Todo sube en Madrid, menos el precio de un gin-tonic en la Gran Vía
Por primera vez desde 2019 bajan los precios del combinado en las azoteas de la calle más emblemática: descienden un 5% gracias a la ley de la oferta y la demanda

El cielo de Madrid está de oferta. Después de cinco años compitiendo por quién se atrevía a servir el gin-tonic más caro con vistas a la Gran Vía, las terrazas parecen haberse dado cuenta de que, por muy espectaculares que sean sus panorámicas, los clientes también miran la cuenta. El resultado: por primera vez desde hace seis años el precio del gin-tonic en las alturas sale un poco más barato. Porque, incluso en el cielo, las leyes de la oferta y la demanda se cumplen. “No se trata de subir precios sin parar. Ya 14 euros con entrada es bastante exclusivo”, apunta Francisco García de Oro, director general del VP Plaza España Design.
EL PAÍS lleva seis años documentando este fenómeno. En este tiempo, las azoteas con vistas a la Gran Vía han aumentado nada menos que un 72%. Todas presumen de tener “la mejor vista de Madrid”, pero cada vez hay más competidores disputándose ese título. En la primera ruta que hizo este periódico, en 2019, se contabilizaron 18 terrazas. Entre la Plaza de España y el Palacio de Cibeles, es decir, en un radio de tan solo dos kilómetros, se pueden contar ahora 31, cifra que da cuenta de la concentración y la presión que se vive en esta milla de oro del gin-tonic madrileño. Todos quieren reinar ahí arriba.
El año pasado se sumaron al recorrido Doñaluz, Brach Madrid y Catalonia Plaza España. Y no les ha ido mal. Doñaluz, por ejemplo, ha tenido que adaptar su operación al éxito en redes: han implementado turnos para gestionar la demanda porque hallar una mesa en el lugar en un soleado sábado por la tarde se ha convertido en una quimera. Todos los expertos coinciden en que los hoteles ya no suponen una frontera invisible. “Gracias a la influencia de los creadores de contenido de planes de Madrid, cada vez más personas descubren que pueden subir sin ser huéspedes del hotel”, asegura una portavoz del Hotel Emperador. El próximo 14 de junio proyectan Mujeres al borde de un ataque de nervios en su cine de verano (entrada: 27 euros), una muestra de cómo estas terrazas, más allá del gin-tonic, se han convertido en destino.
Este año, el precio medio del gin-tonic ha bajado respecto a 2024. El combinado estándar cuesta ahora, de media, 13,64 euros, un 5,1 % menos que el año anterior, mientras que el premium cuesta 17,63 euros, un descenso del 5,7 %. El gin-tonic más caro del ranking lo sirve el Hotel Riu, con un precio de 16,20 euros más los 10 del precio de la entrada que no son consumibles. El más asequible se encuentra en la terraza de El Corte Inglés, donde aún es posible pedir uno por 10 euros. En la categoría premium, el Pestana CR7 tiene la copa más exclusiva, a 22 euros, más los cinco de la entrada, frente a los 14 euros del más económico, también en El Corte Inglés.
Este descenso no responde a promociones ni a gestos de generosidad. Es economía básica. Desde 2019, el precio del gin-tonic económico ha aumentado un 14,21%, pasando de 11,94 euros a 13,64 euros. En el mismo periodo, el premium subió un 7,6%, alcanzando los 17,63 euros. Sin embargo, 2024 marcó el pico histórico, con precios de 14,38 euros para la versión más barata de la bebida y 18,70 euros para la premium. “Yo no quiero que subas solo a hacerte la foto. Quiero que vengas, disfrutes y consumas”, explica García de Oro.
Las azoteas ya no impresionan como antes: al fin y al cabo, tras tanto decir que Madrid es el nuevo Miami los precios a ras de suelo ahora se han vuelto muy similares a los del cielo. Hace seis años, parecía un escándalo pagar más de 20 euros por una copa, especialmente cuando la inflación promedio anual apenas rozaba el 0,7% en 2019 y la desigualdad, medida por el índice de Gini, se situaba en torno al 31%. Hoy, con una inflación que se estima en el 2,3% para 2025 (un incremento de 1,6 puntos porcentuales respecto a 2019) y una tasa de desigualdad que ronda el 31,2%, este rango de precios se ha normalizado, explican los expertos.
Por el camino, el sector ha cambiado de nombre y de cara. En su afán por reinventarse, muchas terrazas han apostado por relanzamientos o traspasos: Azotea Cibeles ahora es Cornamusa; Santo Domingo pasó a llamarse Inhala Terraza; Osadía es ahora La 14; Penthouse WOW se convirtió en Gran Vía 18; y El Cielo de Chicote mutó en El Cielo de Montera. Desde Inhala Terraza, el objetivo ha sido claro: mantener precios accesibles y establecer una consumición mínima que garantice el servicio. Pese a las nuevas tendencias, aseguran que el gin-tonic sigue siendo el rey.

