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Polideportivos y seminarios de Zamora y Astorga, llenos de desalojados: “Los bomberos llegaron cuando ya teníamos las llamas en las casas”

En Castilla y León hay desplazadas 8.200 personas, ha informado el presidente Alfonso Fernández Mañueco

Dos mujeres realojadas en el pabellón deportivo de La Bañeza, León, este miércoles. Foto: Emilio Fraile | Vídeo: EPV

En el polideportivo del pueblo de Camarzana de Tera (unos 750 habitantes), de la comarca de Benavente (Zamora), una niña de ocho años vive lo que le ha sucedido al pueblo donde veranea con su familia, Villageriz, como una aventura. Ella, que es de Valladolid y se encontraba como otras decenas de vecinos en la localidad zamorana en las vacaciones de verano antes de que el fuego asediara la localidad, cuenta que “a los niños se nos pasa más rápido, porque hay juegos”. Cerca de ella está Venancio Cristóbal, de 64 años, del mismo pueblo donde veranea la pequeña, que está harto de dormir en esas literas y no poder volver a su casa: “Es muy pesado estar aquí”.

El recinto, que gestiona estos días la Cruz Roja de Benavente, contaba desde que comenzaron los incendios el fin de semana con apenas cinco miembros. Y este rincón de Zamora, devorada por las llamas desde entonces, ha acogido a más de 400 personas, que van y vienen, según los nuevos desalojos decretados en la zona. Muchos son de Villageriz, pero también de Molezuelas de los Caballeros, Uña de Quintana y Cubo de Benavente.

El pabellón deportivo de La Bañeza, lleno de vecinos realojados por los incendios, este miércoles.

Este miércoles, el presidente de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco (PP), ha elevado la cifra de desalojados en la región a 8.200, que se ha convertido en el epicentro de los incendios que azotan la Península. “Hay que tener en cuenta las circunstancias meteorológicas extremas que está sufriendo Castilla y León y toda España. Factores como la ola de calor, la sequedad de los montes y la intensidad de los vientos que podían llegar hasta 80 y 90 kilómetros por hora”, ha insistido Mañueco en una rueda de prensa hacia el medio día de este miércoles. El presidente ha lanzado un mensaje de calma a los afectados: “Vamos a garantizar el cobro de ayudas directas en las zonas afectadas por los incendios”.

María Jesús tiene 74 años y prefiere no dar su apellido. Vive en Madrid, pero como la niña y su familia, pasa los veranos en el pueblo, Villageriz. Lleva durmiendo en el polideportivo dos noches. “Las condiciones están bien. Todo el mundo es muy amable. No podemos volver, aunque el fuego ya pasó, porque no nos recomiendan ir, por el humo. Y haremos lo que nos digan”, señala. Ella, que camina con muletas, duerme en las literas que ha instalado la Cruz Roja. “No es mi cama, pero se duerme bien”, apunta. A su lado hay una señora que se ha puesto a rezar con un chico de la Cruz Roja.

Vecinos realojados en La Bañeza descansan a la sombra, este miércoles.

La pequeña de ocho años reconoce que “la noche del fuego nos costó un poco más dormir”. Recuerda, a su temprana edad, las recomendaciones técnicas de los bomberos. “Nos dijeron que estaban haciendo un cortafuegos para controlarlo”, señala. Al polideportivo han llegado también otros niños que no conocían y dice: “Nos divertimos con niños de otros pueblos, nos hemos hecho amigos en las actividades”.

A unos 40 kilómetros de ahí está Beatriz Madrid, de 44 años, fue desalojada anoche de la localidad de Abejera (Zamora) y enviada a Tábara, donde ha dormido pocas horas. “Era horrible, como una película de miedo”, solloza la mujer al poco de expresarle sus miedos a una psicóloga. “No nos dio tiempo a desalojar y nos comió el fuego”, lamenta Madrid, que admite estar “sin palabras” por la acogida amable de Tábara: “Nos han dado leche, fruta, sábanas, almohadas… Y sobre todo cariño y comprensión”.

Más de 6.000 personas han tenido que abandonar sus casas solo en la provincia de León por el fuego que saltó desde Zamora. La mayoría han sido alojadas en albergues, cuarteles, residencias, pabellones polideportivos y espacios públicos en las localidades de Astorga y La Bañeza y ahora están a la espera de saber cuándo podrán volver a sus hogares. De momento, no hay muchas esperanzas.

Seminario en Astorga (León) donde están alojando a los desplazados por los incendios forestales.

En el seminario de Astorga, donde han pasado la noche 150 vecinos de una decena de localidades, entre ellos Quintana y Congosto, Destriana, Robledo o Villalís, todos están a la caza de información sobre el avance de las llamas en sus pueblos. “Este fuego es un bicharraco, va a ser difícil pararlo”, comenta uno de los voluntarios que están ayudando a abastecer de comida y agua el alojamiento, coordinados por la Cruz Roja y el Ayuntamiento de Astorga.

Por la mañana aún había confianza en que a lo largo del día el fuego retrocediera y se les permitiera volver, pero a primera hora de la tarde empezó a soplar el viento y se reactivaron muchos focos, por lo que de momento la indicación de las autoridades es que se queden en el seminario. En algunos pueblos, como Destriana, muchos vecinos prefirieron quedarse para arar y montar cortafuegos alrededor de las casas. “Hasta ayer por la tarde no había venido nadie. Ni bomberos ni policía ni nada. Por eso se quedaron. En Quintana y Congosto llegaron cuando ya teníamos las llamas en las casas. Tuve que dar rodeos por carreteras para poder salir”, lamenta un vecino de esta localidad. Algunos que han querido salir este miércoles han tenido dificultades porque la mayoría de las carreteras comarcales están cerradas.

Las horas pasan lentas a la espera de noticias y los rumores se propagan como el fuego. La incertidumbre de las primeras horas del día se va transformando en angustia. A muchos les llegan mensajes de WhatsApp de los vecinos que prefirieron no ser evacuados, otros surfean las redes sociales y por los grupos de chat circulan vídeos, fotografías y audios. “Aquí estamos muy bien atendidos, hay gente extraordinaria ayudándonos”, comentan dos mujeres entre ellas, agradecidas por las atenciones de los voluntarios y clérigos del seminario que desde ayer se afanan en proveer no solo comida y medicamentos a los alojados, muchos de ellos de elevada edad, sino también en servir de apoyo y hasta de enlace con familiares. “Pero, claro, todos queremos volver a casa. ¡Y quién sabe si tenemos ya casa!”, prosigue una tercera. La capilla del seminario también está bastante transitada: “Solo podemos rezar”.

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