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Van Aert se apunta el triunfo en París en la consagración de Pogacar en el Tour de Francia
El esloveno conquista su cuarto Tour tras terminar sin contratiempos en la etapa final


Cuando hace un año la lluvia empapó con una magia inesperada el gran desfile fluvial olímpico, París se despertó de un letargo de decenios y conquistó el mundo. Qué orgullo sus Juegos. Qué resaca. Qué decepción después. Recortes presupuestarios. ¿El deporte? ¿La preparación de los mejores talentos? Un lujo. Se cierra el paréntesis. París vuelve a ser gris y monótona, pasto de turistas sin sensibilidad, y llueve en julio para recordar a César Vallejo siempre y para que los Campos Elíseos, sus adoquines sesentayochescos, qué pavés, qué proyectiles ocultando la playa, se conviertan en el Carrefour de l’Arbre de la París-Roubaix, y la última etapa de su cuarto Tour en una aventura que hace recuperar la adolescencia perdida a Tadej Pogacar, la adrenalina, el miedo a no ganar, la emoción, el goce. Es la París-Roubaix, es el Koppenberg del Tour de Flandes en una calle en cuesta, en curva, la rue Lepic en el corazón de un Montmartre en la que vivió pobre y desesperado Van Gogh, y bailarinas de cancán en el Moulin Rouge desdentadas.
👑Van Aert se lleva la etapa y reina en París
— Teledeporte (@teledeporte) July 27, 2025
🏆Pogacar no pudo hacerse con la victoria, pero se corona por cuarta vez como campeón del #TourRTVE pic.twitter.com/dsdjdf7KJw
Toda la miseria, el decorado falso para selfis en el Sacré Coeur, sus escaleras para besos de TikTok, lo lavan la lluvia y los charcos hechos para la felicidad de niños saltando y salpicando con katiuskas, y un esloveno insensato again en una bicicleta hecha de y griegas en color yellow Tour, manillar de mariposa, neumáticos de 30 milímetros, frenos de disco chirriantes y aerodinámicos y bielas cortitas. Es él solo, sometido por fin a sus deseos, dando luz a una etapa que siempre fue un carrusel para esprínters y malos gestos de Cavendish. Un regalo del orgullo de un campeón. Un placer que le gustaría haber compartido contra su otro yo, Mathieu van der Poel, que abandonó agotado tras su campaña de clásicas de primavera, y un organismo debilitado por una neumonía que no encuentra obstáculos, o contra Remco Evenepoel, que se retiró deprimido y que hace un año, cuando el sol quemaba, se proclamó campeón olímpico en la misma cuesta. Pero para su alegría, más adrenalina, más riesgo, más necesidad de vaciar totalmente un cuerpo que ha llegado al final de su cuarto Tour con menos energía que nunca, tan duro, tan rápido se ha corrido, la ausencia de unos supone la resurrección de Wout van Aert, el gigante belga que formó parte de los mejores de la generación de la pandemia antes de empezar a sufrir caídas, heridas, enfermedades, tristezas y crisis. Pogacar necesita rivales y necesita recuperar el miedo a no ganar, y ambos ingredientes se los da plenamente Van Aert, clasicómano de pavés y velocidad, que ataca duro en la última de las tres subidas hasta las escaleras de Montmartre, la Butte de los franceses.
