La zapatería de barrio en Moncloa que, sin redes sociales ni web, es la “más viral de Madrid”

―¿Por qué es la cola? ¿Qué vienen a comprar?―, pregunta una mujer mientras pasea a su perro por Moncloa.

―Sandalias―, le responde una joven de unos 22 años mientras mira el móvil.

―¿Pero alguna sandalia en particular?

―No. Solo hay cola porque el sitio se ha hecho viral y es barato.

―Es que me llama la atención, yo vivo al frente y llevo comprando aquí toda la vida. Es que me flipa. ¿Pero se ha hecho viral en donde?

―En TikTok.

―No me lo puedo creer.

―Yo soy de Chile y vine por eso―, agrega otra joven de la fila que se mete en la conversación.

Como esta conversación, se producen varias todos los días a las puertas de la Zapatería Aurori, una tienda de barrio con más de 50 años de existencia en el distrito de Chamberí, muy cerca del metro de Moncloa. Las colas llevan siendo lo habitual las últimas semanas, sin importar el calor, el sol y el hambre ―que muchas suplen comprando bocadillos en la cafetería del frente―.

Antes, sus clientes habituales eran señoras o vecinos de la calle Fernández de los Ríos, que veían algún zapato que les llamaba la atención en el escaparate y entraban. Ahora, son mayoritariamente chicas de entre 20 y 30 años que llegan específicamente al número 86 de la calle, un público que no parece el propio de una zapatería de barrio. La dirige una familia china y su éxito gira alrededor del precio: zapatos desde 10 euros con una gran variedad de estilos.

No tiene ni redes sociales ni página web. Son decenas de influencers y usuarias de TikTok las que se han encargado de hacerla famosa. Basta solo con poner “zapatería” en el buscador de la plataforma para que salga como la primera sugerencia. “Dicen que es la zapatería más viral de todo TikTok y yo tenía que comprobarlo. En efecto, encontramos una joyita”, dice una chica en la red social. Uno de los muchísimos vídeos que hay tiene más de 44.000 me gusta y 13.000 compartidos; otros llegan a 21.000 me gusta y casi 7.000 compartidos.

Los vídeos han traspasado fronteras. En la cola se escuchan personas que hablan inglés o con diferentes acentos hispanos. Gabriela Pedraza (28 años) y Andrés Márquez (29) viajaron desde México y, aunque fue de manera un poco improvisada, la Zapatería Aurori fue su primera parada, sin siquiera haber dejado las maletas.

“En México, el algoritmo me enseñó la zapatería y le dije a mi esposo: ‘Hay que ir’. Llegamos a la habitación donde nos estamos hospedando, pero como todavía no nos la entregaban, busqué en TikTok qué hacer en Moncloa, y fue lo primero que me salió. Entonces caminamos hasta acá”, asegura Pedraza, todavía con su almohada de viaje bajo el brazo.

Justo después de ella, otra chica, también de México, se pone en el escaparte a tomar fotos. “Me estoy quedando muy cerca y aproveché. Me voy a llevar unos cuantos, hasta mis hermanas me encargaron”, cuenta Marien Dávila, de 21 años.

Este público nuevo acude a la zapatería sobre todo por las tardes, pero por las mañanas, poco después de abrir, continúa llegando la clientela tradicional: señoras que rondan los 60 y 70 años. “Hace 16 años que vengo acá cada verano y siempre me quedo con algún zapato. Estos los compré el año pasado. Me los compré, los usé todo el verano y los quería comprar de nuevo, pero veo que ya no los traen”, dice Dora, de 73 años y de nacionalidad argentina, que viene a Madrid desde que se casó con un español.

A los pocos minutos sale una señora con una bolsa y le dice a otra en voz alta: “He comprado una imitación de unos zapatos que vi ayer en El Corte Inglés, y hay otros que sacó Zara el año pasado”.

Posiciones encontradas entre vecinos

Los comerciantes y vecinos de la zona saben que la zapatería lleva décadas en esa esquina, tanto que ninguno recuerda con certeza cuánto. “Yo tengo 60 años y la conozco de toda la vida. Vine con ocho años y ya estaba, es decir, lleva al menos 52 años ahí”, señala uno de los comerciantes de la zona que ha preferido no dar su nombre. Recuerda que antes la tienda la llevaba una “señora española”, pero que desde hace algunos años ―unos cinco o seis― tomaron el relevo los nuevos dueños chinos.

“Es increíble lo que mueven las redes sociales. Hace un par de meses me saltó en mi Instagram. A nosotros nos viene fenomenal porque la cola casi llega a nuestra tienda y así tenemos más visibilidad. Todo el mundo está alucinando. Ese [el dueño] no se lo creía ni en sueños, se va a hacer un casoplón increíble”, fantasea Carmen González, de 68 años, la dueña de la Floristería Pinsapo, ubicada a 25 metros de la zapatería.

Ambos coinciden en que la historia es positiva para el barrio, pero no todos piensan así. “Es alucinante. Una tienda de zapatos de toda la vida que está subiendo los precios por los borregos de los influencers. Una tienda de zapatos chinos, baratos, no pueden tener otro precio. Y ahora, lo dice una por TikTok y haciendo colas kilométricas. ¡Qué pena!”, comenta Rogelio Díaz en una reseña de Google. “Por favor, parad ya…. Llevo más de 15 años comprando ahí. ¡No a la invasión!“, pide otra usuaria en los comentarios de uno de los videos.

Los dueños actuales efectivamente son una familia compuesta por un matrimonio de unos 50 años y dos hijas de 20 y 21 años nacidas en España. Todos atienden en la tienda a diferentes horas. No han querido dar muchos detalles de la situación a EL PAÍS, solo han contestado un par de preguntas.

―¿Cómo se dieron cuenta de que se hicieron virales?

―Yo tengo Tiktok, fui deslizando, me salió la tienda y se lo envié a mis padres. Ha ido aumentando la gente. No sé si es porque les gusta y porque quieren tener visualizaciones―, dice una de las hijas.

Asegura que sus padres viven en España desde hace unos 20 años, y que desde que tienen la zapatería, sin precisar cuándo, han tenido buena clientela, pero no como ahora. “Por una parte, es muy positivo, pero por otra es mucho trabajo”, dice. Antes su horario era de 10.00 a 21.00, pero ahora cierran de 15.00 a 17.00 para “ordenar y reponer” productos. La reposición o el secreto de dónde vienen y por qué pueden mantenerlos a tan bajo costo ha quedado pendiente de responder.