Jeannette Jara: el lugar imposible
Los tropiezos de Jara son el síntoma visible de un error más profundo: la izquierda chilena lleva años sin pensar en cómo dialogan sus convicciones con la realidad del país

Las últimas semanas han sido particularmente difíciles para la candidata oficialista Jeannette Jara. Pese a que su militancia comunista podría hacer pensar en un plan bien diseñado, hemos visto cómo se acumulan los errores y pasos en falso. Sin embargo, sería equivocado pensar que se trata solo de algo circunstancial. Todo indica que hay algo más profundo tras la seguidilla de desaciertos, desmentidos, contradicciones, diagnósticos errados y dificultades políticas que han marcado el derrotero de las izquierdas en los últimos años.
Un breve recuento sirve para situar el problema reciente. Primero, Jara tuvo que aclarar —y luego desmentir— a qué se refería su programa con la “estrategia de crecimiento basada en la demanda interna”. Segundo, uno de sus principales asesores económicos le quitó piso a dos medidas emblemáticas: el salario vital de $750.000 y el fin de las AFP. El tercer golpe fue quizás el más duro: negó públicamente que su programa de primarias propusiera nacionalizar las industrias del cobre y el litio, algo que José Antonio Kast le recordó sin piedad en un debate. Las explicaciones que siguieron fueron débiles. Aunque Jara reconoció su error, nunca explicó cuál había sido ni por qué cambió de posición. Como si fuera poco, el programa volvió a generar controversia cuando descartó que fuera prioritario liberalizar el aborto. Por el motivo que sea —desconocimiento, falta de lectura, o una estrategia que apunta a desmarcarse de ese programa— la candidata oficialista mostró debilidades que su carisma no logró salvar. Quizás eso explique por qué ha perdido tracción en las encuestas, pese a tener espacio para crecer al no tener ninguna otra candidatura desde el centro a la izquierda que le pueda hacer sombra.
La tentación de culpar a Jara o a su comando es grande. Mal que mal se han demorado demasiado en conformarlo, no existe mayor claridad sobre quién toma las decisiones, ni qué sensibilidad es su eje central. El tironeo constante entre Jara y la dirigencia de su partido solo le resta fuerza a su posición. Basta con ver que el PC fue capaz de imponer la candidatura de Daniel Jadue como diputado. Todo esto lleva a que la candidata esté siempre arrancando de su propia sombra, en un intento algo desesperado por no ser continuidad de este Gobierno ni expresar su militancia histórica en el PC.
Con todo, las debilidades del equipo de Jara no bastan como explicación. Esas dificultades persistentes encuentran su origen en el error de diagnóstico de la izquierda reciente y la interpretación del proceso abierto en octubre de 2019 como la crisis terminal del modelo. Al dilapidar con agendas maximalistas y performances la posibilidad de cambio constitucional, quedó en evidencia el desacople entre lo que pensaban que estaba sucediendo y lo que esperaban los chilenos. En el proyecto de la Convención aparecían prácticamente todas las propuestas de las que se desmarca Jara hoy y que son un lastre para su campaña: nacionalización de recursos naturales, desarrollo interno, liberalización del aborto casi sin ningún límite. A pesar de la magnitud del rechazo a ese proyecto (así como a la manera en que se llevó a cabo el proceso), las izquierdas criollas no parecen haberse dado cuenta de lo que significó. Lo llamativo es que, junto con insistir en las mismas agendas, todavía se piensa en postular a muchos de los protagonistas de ese fracaso, como Elisa Loncón o Jaime Bassa, entre otros. Por eso, por más que se intente repetir la coalición de partidos que apoyó esa constitución, su proyecto tiene patas cortas.
Si a eso le sumamos que el conglomerado que apoyó a Gabriel Boric en la segunda vuelta contra José Antonio Kast solo tenía como pegamento el rechazo al candidato republicano, el resultado queda a la vista: una coalición pegada con chicle. Como se vio en la primaria, hay dos o más proyectos contradictorios que no logran cuajar juntos. La desesperación electoral al ver que no logran convencer a buena parte de la ciudadanía lleva a una unión débil, que expresa dramáticamente la situación de la Democracia Cristiana, pero que es extensible a todos los partidos.
Los tropiezos de Jara son el síntoma visible de un error más profundo: la izquierda chilena lleva años sin pensar en cómo dialogan sus convicciones con la realidad del país. Esta desconexión no comenzó con el plebiscito ni terminará con esta elección. Se trata de una elite política que construyó su identidad en la resistencia y la utopía, pero que no logra leer las señales de una sociedad que cambió mientras ellos seguían hablando el mismo idioma de octubre. El problema no se limita a malos candidatos; es que todavía no ajustan su proyecto político a las expectativas de la ciudadanía. Mientras no cierren esa brecha, la izquierda seguirá a los tumbos entre el pragmatismo vacío y oportunista, y un dogmatismo rayano en lo infantil.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.