Prohibido regar el huerto en el pueblo: pequeños horticultores de una comarca de León se quedan sin acceso al agua
Una comunidad de regantes de Órbigo apuesta por la modernización del sistema de riego e impide que corra el agua por las antiguas acequias, las que usaban todo tipo de usuarios


Veguellina de Órbigo, Benavides de Órbigo, Villares de Órbigo, San Feliz de Órbigo, Hospital de Órbigo, Villarejo de Órbigo y Gualtares, este último pueblo sin el apellido del río que abastece esta comarca del suroeste de la provincia de León, se han quedado sin poder regar sus huertos en suelos urbanos. Los mayores y no tan mayores encontraban en labrar unos terrenos junto a sus pueblos una forma de entretenerse, de producir frutas y verduras sanas y de calidad, de ahorrar unos dineros y de enverdecer los paisajes del alfoz. Ahora claman contra la comunidad de regantes Presa de la Tierra que, al buscar un sistema moderno de riego, impide que el agua recorra las viejas acequias y se controle mediante pequeñas presas para nutrir los tomates, patatas o cebollas de los vecinos. Los afectados respetan la “modernización” pero la creen compatible con usar los cauces que históricamente han recorrido sus pueblos.
La sequía comenzó en mayo y se siente especialmente en verano, cuando se multiplican los habitantes rurales y llegan las semanas decisivas para aspirar a una buena cosecha. Las dificultades para el abastecimiento de particulares se contrapone con el regadío de los alrededores, particularmente el verdísimo maíz o la remolacha azucarera, donde los altísimos aspersores emiten un constante “chas, chas, chas” que salpica a los coches en las carreteras. La primavera lluviosa ha permitido que los arroyuelos y regatos cercanos corran aún animados. Este agravio lo denuncia la Asociación para la conservación del riego de huertas y del patrimonio hídrico de este paraje de la cuenca del Órbigo, que ha convocado una manifestación y marcha “en defensa de las presas y riego de los huertos” el próximo 2 de agosto, cuando saldrán desde el molino de Manolo de San Feliz de Órbigo para acabar en la balsa de riego de Moral de Órbigo. El colectivo recuerda que más allá de las plantaciones también se ven perjudicados esos viejos molinos ya no tan utilizados como antaño, pero muestra del “patrimonio arquitectónico e ingeniería hidráulica” de estos lares. El cambio implica que esas viejas infraestructuras deberán remplazarse por tuberías subterráneas que mueven el agua mediante presión.

Los denunciantes exponen que en 2017 la comunidad de regantes Presa de la Tierra acordó el “mantenimiento del riego a las fincas no modernizadas y de los cauces de las presas para dar servicio de riego, evacuación de inundaciones y concesiones de usuarios industriales”, incluyendo, pues, al pequeño regante. Al poco, aceptaron “iniciar el proceso para dotarse de un sistema de riego modernizado”. En 2021, la agrupación decidió “quitar la concesión de agua a los molinos y otros usuarios industriales, y dejar fuera de la zona regable a los huertos y fincas ubicados en las áreas urbanas”, provocando así la indignación de los particulares y su unión en la asociación.
El presidente, Francisco Catalán, ha condenado la iniciativa: “Va a suponer un grave revés para la calidad de vida en los pueblos, el valor de las casas, la salud física y mental de las personas mayores. Y todo ello no es un capricho de unos pocos, sino que todo ello es parte de la historia, de la cultura y del patrimonio de todos estos pueblos”. “Nos ha usurpado un derecho que tenemos desde tiempo inmemorial, de forma dictatorial, en contra de la población y la forma de vida de los pueblos, dejando morir infraestructuras que configuran nuestra comarca”, alega Catalán. La plataforma reivindica “las prácticas tradicionales de riego de nuestros huertos y proteger los cauces y presas” y admite que debe modernizarse el sistema, pero compatibilizándolo con el mantenimiento de los molinos y el paso del agua. Esas acequias, presas o regueros forman parte del “patrimonio cultural” y de la “biodiversidad y riqueza medioambiental”. Esta negativa acarrea la ya mencionada pérdida de un “complemento económico importante debido al autoconsumo de los productos de sus huertas”, la “salud física y mental” para los mayores por este trabajo, la socialización, la protección de especies autóctonas e incluso el valor paisajístico.
Aquilino Fernández, que posee una huerta, un molino y 70 años, se muestra “anonadado” por la medida: “Estamos muy enfadados ahora que han cortado el agua definitivamente, se ha regado toda la vida desde hace siglos en la ribera del Órbigo, parece ciencia ficción”. El también vicepresidente del grupo crítico mantiene la producción gracias a un pozo en sus dominios, afectado por la bajada de nivel freático y a costa de gastar más dinero en bombas para impulsar el agua: “Mucha gente no lo tiene y han cerrado. También afecta en la flora y fauna alrededor de la presa, se mueren los cangrejos, las ranas, árboles secándose, pozos sin agua, el paisaje está empezando a ser desolador y las choperas pierden hojas”. “Para los mayores, aparte de comer frutos saludables, hacen ejercicio, trabajan la mente, es medicina natural gratis”, observa Fernández, quien pide “ni más ni menos” que un caudal ecológico equivalente al de los extensos cultivos de los principales agricultores.

Francisco Javier Guerra, presidente de la comunidad de regantes señalada, se sorprende: “No salgo de mi asombro, se están diciendo verdades a medias y mentiras”. Guerra sostiene que los huertos urbanos deberían acogerse al agua municipal, no a la dirigida a “huertos rústicos” como las grandes masas de regadío, y que la Confederación Hidrográfica del Duero exige esa renovación y no permite el híbrido, como recoge el acta de una reunión entre las partes en 2024: “No puede seguir regando mediante el sistema anterior, ya que no tendría sentido dicha modernización”. “Estamos dispuestos a dar el agua en la misma condición, no quieren modernización, sino usar los canales de hace 500 años, ahora solo debe ser riego por presión. No quieren pagar la parte que les correspondería de la modernización; nosotros, encantados, nos saldría más barato”, defiende Guerra: “Todo lo llevan a que los abuelos se van a morir por no tener huerto, hay algunos con solares de 3.000 metros cuadrados y que llaman huerto”. Una pancarta en uno de esos pueblos con el lema “Agua, H₂O para los abuelos”, con el dibujo del río Órbigo y una gota de agua, revela esa preocupación. Aquilino Fernández asegura que pelearán, pero duda de que les hagan caso: “La esperanza es lo último que se pierde, pero los regantes quieren agua en sus tuberías y a los dirigentes les importamos un rábano”.
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