La excepcionalidad del consumidor español
La renta se incrementa, pero los hogares consumen con cautela y bajan su exposición al crédito inmobiliario


Uno de los tópicos más arraigados que se atribuyen a la economía española es su querencia por el consumismo, cuando no el dispendio. Y, sin embargo, los datos desmienten esta percepción, al menos en el periodo reciente. El consumo de los hogares se sitúa apenas un 0,2% por encima del nivel alcanzado hace cinco años en términos reales per cápita, es decir descontando la inflación y el crecimiento poblacional. Por comparación, los europeos han incrementado su gasto real per cápita un 1,4% (siempre comparando el primer trimestre de 2025 con el último de 2019).
Semejante contención no puede explicarse por la evolución de los ingresos a nivel agregado: en el último lustro, la renta disponible de los hogares aumentó un 5,2%, también en términos reales y per cápita, frente al 4,6% de la media europea. Por tanto, la mejora del poder adquisitivo no se ha trasladado al consumo, sino al ahorro, mientras que en el resto de Europa la conexión entre capacidad de compra y gasto en consumo ha sido más estrecha.
El resultado es que, en proporción sobre su renta, los hogares españoles ahorran más del doble que antes de la pandemia, cuando en Europa la tasa de ahorro se está acercando a los valores previos a la crisis sanitaria, a tenor de los datos divulgados esta semana por Eurostat. ¿Cómo explicarlo?
La sombra de la crisis financiera es alargada y sus efectos siguen estando presentes, pudiendo incitar a una actitud de prudencia por parte de las familias españolas. Es un hecho que los hogares han utilizado el plus de ahorro para aligerar sus pasivos: en los últimos cinco años, la ratio de deuda sobre renta disponible ha descendido en 22 puntos porcentuales, un ajuste apabullante que borra por completo los excesos de la burbuja de crédito. En comparación, los hogares europeos han recortado su endeudamiento solo en seis puntos porcentuales.
Otra causa posible se encuentra en los cambios experimentados en la distribución de los ingresos. La recién publicada Encuesta de Presupuestos Familiares evidencia un débil incremento del consumo para los quintiles medios y superiores de gasto, que son los que más pesan a nivel agregado. Los sectores de rentas inferiores a la media habrían incrementado su consumo a tasas algo más elevadas, pero con un impacto limitado en términos macroeconómicos.
En todo caso, el fuerte incremento del ahorro no prefigura un consumo diferido, ya que ha servido casi exclusivamente a desendeudarse y no a atesorar liquidez. El total de efectivo y depósitos acumulado por los hogares estos últimos años ha tendido a disminuir ligeramente en porcentaje de su renta disponible, situándose por otra parte en valores próximos a la media europea.
En suma, de cara al futuro, el consumo dependerá fundamentalmente de la evolución de los ingresos y de las decisiones de gasto (o propensión a consumir de los hogares): el sobre ahorro ha servido para desenladrillarse a medida que los préstamos contraídos durante la época de la burbuja han ido venciendo sin ser sustituidos por un monto equivalente de nuevos préstamos, de tal manera que no existe una bolsa de liquidez susceptible de sostener el gasto de manera relevante en los próximos años.
Con todo, cabe anticipar que el consumo privado se mantendrá como un factor de crecimiento, impulsado por la creación de empleo. Otro propulsor podría proceder de un eventual descenso de la tasa de ahorro, a medida que la deuda se acerca a mínimos históricos y que las familias retoman el camino del crédito. Pero la intensidad de este último factor será limitada a corto plazo. Y sobre todo hará falta un cambio más sustancial tanto de expectativas como del modelo productivo, es decir de la capacidad de generar productividad y remuneraciones más altas, para borrar el desacople entre los buenos resultados macroeconómicos y la percepción social.
Inversión empresarial
La inversión empresarial intensifica su recuperación, pero se sitúa todavía en niveles relativamente reducidos en comparación con épocas anteriores. En el primer trimestre, la formación bruta de capital fijo de las sociedades no financieras españolas se incrementó un 9,5% en relación a un año antes, y alcanzó el 23,3% del valor añadido del sector, es decir 4,3 puntos menos que en 2019. La tendencia es ligeramente más pronunciada que en el conjunto de la eurozona donde el descenso de la ratio de formación bruta de capital fijo sobre valor añadido alcanza 3,5 puntos.
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