación científica, ya que gran parte del enfoque conservacionista del siglo XX se centra en la preservación de las selvas tropicales”, comenta. “No esperaba una señal tan fuerte de biodiversidad por descubrir en una región que durante mucho tiempo ha sido subestimada en las estrategias nacionales de conservación”.

Al cruzar los resultados con áreas protegidas, por ejemplo, las investigadoras constataron que Caatinga carece de cobertura de protección en las zonas con alto potencial para nombrar nuevas especies. De hecho, solo representa el 1,3% de las áreas con este tipo de figuras en Brasil, mientras que la cifra para la Amazonia alcanza el 28%. Sobre el hecho de que el 50% de las posibles nuevas especies esté en territorios indígenas, la bióloga asegura que, esto, una vez más, demuestra que sus conocimientos son “muy eficaces para preservar la integridad ecológica y deben sumarse de forma significativa en las políticas nacionales”.

Ver qué sucede específicamente con las angiospermas en Brasil fue una elección en parte subjetiva, admiten. Las tres le dedican el día a día de su trabajo a este tipo de plantas. Sin embargo, conocerlas es algo que también puede resultar atractivo para industrias como la cosmética, la farmacéutica y la agricultura.

En la ciencia, hay una “ceguera de las plantas” (plant blindness), apunta la doctora Eimear Nic Lughadha, otra coautora del artículo. Gran parte de los recursos para la conservación están dirigidos a animales, sobre todo a aquellos que los humanos consideran “carismáticos”. Mientras que la mayoría de mamíferos, aves, reptiles y anfibios ya tienen una evaluación sobre su riesgo de extinción en listas como la de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), solo una cada de cinco especies de plantas cuenta con este tipo análisis. “A pesar de la proporción mucho menor de especies vegetales evaluadas, el número documentado en peligro de extinción supera el número total de anfibios, aves, mamíferos y reptiles en la misma categoría”, agrega Nic Lughadha.

Este estudio busca dar luces para balancear ese desequilibrio. En Brasil, estas botánicas ya apuntaron a los lugares que tienen más potencial para describir nuevas especies de plantas con flores. Lo que sigue, esperan, es que se desenrolle toda la cadena: se nombren, se investiguen y se protejan.

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Sobre la firma

María Mónica Monsalve S.
Periodista de América Futura en Bogotá, Colombia. Antes trabajó en El Espectador. En 2020 fue ganadora del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Máster en Cambio Climático, Desarrollo Sostenible y Políticas de la Universidad de Sussex (Reino Unido).
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