Pogacar, su alma de combatiente, heraldo de luz, ha sido el faro, la batuta, de todos los movimientos en el domingo gris de París. Radio Tour ha anunciado que, debido a la lluvia peligrosa, el Tour terminará oficialmente en el kilómetro 75,9 de los 132,3 previstos, justo en el cuarto paso por la meta de Campos Elíseos antes de empezar las tres vueltas por el circuito de Montmartre. La mayoría del pelotón levanta el pie y se deja llevar hacia el final a la velocidad de un río que llega a su muerte. Alaphilippe, esclavo de su personaje, no. El francés más querido hasta hace nada ataca en la primera subida de la rue Lepic. ¿Quién va a por él? ¿Quién le persigue vestido de amarillo brillante, ya ganador oficial de su cuarto Tour? Es Pogacar en persona. Quedan 40 kilómetros. Comienza una clásica en miniatura de kilómetros, inmensa de intensidad. El Tour recupera en las cuestas de París el espíritu de la primera semana y Pogacar el ardor. Arriesga. Se deja enredar en las batallas del pequeño grupo que se forma a su rueda, y en el que Matteo Jorgenson, el ciclista con el que menos le gustaría irse de vacaciones, hace de avispa insistente. Ataca y ataca, y siempre es el esloveno quien sale a cerrar el hueco, consciente de que al hacerlo, como le ocurrió con Roglic al servicio de Vingegaard en el Galibier mortal del Tour del 22, a su rueda Van Aert, compañero Visma de Jorgenson, afila el cuchillo. Llegado el momento se lo clava. Pogacar ha peleado hasta el final y acepta la derrota. “Me encontré en cabeza aunque realmente no tenía energía para motivarme a correr hoy”, explica. “Pero al final me alegré mucho de que neutralizaran los tiempos de la clasificación general y así fue más relajado correr. Solo había que tener buenas piernas para ganar en cabeza y me encontré ahí, intenté correr, pero Wout fue increíblemente fuerte”.
Llega a unos segundos de Van Aert –por segunda vez ganador en París tras un sprint en 2021 en el que le negó a Cavendish el récord de victorias--, que ya está cerca de cumplir 31 años y celebra la victoria tanto como festejó hace unos meses su victoria en Siena en la etapa de los caminos blancos del Giro, su única victoria del 25, o como hace cuatro años celebró su San Remo, el único Monumento en una carrera de clasicómano empequeñecida por la grandeza de Van der Poel y Pogacar.
El esloveno no lucha en el sprint por ser segundo. Termina cuarto. Echa al aire los últimos restos de la rinorrea que le ha coloreado la naricilla la última semana, y le ha preocupado el miedo a que el catarro se hiciera fiebre, se quita las gafas por fin, y deja ver sus ojos claros de alegría, las pestañas transparentes. El niño que siempre querrá ser, y su alegría al levantar el índice hacia el cielo no parecía fingida como en los falsos festivales de los Campos Elíseos de antes. Había chapoteado en los charcos. Era feliz. Acabó su Tour. El cuarto. “Hablé con Vingegaard en la neutralizada sobre lo mucho que hemos cambiado en los últimos cinco años compitiendo entre nosotros”, resume. “Hemos elevado mucho el nivel de cada uno y nos hemos esforzado al máximo para intentar ganarnos el uno al otro. Debo decir que luchar contra Jonas ha sido otra vez una experiencia dura. Ahora solo celebrar con tranquilidad esta semana y tener buen tiempo, no como aquí ahora”.
Un beso a su Urska en meta. Unos días de vacaciones y a preparar en su Mónaco el Mundial de Ruanda, donde defenderá el arcoíris.
pos ciclista | Equipo | Tiempo |
---|---|---|
1
![]() |
TVL | 3h:07:30 |
2
![]() |
XAT | +00:00 |
3
![]() |
TBV | +00:00 |
4
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UAD | +00:00 |
5
![]() |
TVL | +00:00 |
6
![]() |
TUD | +00:00 |
7
![]() |
LOT | +00:00 |
8
![]() |
ARK | +00:00 |
9
![]() |
XAT | +00:00 |
10
![]() |
COF | +00:00 |
pos ciclista | Equipo | Tiempo |
---|---|---|
1
![]() |
UAD | 76h:00:32 |
2
![]() |
TVL | +04:24 |
3
![]() |
RBH | +11:00 |
4
![]() |
TPP | +12:12 |
5
![]() |
DAT | +17:12 |
6
![]() |
UXM | +20:14 |
7
![]() |
ARK | +22:35 |
8
![]() |
RBH | +25:30 |
9
![]() |
EFE | +28:02 |
10
![]() |
TEN | +32:42 |
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