Álvaro Lobato, el juez de la batalla judicial entre Just Eat y Glovo que cuela doctrina económica en sus sentencias
El instructor del caso Just Eat contra Glovo ha soliviantado a la Inspección del Trabajo con manifestaciones contrarias a la fiscalización laboral sin valor jurídico


El juez Álvaro Lobato no deja indiferente a quienes tienen que tratarlo en la Ciutat de la Justícia de l’Hospitalet, donde dirige el Juzgado de lo mercantil número 2 de Barcelona. Hace poco menos de dos años se ganó el respeto de los expertos en Derecho Mercantil por su sentencia sobre Celsa y ahora surfea una polémica ola que, de momento, le va a llevar hasta el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Considerado por sus colegas un ultraliberal de formación muy estadounidense y un poco provocador, ha soliviantado a la Inspección de Trabajo, que pide al gobierno de los jueces medidas disciplinarias contra él. El motivo es la sentencia de la causa de Just Eat contra Glovo por competencia desleal. Pero el problema no está tanto en el fallo, favorable para la segunda cadena de reparto de comida (con múltiples sentencias laborales en contra a rastras), sino por la forma de defender en la sentencia sin venir a cuento su modo de ver la economía y la demostración de cierto hastío de ese “eco nostálgico —escribe en el fallo— de la España sindicalizada” y de, en su opinión, un extremo afán de control de la inspección laboral.
“Es más raro que un perro verde, a veces incluye en sus fallos sus propias teorías del mundo empresarial, con independencia del mundo del derecho”, explica un abogado que ha pasado por su juzgado en alguna ocasión. Efectivamente, este madrileño —donde reside, pese a que su puesto de trabajo esté en Barcelona— cursó estudios de Derecho y Economía y en 1985 entró en la carrera judicial, incorporándose cuatro años más tarde a los juzgados. Una década después hizo una pausa y se dedicó al mundo del Derecho desde los grandes despachos. Gómez-Acebo y Pombo, el suyo propio, DLA Piper… y en 2022, tras haber conocido el mundo de los litigios de los fondos de inversión, volvió a ponerse la toga de magistrado.
Buen jugador de ajedrez, supo jugar virtuosamente sus piezas en el juicio de Celsa y salió muy airoso, pese a todas las presiones de la familia Rubiralta (antigua propietaria), que intentó jugar incluso la carta de su recusación para ganar tiempo. Su sentencia sobre la siderúrgica entregó la propiedad a los fondos acreedores en lo que algunos entendían una master class: trataba de una mastodóntica empresa de mil cabezas, con una bola de deuda inasumible, con la covid de por medio y, además, con el primer plan de reestructuración utilizado con la nueva ley concursal.
Mientras en ese tema triunfó, algunos letrados afean su posición de salida en los casos de segunda oportunidad, en la que ciudadanos endeudados tratan de sacarse carga crediticia de sus espaldas. “Cuando te toca, te preocupas”, señala una fuente sobre este hombre que a veces ha manifestado que quizás esas personas no tendrían que haber corrido tanto riesgo con el dinero ajeno, por lo que no le tiembla el pulso a la hora de tumbar la mayoría de las peticiones de segunda oportunidad que caen en su negociado. De hecho, eso es lo que llevó Celsa a manos de los fondos que atesoraban deuda que ya acumulaba impagos.
Y Lobato nunca ha tenido problema en explicar cuál es su visión del mundo, como ha dejado negro sobre blanco también en las 50 páginas de la causa de Glovo. En un video para la Fundación Fide de la que es patrono y en la que ejercía de entrevistador fue capaz de afirmar: “Un obrero de la construcción vive mejor que Luis XIV en la Corte de Versalles”, sin aclarar el momento concreto de la vida del monarca francés al que se refería. En otras de sus intervenciones, antes de introducir la pregunta definitiva, ofrecía su visión del mundo de la empresa. En su opinión, por ejemplo, “la empresa no es terreno de la lucha de clases, el capitalismo ha cambiado mucho y esa visión tan beligerante ya no se corresponde”, para acto seguido atacar directamente a los sindicatos: “Tiendo a pensar que este tipo de organizaciones tienden a defender los intereses de sus miembros o de las burocracias que defienden. ¿Tiene sentido ese sindicalismo en la empresa del siglo XXI?”.
El culmen de su pensamiento vio la luz este jueves, en el fallo que, si no se recurre a instancias superiores, ha puesto final a la batalla entre Glovo y Just Eat. Esta última acusaba a la primera de haber aprovechado su red de repartidores en situación de falsos autónomos para ahorrar dinero y utilizarlos para hurgar en la competencia con sus rivales a través de una política expansiva tanto en lo territorial como en contratos exclusivos con cadenas de restaurantes. Lobato negó que existieran datos que confirmaran esa acusación cuantificada en casi 300 millones de euros y aprovechó para lanzar afirmaciones que podrían haber dicho los protagonistas de la fotografía que ilustraba uno de sus artículos publicados en El Confidencial: Elon Musk y Javier Milei. “Hay que hacer un esfuerzo de contención para no calificar como denodada e incansable persecución el continuo acoso de la Inspección de Trabajo”, introdujo Lobato en la sentencia a sabiendas del nulo valor jurídico de la declaración, simplemente para asimilar a ese organismo de control a una suerte de Santa Inquisición. Pese a esa falta de efectos jurídicos, sí podría acarrear consecuencias disciplinarias para el juez, si así lo decide el CGPJ. Pero, como dice un colega, “con 65 o 66 años, está de salida y tiene más dinero que talento”.
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