La competencia no solo se mide en precios, pues en este juego hay que tener en cuenta también los modelos de acceso y los grupos de gestión. Algunas azoteas mantienen políticas más exclusivas, como el Hotel Riu, donde la entrada más cara del ranking cuesta 10 euros sin consumición. Aun así, sigue siendo una de las más concurridas. “Fácilmente, entran entre 3.000 y 4.000 personas al día”, explica Miguel Pérez, director de producción del hotel. La mayoría busca la foto desde las alturas. “Queríamos seguir siendo una terraza popular”, añade, defendiendo que no han subido el coste de entrada desde 2019.
Con una filosofía distinta, el Ginkgo Sky Bar, en el hotel VP Plaza España Design, mantiene una coctelería fija a 14 euros. Su director general, Francisco García de Oro, cree que el modelo se ha asentado: “El mercado ha alcanzado su techo. Algunas azoteas acabarán desapareciendo ante tanta competencia”. Más al este, el Jardín de Diana, en el Hyatt Centric, ha optado por otro enfoque: ambientación balear, spritzes como protagonistas y un brunch dominical con cava ilimitado que atrae a madrileños en busca de un plan relajado. “Hemos roto la barrera de los hoteles como sitios exclusivos”, defiende Raúl Garate Acebo, director de alimentos y bebidas. “La demanda se ha refinado. Hay más interés por destilados artesanales”, aseguran, por otro lado, desde el equipo del Hotel Indigo.

Pese a la saturación del cielo madrileño, las cifras de afluencia confirman que sigue habiendo público para casi todas. No es casualidad que varias azoteas pertenezcan a grandes grupos de restauración: Azotea Grupo gestiona Picalagartos, Círculo de Bellas Artes y Cornamusa; SmartRental Group tiene ELLA Sky Bar, La 14 y Tilda; mientras que la cadena hotelera Vincci cuenta con Capitol, Vía 66 y The Mint.
El Hotel Riu, en la planta 26, lidera con unos 3.000 visitantes diarios, en su mayoría turistas atraídos por las vistas y el efecto viral en redes. Le sigue el Ginkgo Sky Bar, en la planta 12 del VP Plaza España Design, que recibe entre 800 y 900 personas un sábado y acumula hasta 6.000 clientes a la semana. Broken Shaker, la azotea del Generator, suma unos 1.100 visitantes durante el fin de semana, sobre todo público local. Casa Suecia, más discreta, pero consolidada, reúne a unas 500 personas al día. Estas cifras son un reflejo de cómo las azoteas se han convertido no solo en lugares para tomar algo, sino en verdaderos destinos sociales donde la experiencia empieza mucho antes del primer trago. “Sigue predominando el público internacional, ya que somos un punto de paso obligado para quienes visitan Madrid por primera vez, pero lo cierto es que cada vez sube más público local que se enamora igualmente de nuestras vistas”, aseguran desde Azotea Grupo.
Para quienes buscan una experiencia más informal, Broken Shaker, en la azotea del Generator Madrid, funciona sin requisitos de acceso y apuesta por eventos distendidos. “Nos hemos convertido en un punto de encuentro para madrileños que buscan algo diferente y sin pretensiones”, explican. Una lógica parecida sigue The Mint, de la cadena Vincci, donde el acceso es libre y la carta se diversifica. “Queremos que la gente suba a disfrutar sin sentirse obligada a nada”, cuenta Juan González-Quijano Landa, subdirector del hotel. Aquí, los spritzes y los cócteles de autor empiezan a disputarle el trono al gin-tonic, símbolo del devenir de los tiempos.

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