Israel desata una guerra civil en el movimiento MAGA
El apoyo de Estados Unidos a su aliado provoca un cisma en la extrema derecha y un agrio debate en torno a figuras como Tucker Carlson, los límites de la libertad de expresión y el antisemitismo


Con su líder, Donald Trump, de vuelta en la Casa Blanca y la mayor influencia de su corta e intensa historia sobre la mayoría republicana en el Congreso, este estaba llamado a ser el gran año de la expansión del universo MAGA. Y el asesinato de uno de sus referentes, Charlie Kirk, un antes y un después: el momento de comunión definitivo de la heterodoxa coalición que cubre el paraguas de ese eslogan, Make America Great Again, que pide devolver su grandeza a Estados Unidos.
Pues bien, el movimiento despide 2025 más dividido y enfrentado que nunca, gracias a la caja de los truenos que la muerte de Kirk abrió en septiembre en torno al apoyo de Estados Unidos a Israel en su brutal guerra en Gaza y a los límites de la libertad de expresión allá donde esta choca con el antisemitismo.
La bronca protagonizó la celebración el fin de semana pasado de AmericaFest, el gran festival de las ideas conservadoras que Kirk organizaba cada diciembre en Phoenix (Arizona). Turning Point USA (TPUSA), la organización de proselitismo juvenil que este fundó, continúa sin él, y logró reunir a unas 30.000 personas en torno a su memoria. Pero no fue del todo una fiesta: sobre el escenario, algunos de los mayores influencers de la extrema derecha estadounidense se enredaron en esas querellas hasta el punto de los insultos.
No estaban invitados al congreso, pero la sombra de dos podcasters −el antisemita y admirador de Hitler Nick Fuentes y la campeona de las teorías de la conspiración Candace Owens− sobrevoló la cita. Ella ha desestabilizado a la vieja guardia MAGA con sus bulos. Y la amable entrevista que el exlocutor de Fox News Tucker Carlson le hizo a Fuentes en octubre pasado puso sobre la mesa la ruptura del consenso de la derecha estadounidense sobre la idea de Estados Unidos como aliado inquebrantable de Israel, una de las pocas tradiciones de la política exterior de Washington que Trump ha honrado en sus primeros 11 meses de vuelta en el poder y que lleva décadas definiendo al Partido Republicano.
Aquella charla, y los ataques de Carlson a los “cristianos sionistas”, despertaron, entre otras, la ira de Ben Shapiro, judío ortodoxo fundador de la compañía de medios MAGA The Daily Wire. En la jornada inaugural de AmericaFest, atacó a Carlson (cuya entrevista definió como un “acto de imbecilidad moral”), a Steve Bannon (al que llamó “relaciones públicas Jeffrey Epstein”, tras las revelaciones sobre la relación entre ambos que han surgido de los papeles del millonario pederasta) y a otra ex de Fox News, Megyn Kelly, por su negativa a criticar a Owens y Fuentes.
Todos ellos devolvieron a Shapiro los cumplidos cuando fue su turno y cogieron el micrófono. Si un movimiento se define casi más por lo que ataca que por lo que defiende, sobre ese escenario de Phoenix quedó claro que los adversarios de este (los demócratas, la agenda woke, el globalismo) ya no son lo que eran.

Shapiro también tuvo para Owens, famosa por emplear su programa, que cuenta con 5,7 millones de suscriptores en YouTube, para esparcir conspiranoias. Está desatada tras la muerte de Kirk, que fue su amigo y empleador en TPUSA (Shapiro también le dio trabajo). Sostiene que Brigitte Macron, esposa de Emmanuel Macron, es un hombre (un bulo que le ha valido una demanda del presidente y la primera dama de Francia) o que a Kirk, que murió asesinado ante las miles de personas que asistían a uno de sus actos de debate público en la universidad de Utah, lo mató una conspiración urdida por los servicios de inteligencia israelíes, franceses y egipcios. Y que estos, y Tyler Robinson, el hombre que, según el FBI, organizó en solitario el asesinato y apretó el gatillo, contaron con la colaboración desde dentro de empleados de TPUSA.
Según esa teoría, el complot buscaba prevenir lo que iba a pasar: la expresión pública de un cambio de opinión de Kirk sobre Palestina y la potencial crisis de imagen para Israel, dado el ascendente del activista sobre los jóvenes conservadores, especialmente sobre los hombres. Si Trump mejoró el año pasado el voto en ese segmento fue gracias al trabajo de Kirk tanto en sus pódcasts como con las giras en las que desafiaba las ideas progresistas de los universitarios con los que debatía.
Para sostener esa teoría, Owens publicó unos mensajes de Kirk en un chat grupal, en los que este se quejaba de la presión que estaba recibiendo de un influyente donante de TPUSA por no desvincularse de Carlson, convertido en uno de los mayores críticos del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y acusado de antisemita y de próximo a Qatar, ya antes de su aproximación a Fuentes. “No puedo ni voy a dejarme intimidar de esta manera”, escribió Kirk un par de días antes de morir asesinado. “No me dejan otra opción que abandonar la causa proisraelí”.
Uno de los miembros de ese grupo era Pesach Wolicki, rabino israelí extraordinariamente bien conectado en la derecha estadounidense, que explicó en una conversación por videoconferencia con EL PAÍS que Kirk abrió ese chat “meses antes” y que en él estaban incluidas “nueve personas” para hablar de temas relativos a Israel. Entre ellas, un productor de TPUSA, que, según Woliki, “casi no participaba” y que fue quien filtró los mensajes a Owens.

