‘Braveheart’ en Teba: en el pueblo de Málaga que se convierte en Escocia por unos días
La localidad andaluza rememora la historia de sir James Douglas en unas jornadas festivas perfectas para conocer también su patrimonio histórico local y su entorno natural


Junto a la de Andalucía, en la plaza de España ondea al viento una bandera de Escocia. Sus colores blanco y azul también son referente en las banderolas que cuelgan por las calles, donde resuena el eco de las gaitas. Los paseantes, camino del mercado medieval, llevan faldas a cuadros y pintas de cerveza. Lo único que falta en el paisaje es el color verde, porque Teba no está precisamente en el lluvioso Reino Unido, sino en el seco y tostado interior de la provincia de Málaga. La repentina transformación de esta localidad andaluza en un pedacito escocés se debe a sir James Douglas, quien a mediados del siglo XIV se sumó a las tropas castellanas para intentar conquistar el castillo de la entonces llamada Itaba. Era un legendario guerrero que transportaba el corazón del rey Robert I de Escocia hacia Tierra Santa, pero falleció en la contienda fronteriza. Y desde hace 20 años su figura se recuerda en el llamado Douglas Day, que incluye representaciones teatrales, música celta, talleres, juegos infantiles, gastronomía y numerosas actividades culturales. La XIX edición arrancó el pasado jueves y finalizará este domingo, 24 de agosto. Se espera que la disfruten unas 10.000 personas, el triple de la población local.
Una buena parte de los vecinos se ha afanado durante los últimos días para que todo esté preparado. El miércoles unos terminaban de colgar los banderines de balcón a balcón y otros daban los últimos ajustes a los ropajes con los que representan algunos de los pasajes más significativos del paso de sir James Douglas por estas tierras. Los hosteleros guardaban provisiones en los almacenes. “Esto es ya más relevante que la feria: viene muchísima gente”, asegura David Reina, propietario del bar Los Cazadores, donde un grupo de mayores tomaba café aliñado con anís bajo un enorme retrato de Camarón de la Isla. El ambientazo en las calles, a pesar del calor, ya vislumbraba que estos son momentos especiales para el pueblo. “Los vecinos son clave para todo esto, sin ellos no habría opción de hacer algo tan grande”, apunta Rafael Herrera, concejal de Cultura, que subrayaba que las jornadas están declaradas Fiesta de Singularidad Turística. “Ferias hay en todas partes, pero el componente celta y escocés… eso llama muchísimo la atención”, afirma.

El origen del evento se remonta a 2005, dos años después de que naciera la asociación Hisn Atiba, dedicada a la defensa del patrimonio histórico local. “Una de las iniciativas que entonces planeamos fue rememorar lo que había pasado en nuestro pueblo, porque es bastante excepcional”, cuenta Pepe Berdugo, portavoz de la organización. ¿Y qué era esto tan original? Pues la historia que se remontaba siete siglos atrás, hasta 1330. Un año antes, el rey que consiguió la independencia de Escocia, Robert the Bruce, falleció y su mano derecha, James Douglas, le había prometido que llevaría su corazón embalsamado en una caja de plata hasta Tierra Santa. Viajó por mar hasta Sevilla y cuando el rey Alfonso XI supo de su llegada le pidió ayuda para conquistar Hisn Atiba. Aceptó el reto junto a medio centenar de guerreros, pero en una de las escaramuzas sufrió una emboscada. “De la hueste del rey fue muerto un conde estraño, que saliera de su tierra por fazer a Dios servicio e prourar su cuerpo contra los enemigos de la cruz”, relata una crónica anónima de 1376 que recoge el libro La gesta de Roberto de Bruce, de John Barbour, que el catedrático Fernando Toda ha traducido y que él mismo presentó el pasado jueves en Teba. El episodio ocurrió un 25 de agosto y el cuerpo del caballero fue enterrado en la zona —no se sabe dónde—, aunque sus huesos y corazón fueron trasladados hasta la abadía escocesa de Melrose, al sur de Edimburgo, localidad hermanada con Teba. Nació entonces la leyenda y, siete siglos después, el Douglas Day.

