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Una deliciosa excentricidad en la zona más canalla de Londres

El Broadwick Soho es una de las aperturas hoteleras más celebradas este año en Inglaterra. Un espacio que recupera el espíritu canalla del barrio y lo lleva a un lugar de juguetona sofisticación y satinada bohemia. No es casualidad que lo dirija el hijo de un mago.

Broadwick Soho
Rafa de Miguel

Una puerta victoriana de madera color rosa chicle, con una aldaba en forma de cabeza de elefante, da la bienvenida al hotel Broadwick Soho, en la zona más canalla, bohemia y divertida de Londres. Podría ser la entrada a la fábrica de chocolate de Charlie Wonka, al País de las Maravillas de Alicia, al mundo exquisito y decadente de la Hermandad Prerrafaelita de artistas de mediados del siglo XIX o al hedonismo y la explosión de libertad de los Swinging Sixties.

En una ciudad donde los hoteles de lujo proliferan por castigo, el proyecto de Noel Hayden y sus cuatro socios para recuperar el espíritu divertido y alocado del Soho ha logrado acaparar la atención de críticos, artistas y diseñadores.

Los fundadores del Broadwick Soho, de izquierda a derecha: Jamie Poulton (de pie), Jo Ringestad, Noel Hayden, Joshua Gardener y Andrea Gelardin.

Las telas estampadas con pájaros tropicales, el mobiliario sofisticado y ecléctico, la mezcla de art déco, inspiración italiana y exceso glam revelan la mano de Martin Brudnizki, el diseñador sueco de interiores responsable de templos de la sofisticación como el londinense club Annabel’s o el Four Seasons de Palm Beach. Sin límite de presupuesto, los socios permitieron al creativo poder imaginar de arriba abajo un hotel en el centro de Londres destinado a llamar la atención.

“Discutimos un montón de ideas y hablamos con mucha gente. Pero cuando contactamos con Martin [Brudnizki], entendimos que su creatividad y su habilidad para diseñar ambientes eran perfectas para una zona tan vibrante. Y estábamos hablando con los mejores diseñadores del momento”, explica Hayden. Los cinco socios, liderados por él, se han juntado en el Flute, el bar-terraza de la séptima planta, en una mañana soleada, para explicar cómo comenzó todo.

Este hotel es una prueba de que el efecto mariposa, ese aleteo que puede producir un terremoto en la otra punta del mundo, se propaga en el espacio y también en el tiempo. Y que para entender este hotel hay que remontarse al bum turístico de España, cuando miles de vuelos chárter llevaron a la Península a británicos ansiosos de sol y diversión.

En una de las paredes del bar hay una foto curiosa. A la derecha, en un escenario lleno de brillos, un mago con chaqueta de lentejuelas se apoya en una caja con forma de locomotora. Sentada sobre ella hay una mujer sonriente. Acaba de salir de la caja, donde había sido cortada en dos por una sierra, para aparecer a continuación sana y salva. El truco clásico. A la izquierda, un niño con chaqueta y pajarita mira fijamente a la cámara. Se trata de Hayden.

Su padre, un irlandés que se crio en un circo ambulante, y su madre, una mujer extrovertida, compraron en los años setenta un hotel en la localidad costera de Bournemouth, en el sur de Inglaterra. Lo llamaron el hotel Mon Ami, y cada noche había un espectáculo de magia e hipnotismo que atraía a centenares de turistas de todo el país. La irrupción de la oferta española, que convirtió en destino prioritario la Costa del Sol, provocó la decadencia de muchas ciudades marítimas inglesas. La familia Hayden regresó a Londres para vivir en una serie de apartamentos de una sola habitación.

Noel, que nunca terminó sus estudios, comenzó a trabajar a los 15 años en una tienda de electrónica. A los nueve, su madre le compró una computadora básica, y pronto se enganchó a la era digital y comenzó a experimentar con el diseño de páginas web. Sus negocios actuales de apuestas online generan cientos de millones en ingresos y dan trabajo a más de 2.000 personas. Pero el sueño de aquel hotel bohemio no lo abandonó nunca.

“Quería invertir en propiedad inmobiliaria, y quería un hotel, alentado por la idea de aquella pérdida del hotel de mis padres en Bournemouth. Y me encantaba el Soho, así que nos juntamos todos, hablamos un montón en torno a demasiadas copas de vino y pensamos que sería algo divertido”, cuenta.

