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“Un festival no frena un genocidio, pero la cultura debe mostrar lo que está pasando”: el Sónar debate su polémica edición

Siete ponentes y medio centenar de personas participan en un foro sobre su rol frente al contexto global

Una asisten baila en el Sónar Village en la primera jornada del festival Sónar 2025.
Noelia Ramírez

No se han pronunciado las palabras KKR ni Superstruct Entertainment, pero la influencia y consecuencias de que el grupo de inversión estadounidense con intereses en Palestina comprase al propietario del Sónar en 2024 ha dominado un debate de más de dos horas en el arranque matinal del viernes, segunda jornada del festival. Medio centenar de personas han asistido al foro El papel de la cultura en el contexto global cultural, un debate en el SonarÀgora con siete ponentes y con la participación abierta del público para abrir el melón que acompaña a todas las conversaciones sobre la edición de este año: ¿Qué pasa cuando un fondo de inversión compra festivales culturales? ¿Puede la cultura parar un genocidio? ¿De qué manera la cultura debe habitar el horror? ¿Pueden seguir operando con libertad los macrofestivales en este nuevo escenario de inversiones de impacto? ¿Un sistema cultural real con derechos culturales institucionalizados evitaría estas financiaciones y escenarios?

Conducido por la socióloga Liliana Arroyo y el periodista mexicano Victor Beltri, sobre el escenario, distintas voces para aportar todos los prismas posibles. El periodista, ensayista y gestor Rafel Vilasanjuan, que también fue secretario general de Médicos sin Fronteras, ha aportado su experiencia en las zonas de conflicto. “La cultura puede salvar unas vidas, pero no puede salvar una guerra. Los humanitarios tampoco las paran, pero la cultura tiene una misión que va de lo local hasta lo global”, ha dicho. El autor de Las fronteras de Ulises. El viaje de los refugiados a Europa (Debate, 2021) ha destacado que actualmente hay 50 conflictos armados en el mundo, ha recordado que “la brutalidad en la franja de Gaza la hemos construido todos nosotros” y ha defendido que “un festival, como ninguna sentencia de ningún tribunal penal internacional, ha frenado un genocidio, pero la cultura puede mostrar lo que está pasando”.

La doctora en Derecho y presidenta de la Asociación de Festivales de Música (AFM), Patricia Gabeiras, ha sido la encargada de contextualizar la problemática supervivencia económica de los macrofestivales españoles en la actualidad. En un país que lidera la industria festivalera a escala global, pero sin derechos ni sistema cultural definido a nivel institucional, el fantasma de la financiación asoma frente a estos eventos con la llegada de la inversión de impacto que realizan fondos inversores sobre los agentes culturales. “La pandemia nos llevó a las declaraciones universales de la cultura como bien público mundial, de primera necesidad. Pero no tenemos nada más que esas declaraciones. No ha habido construcción de la cultura como sistema, no hay unas leyes que establecen el rol de lo privado y lo público en la cultura. Y de ahí viene el problema de la financiación”, ha dicho.

Alicia Rubí, experta en la integración estratégica y financiera de sostenibilidad e integrante del IFRS Advisory Council, ha recordado que la inversión de impacto no es filantropía, pero sí busca generar un impacto social o ambiental positivo, además de una rentabilidad financiera. “¿El impacto es la última frontera o nos podemos plantear algo más transformador con los saberes situados de la cultura?”, ha planteado.

Momento del debate de 'El papel de la cultura en el contexto global cultural', en el SonarÁgora, este viernes por la mañana.

Frente a esta dependencia de los grupos de inversión, Gabeiras ha recordado que en España hay 129.000 pequeñas empresas vinculadas a la cultura. “Son pymes que tienen valores de la nueva economía, en su mayoría transformadora y de cambio en una sociedad humanizada”. Sobre la problemática del Sónar, la jurista ha recordado que el 98% de la financiación en España para las industrias culturales va a proyecto. “No existe la financiación para industrias que llevan 32 años funcionando de manera solvente como el Sónar, el tejido financiero no confía en ellos. El sector público no ha hecho nada para que una empresa pueda mirar a cinco años vista. Mientras las start ups sí son financiadas y apoyadas, a la cultura nadie la financia. Desde lo público y de lo privado se deben pensar cuáles son los principios a llevar a cabo. Algo que no sea un poquito de mecenazgo, un poquito de subvención, una visión improvisada. Los marcos jurídicos crean los espacios democráticos”, ha enfatizado.

“Autocrítica”. Eso es lo que ha pedido el músico, productor e investigador cultural Daniel Granados frente a ese escenario pro sistema cultural, y ha lamentado que no exista “una masa crítica social que defienda los derechos culturales como los derechos a la sanidad o la educación”. Granados ha recordado que “no se puede relegar a las artes a su valor simbólico y que lo material es importante. La vivienda también es cultura”, ha enfatizado, recordando que en Barcelona un 30% del alumnado está sufriendo desplazamientos forzosos por desahucios.

Mientras la gestora cultural Tere Badia ha recordado que “la cultura es un espacio de resistencia”, sobre participar o no en festivales señalados, la analista de tendencias Berta Segura ha defendido el sí. “¿Hay que aprovechar esos espacios libres, seguros, de crítica y de lucha donde hay marcas y fondos de inversión detrás? Hay que estar sí o sí, más allá de quien esté por encima. Pero tiene que haber un cambio a largo plazo. No podemos estar ante la muerte de la cultura”, ha defendido. Una postura que ha apoyado el gestor de empresas culturales Jordi Selles i Ferrés. “¿Cómo nos organizamos para garantizar que el Sónar siga pasando 32 años más? Esto no se solucionará hoy ni mañana. Destruir es muy fácil, pero construir algo así es un milagro. Y no solo es responsabilidad de la gente”.

“¿Cuánto vale un abono?”

Y en el turno de palabras con el público, tras la participación de varios artistas que han denunciado las trabas institucionales para seguir formándose y recibir ayudas, el relato de una pareja que ha visibilizado muchos de los dilemas a los que se enfrentan los vecinos de la ciudad frente al festival. “¿Cuánto vale un abono del Sónar? ¿Cómo va a venir una persona que dedica un 70% de su sueldo a pagar el alquiler? ¿Por qué esto no está lleno de adolescentes de las escuelas de la ciudad? Está muy bien hablar de la legislación internacional, pero el festival no se plantea sus privilegios. Estamos todos aquí, personas de una determinada raza, hablando. Pero, ¿cuántos inmigrantes hay aquí? Y no estoy hablando de expats instalados en Barcelona, pero tengo la sensación de que estamos performando oralismo cultural e igual podríamos pensar acciones que no cuestan tanto dinero”, ha dicho uno de ellos. La pareja aseguró que no volverá al festival por las dificultades que sufrieron el jueves en los accesos del festival, ya que uno de ellos tiene movilidad reducida tras un accidente.

Su aportación, que escucharon los tres directores del festival, sentados entre el público, demostró la posibilidad de debate, pero dejó en el aire muchas de las dudas que asaltan a un evento que está viviendo su edición más complicada. El miércoles no se llevó a cabo la tradicional paella con amigos y todo apunta a que no habrá rueda de prensa de resultados este sábado. Tras el debate, el bombo, afuera, daba sus primeros avisos. Que siga la fiesta.

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Noelia Ramírez
Periodista cultural. Redactora de S Moda desde 2012 y forma parte del equipo de Cultura desde 2022.
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