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Just Eat carga contra Glovo en el juicio de los repartidores de comida: “Han erosionado los márgenes de toda la industria”

Un tribunal de Barcelona dirime si el modelo de repartidores sin contrato laboral de la compañía catalana es un caso de competencia desleal y valora una indemnización de 295 millones

Repartidores de las plataformas Just Eat y Glovo en Málaga, el pasado mes de mayo.
Dani Cordero

“Si te sobran trabajadores, te arruinas; si el pedido llega tarde, la gente se enfada y pierdes clientes”. En opinión de Iñigo Barea, director general de Just Eat en España, en esa disyuntiva del ajuste de la oferta y la demanda se encuentra el éxito del negocio de las plataformas de reparto de comida y el modelo laboral que se aplica es determinante para el éxito o el fracaso. Esa es la base del juicio iniciado este martes en Barcelona, en el que Just Eat demanda a Glovo por competencia desleal al considerar que su estrategia de falsos autónomos como repartidores, más flexible, barata y considerada ilegal, le da ventaja ante los equipos de riders con contrato laboral que utiliza Just Eat. Le reclama por ello 295 millones de euros.

El Juzgado Mercantil número 2 de Barcelona es el escenario de este enfrentamiento, que llega justo un día después de que de los fundadores de Glovo, Sacha Michaux y Oscar Pierre, se fotografiaran junto al presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y dirigentes patronales y sindicales para celebrar su décimo aniversario. El acto de la jornada anterior ha servido para que el abogado de Glovo defendiera la voluntad de enmienda de la compañía nacida en Barcelona respecto a su modelo laboral, pero también para que Barea señalara la situación irregular en la que ha operado en los últimos años. El directivo ha hecho mención de unas palabras del president —en la que reclamaba que Glovo adoptara “un esquema de negocio [adaptado] a las regulaciones”— para concluir: “Si ahora hay que cumplir la ley, entiendo que antes no se cumplía”, ha dicho el ejecutivo de Just Eat en el estreno del juicio, que se prolongará durante los tres próximos días. Glovo señala que cambiará su modelo a partir de julio de este año, en uno más de los conflictos que han macado su primera década de vida.

Los dos modelos de funcionamiento, ha destacado en diversas ocasiones Barea, abren una brecha entre las dos empresas tanto en estructura costes como de flexibilidad, que habrían impedido a Just Eat en estos años conseguir una cuota de penetración en el mercado como la de Glovo. Esta, ha explicado el director general de su competidor, habría basado su modelo de crecimiento en muchos casos en contratos de exclusividad con restaurantes que pueden costar desde dos millones de euros —el último que salió a concurso partía de un precio de tres millones de euros por una cadena de 15 restaurantes, ha relatado-, gracias al ahorro de costes que consigue con su modelo laboral basado en falsos autónomos.

“Con los costes de una flota de empleados, la diferencia de margen es de dos o tres euros por pedido”, ha afirmado Barea, tras evidenciar que su modelo de costes impide apostar por conseguir contratos que le aseguren trabajar en solitario con reconocidas cadenas de restauración. Just Eat considera que esos contratos también juegan a favor de la fidelización de los clientes y del crecimiento del negocio, ya que un cliente que quiera comprar a distancia en un restaurante con un contrato exclusivo tendrá que descargarse la aplicación y registrarse. A partir de ahí, por una simple cuestión de comodidad, ya tendrá un cliente casi cautivo: difícilmente se complicará la vida buscando alternativas, si además esa plataforma ya cuenta en su catálogo con otras marcas de renombre. “No me puedo permitir esa cuantía [de la exclusividad] tras pagar los costes de los trabajadores”, ha denunciado.

“Ellos [en referencia a Glovo] han tenido costes muchísimo más bajos, lo que les ha permitido ser mucho más agresivos con los usuarios y los restaurantes”, ha señalado el ejecutivo, denunciando una reducción de las comisiones que se ha extendido al resto de plataformas, precarizando las cuentas de resultados que soportaban mayores costes fijos. “El uso de autónomos ha empujado las comisiones a la baja y ha erosionado los márgenes de toda la industria”, se ha quejado, tras denunciar que Glovo aún no ha logrado beneficios.

Las diferencias entre el modelo ilegal desplegado por Glovo, que ahora dice querer enmendar, y el de una empresa con una plantilla en nómina son gravosas, según ha explicado Barea: “Las desventajas de emplear son muy altas, por costes superiores, por los tiempos muertos, por los costes de las horas sindicales... si Just Eat quiere abrir en una ciudad pequeña nos lo tenemos que pensar mucho, porque la densidad es baja y si las cosas no van bien, va a haber extracostes”, en referencia a los despidos. Esa situación ha provocado que la política expansiva en ciudades menores haya sido más restrictiva que la de Glovo, cuyo modelo no ha de asumir sobrecostes adicionales, como los del trabajador nocturno.

Este miércoles los responsables de Glovo tendrán que dar su versión acerca de esa competencia desleal de la que dicen ser víctimas sus rivales de Just Eat. No será la primera vez que Pierre o Michaux han de dar la cara por una versión empresarial que ha tensado las costuras de la legalidad laboral. A finales del pasado año, Oscar Pierre tuvo que declarar por un presunto delito contra los derechos de sus trabajadores. Justo un día antes anunció su intención de iniciar la laboralización de su red de repartidores, que sigue sin ser una realidad pese a todas las presiones judiciales y normativas iniciadas. Para el abogado que representa a Glovo, “el nuevo hecho” que acredita el cambio de paradigma en la empresa es el apoyo suscitado el día antes por los sindicatos y el president de la Generalitat en su décimo aniversario.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Es integrante de la redacción de EL PAÍS en Barcelona, donde ha desempeñado diferentes roles durante más de diez años. Licenciado en Periodismo por la Universidad Ramon Llull, ha cursado el programa de desarrollo directivo del IESE y ha pasado por las redacciones de 'Ara', 'Público', 'El Mundo' y 'Expansión'. 
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