Hablar de Pinochet
El ministro de Educación Nicolás Cataldo, comunista, expresó muy bien el problema: un profesor, bajo ninguna circunstancia, puede gritonear a sus alumnos defendiendo una postura, al tratarse de un verdadero atentado a la función pedagógica

En los últimos días tuvieron lugar en Chile dos situaciones en las que la figura del dictador Augusto Pinochet fue el foco de la controversia.
La primera fue un foro sumamente interesante entre figuras públicas de las derechas, quienes eran interrogadas sobre sus diferencias por el periodista Patricio Fernández: lo interesante del ejercicio es que no había intromisión de nadie ajeno a ese mundo, salvo la del periodista a través de sus preguntas. Así las cosas, se develaban las razones de las distancias entre la derecha tradicional y un profesor de derecho constitucional que oficiaba de retrato hablado de esa otra derecha que no claudica en sus convicciones. Una de las preguntas de Patricio Fernández se refirió al papel que podría estar jugando en las controversias fratricidas de las derechas la figura fantasmal de Pinochet: recordemos que, en un año de elecciones generales, la derecha tradicional se encuentra desafiada por la extrema derecha de Republicanos, tanto en la elección presidencial (con José Antonio Kast, al borde de ser puntero en las encuestas) como parlamentaria. Demás está decir que el adjetivo que aquí estoy usando, extrema derecha (o si se quiere, derecha ultra o radical), es vehementemente rechazado por sus protagonistas: la misma historia en todas partes, desde hace muchos años. La respuesta fue muy clara entre los panelistas de la derecha tradicional: sí, en las guerras de las derechas, Pinochet se encuentra presente, no como figura explícita, sino como espectro, como una suerte de inconsciente o de matriz que explica las ambigüedades de ese mundo político sobre el golpe de Estado, los ejecutados y detenidos desaparecidos. Por el contrario, para Luis Silva, también conocido como el profe en el mundo de la derecha ultra republicana (por su rol de profesor en la Pontificia Universidad Católica), Pinochet no juega ningún papel en las batallas de las derechas. Hay allí un importante punto de discordia: o Pinochet es irrelevante, o juega un papel en modo freudiano, como un inconsciente autoritario de las derechas que se encuentra detrás de las conductas de todas las derechas.
El segundo episodio tuvo lugar en una escuela de la comuna de Limache, en un aula en la que un profesor enceguecido por su anti-pinochetismo se enfrascó en una agria disputa con sus alumnos, la que fue grabada y difundida por redes sociales. Un desastre desde todo punto de vista. En primer lugar, porque pone en duda la función pedagógica de quienes ejercen pedagogía (en este caso, histórica) sobre menores de edad que se encuentran en formación. En segundo lugar, porque el episodio revela una forma de cancelación de opiniones disidentes sobre la dictadura. Al ver las imágenes, quedé shock: no podía creer lo que estaba viendo. Desde entonces, el profesor se encuentra separado de sus funciones.
¿Significa esto que no se puede hablar ni enseñar lo que Pinochet pudo significar en la historia de Chile? Así formulada, la pregunta es furiosa, pero toca un tema relevante. El ministro de Educación Nicolás Cataldo, comunista, expresó muy bien el problema: un profesor, bajo ninguna circunstancia, puede gritonear a sus alumnos defendiendo una postura, al tratarse de un verdadero atentado a la función pedagógica. El tema es sumamente relevante, ya que un profesor debe permanecer en una posición equidistante, incluso cuando lo que está siendo discutido en aula sea evidentemente abyecto: en tiempos en los que campea la polarización afectiva en las elites, no será raro volver a encontrar situaciones de este tipo sobre la igualdad de género, los derechos de las minorías sexuales, el rol de los pueblos originarios o la inmigración.
Lo anterior se entiende probablemente mejor si se considera el momento profundamente revisionista por el que atraviesa Chile, lo que tomó a muchos por sorpresa al momento de conmemorar los 50 años del golpe en 2023 y que hoy es evidente. En una comuna de clase media cuya alcaldesa es de derecha, en San Miguel, la autoridad edilicia puso en cuestión que una de las principales arterias de la comuna lleve el nombre del expresidente Salvador Allende: la decisión pertenece finalmente al consejo municipal, pero la alcaldesa ensayó una fórmula vaga de consulta a los vecinos. Más allá del resultado de esta controversia local, ella refleja muy bien el clima de opinión en Chile: si es posible cuestionar que una calle lleve el nombre del expresidente Salvador Allende, entonces también es posible hacer de Pinochet un tema de controversia en una sala de clases.
El momento es perfecto para aumentar la polarización afectiva que ya está incidiendo entre cuatro candidatos principales: la candidata comunista Jeannette Jara encabezando a todas las izquierdas bajo el paraguas de una coalición de “centroizquierda” y tres candidatos de derecha (dos de derecha ultra, José Antonio Kast y un extravagante Johannes Kaiser), a quienes se suma una candidata más bien liberal Evelyn Matthei, hija de un ex miembro de la junta militar en tiempos del dictador Augusto Pinochet.
Definitivamente, Chile está girando en algo tan sensible como hablar de Pinochet y sus formas… en un año electoral.
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