Una de las 'suites' del hotel.

“Lo que había antes era un edificio de oficinas aburrido, así que lo derribamos por completo. Y comenzamos a construir desde el principio, incluidos los tres niveles subterráneos que hay ahora. Era la época de Navidad, y en el Soho no permiten la entrada de más de un camión al día. Fue todo un desafío”, recuerda el propietario.

El equipo de fundadores que rodeó a Noel fue desde el primer momento la garantía de que el hotel iba a ser algo especial. Jamie Poulton, el dueño del exitoso restaurante Randall & Aubin, en el Soho, se encargó de la restauración. Jo Ringestad, que también tuvo una infancia vagabunda y creativa con el hotel de sus padres en la Riviera francesa, es ahora el director general del Broadwick Soho; Joshua Gardener, director ejecutivo, ocupó puestos de responsabilidad en la cadena Four Seasons o en el Bulgari de Londres, y Andrea Gelardin, la directora creativa, mitad italiana y mitad española, es la responsable del diseño de espectáculos de artistas como Lady Gaga: “Mi pasión reside en la creatividad que rodea a los espectáculos en directo. Pero un hotel es también, de algún modo, un espectáculo en directo, en el que son muy importantes los olores, las imágenes, las luces y la vibración que transmite la experiencia completa”, explica.

El restaurante principal del hotel, el italiano Dear Jackie.

Un total de 57 habitaciones y múltiples espacios en los que se ha buscado una elegancia lujosa, llamativa, desbordante pero sutil. Durante siete años, mientras se demolía un antiguo edificio de oficinas para construir el hotel, se utilizaba a la vez una nave industrial para ensayar combinaciones, diseñar ambientes y llevar al límite la originalidad de las propuestas. Se eligieron fábricas pequeñas y artesanales de Italia, Francia y Portugal, para producir los muebles, los azulejos, los revestimientos de madera y vidrio o las lámparas, todas de Murano. “Todo esto es un lujo sutil. Las lámparas que hay por todo el hotel están hechas en Venecia, y muchos de los detalles proceden de pequeñas fábricas artesanales en Italia, en Francia o en Portugal. Todo está hecho en Europa, y es lo mejor de lo mejor. Pero no es ostentoso”, dice Ringestad.

Y esparcida por pasillos, bares, salones y habitaciones, una impresionante colección de cuadros y obras de arte de autores contemporáneos como Francis Bacon o Andy Warhol, en gran parte pertenecientes a la colección personal de Hayden. Pinturas transgresoras y provocativas, parecidas a las que pueblan el legendario The Groucho Club, el cercano club nido de escritores, pintores, periodistas y gente de mal vivir. “El Soho era definitivamente un sitio para adultos, con un tono un poco pandillero, con vida de madrugada. Siempre ha sido un refugio para mucha gente, porque les permitía comportarse como querían, ser lo que querían ser, y todo el mundo era aceptado. Es un lugar sin reglas estrictas, por eso es tan bohemio y con tanto encanto”, resume Poulton.

En una esquina del bar Flute, un pequeño escenario ha replicado las cortinas brillantes del legendario Mon Ami de Bournemouth, y cada noche hay espectáculos en directo que ya han convertido al lugar en el favorito de visitantes como Taylor Swift.

Si el rooftop es el imán de las fiestas, el restaurante Dear Jackie, llamado así en honor de la madre del propietario, es el inicio de una noche prometedora, con un estilo dolce vita de lujo con luz tenue, paredes rojas de seda decoradas con cerámica italiana y lámparas de cristal exquisito. El chef es Harry Faddy, que ha construido su leyenda en instituciones como The River Cafe o el Aquavit. “No queríamos nada especialmente sofisticado. Harry entendió de inmediato nuestra aspiración, nuestra creencia de que la buena comida italiana se basa en buenos ingredientes, sencillos pero bien cocinados”, relata Gardener, cuya experiencia en grandes cadenas hoteleras sirve para entender por qué el Broadwick es algo diferente. Y lo ha logrado. El símbolo del establecimiento es un elefante con la trompa alzada, fetiche de la buena suerte. El mueble bar de las suites es un paquidermo de latón indio realizado por artesanos de Jaipur. Representa la lealtad, la inteligencia, la empatía y la compasión. Y, desde ahora, el punto de lujo canalla que ha resucitado el Broadwick en el corazón del Soho.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.
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