Productos locales, el castillo de la Estrella y los alrededores
“Son días interesantes, divertidos. Viene muchísima gente y es una muy buena experiencia”, cuenta una de las camareras de la venta El Cordobés, ubicada en una antigua escuela capilla a las afueras del pueblo. Tienen menú del día, aunque la estrella es el desayuno: un mollete o una tostada de grandes proporciones —25 centímetros— que se sirve junto a nueve pequeños tarritos para untar al gusto. Hay chicharrones, mantequilla, patés —de jamón york, normal y a la pimienta— y cuatro zurrapas: lomo, jamón, roja y de hígado de cerdo. Junto a un café cuesta 3,5 euros.

De vuelta al pueblo, la calle San Francisco cuenta con otros bares y restaurantes para saborear productos locales, pero también propuestas como cachopo, flamenquín y calamares, clásicos de Los Cazadores. A pocos metros de su entrada se encuentra un monolito dedicado a sir James Douglas, rodeado de mesas de la cervecería Burger Germany. A su lado hay sombra gracias a las coloridas figuras de croché tejidas por las vecinas y una zona donde se celebra el mercadillo cada semana, pero que también acoge la feria del Queso Artesano cada mes otoño, cuya próxima edición será los próximos 5 y 6 de octubre.

Desde allí, la calle San Francisco baja hasta el Ayuntamiento, donde se ubica el museo Histórico Municipal, de puertas abiertas este fin de semana. Es ahí donde arrancó este viernes la representación teatral Lágrimas por Itaba, escrita por Berdugo y que recrea por distintas zonas de la localidad la historia de sir James Douglas. Un poco más arriba se ubica la iglesia de la Santa Cruz Real, de estilo barroco y construida entre finales del siglo XVII y comienzos del XVIII por José Tirado, maestro alarife de la catedral de Sevilla.
Estos días, entre banderas de Escocia, velas, ropajes y puestos del mercado medieval, la calle grande recrea el barrio cristiano, la de Santa Ana el hebreo y la calle Moral lo hace con el árabe. Allí las cuestas toman pendiente camino del castillo de la Estrella, principal atractivo histórico del municipio. “Fue un lugar muy relevante por su posición estratégica, sobre todo en la baja Edad Media, al estar en la frontera entre Castilla y el Reino de Granada”, recuerda el arquitecto Pedro Gurriarán, parte del equipo que ha participado en la restauración del patio de armas y la torre albarrana del monumento. Es la primera fase de unos trabajos que traerán dos etapas más en los próximos años. “Va a ser una de las fortalezas más lustrosas de toda Málaga”, asegura el especialista. Su labor se completa con las campañas arqueológicas que desarrolla, desde hace cuatro veranos, la Universidad de Granada bajo la dirección de Alberto García.
A los pies de la torre del homenaje hay unos bancos para admirar el paisaje, que en días claros incluye las cumbres blancas de Sierra Nevada. Más cerca dominan el embalse del Guadalteba un amplio número de montañas y extensiones infinitas de cultivos de cereal y olivares. Se pueden observar desde el cielo con un vuelo en parapente que ofrece, por 95 euros, el equipo de Airborn Adventures, con sede en Teba. Es buena ocasión para disfrutar a vista de pájaro de enclaves históricos cercanos como el castillo de Turón o la fortaleza de Bobastro, muy cerca del pantano de El Chorro y el Caminito del Rey.

Los alrededores de Teba también incluyen otras oportunidades para sorprenderse, como la cueva de Ardales o dar un paseo por el Tajo del Molino, junto a la cueva de Las Palomas y la sima de las Palomas, a las que no se puede acceder por su relevancia arqueológica. Allí, el río de la Venta mantiene llena una piscina que cuenta con mesas y una zona recreativa para descansar y darse un chapuzón para escapar del calor del verano. También para tomar fuerzas para continuar tras la pista de sir James Douglas entre gaitas, faldas y whisky escocés.
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