“Charlie creía firmemente que todas las voces debían escucharse, también aquellas con las que, como con Carlson, no estaba de acuerdo”, aclara el rabino, que ejerció de anfitrión de la cena del shabat en AmericaFest. “Lo que ella no contó fue lo que vino después: una llamada de Zoom con solo tres de nosotros la noche antes del asesinato”. Kirk buscaba “argumentos para responder a las preguntas sobre Israel que le fueran a hacer en la gira que estaba a punto de comenzar. “Era, con mucho, el tema que más le sacaban en sus debates, porque en las universidades estadounidenses el sentimiento antiisraelí es muy fuerte. Puedo garantizar que no estaba a punto de cambiar de idea”, dice Wolicki.
Ferviente cristiano evangélico, el primer libro póstumo de Kirk se titula Para en el nombre de dios, y es una defensa del shabat como un “acto de resistencia radical” en un “mundo de móviles y ruido constante”. Su viuda, Erika Kirk, se reunió la semana pasada con Owens durante cuatro horas y media para pedirle que renunciara al bulo sobre la muerte de su marido. No logró convencerla.
Una encuesta del laboratorio de análisis conservador Manhattan Institute concluyó a principios de mes que un 17% del Partido Republicano se agrupa en lo que el sondeo define como “republicanos antisemitas”. “Suelen ser más jóvenes, predominantemente hombres y con mayor probabilidad de tener estudios universitarios”, explican los redactores del estudio.

Para Wolicki es la prueba de que el cambio de idea sobre Israel en el mundo MAGA tiene que ver con el aislacionismo que propugnan los ideales de su principal pegamento, el America First (Estados Unidos Primero). Y ahí entraría una figura como la de Marjorie Taylor Greene.
Desde 2021, Greene fue una de las más fieles aliadas de Trump en la Cámara de Representantes hasta que el repudio de este, enfadado por la insistencia de ella en pedir la liberación de los papeles de Epstein, la llevó a renunciar a su escaño, que ya no ocupará a partir del próximo 5 de enero. En julio, Greene se convirtió en la primera miembro del Partido Republicano en el Capitolio en definir las acciones de Israel como un “genocidio”. Escribió en X: “Lo más sincero y sencillo es decir que el 7 de octubre [de 2023, día en que Hamás masacró a unas 1.200 personas y secuestró a otras 250] en Israel fue horrible y que todos los rehenes deben ser liberados, pero también lo son el genocidio, la crisis humanitaria y la hambruna que están ocurriendo en Gaza”.
En el reportaje de portada del nuevo número de la revista Harper’s, Bruce Cockburn, su editor en Washington, achaca ese cambio de idea también a las nuevas formas de circulación de la información. “Como era de esperar, los medios de comunicación tradicionales, como The New York Times y la CNN, han ofrecido una cobertura edulcorada de la masacre [en Gaza]. Pero gracias a las redes sociales, se ha vuelto imposible controlar el flujo de las noticias”, escribe. Según un análisis del Pew Research Center, una quinta parte de los estadounidenses se informa a través de TikTok y otras redes sociales, donde, añade Cockburn, “una avalancha de imágenes impactantes muestra lo que realmente estaba sucediendo en Gaza”. Esa cifra asciende al 43% entre los menores de 30 años.
Varios meses antes de morir, Kirk escribió una carta a Netanyahu en la que le advertía de que estaba “perdiendo la guerra de la información” con la juventud estadounidense, también entre los conservadores, y le contaba que de las preguntas que le hacían constantemente destacaban dos: “¿Es Israel un Estado de apartheid?”. Y: “¿Por qué Israel lleva a cabo una limpieza étnica?”.
Esta última se la hizo en octubre al vicepresidente J. D. Vance un asistente a un evento de TPUSA. El muchacho también quería saber por qué Estados Unidos sigue financiando con “varios cientos de miles de millones de dólares” a su aliado. Vance, consciente de pisar terreno resbaladizo, contestó con una defensa de Trump y un desvarío teológico sobre judíos y cristianos. En la parte de la “limpieza étnica” no entró.

En su intervención del pasado domingo en AmericaFest, Vance recordó a los presentes que “Trump no construyó la mayor coalición de la historia de la política para que sus seguidores se enredaran en interminables pruebas de pureza”. En una entrevista publicada ese mismo día declaró que “el antisemitismo y todas las formas de odio étnico no tienen cabida en el movimiento conservador”, pero sobre el escenario del festival de Phoenix dejó claro que no piensa “cancelar” a nadie por sus ideas y, sobre todo, no quiso pronunciar la palabra en la que todos estaban pensando: Israel.
No está claro por cuánto tiempo podrá seguir manteniendo su neutralidad Vance, que ese día recibió el apoyo público de Erika Kirk a sus ambiciones presidenciales de 2028. Sí lo está que lograr un armisticio en la última guerra civil MAGA le corresponde a él o a cualquiera que pretenda continuar con la misión de Trump cuando él no esté: entre tanto, y como de costumbre, sus fieles se resisten a culpar a este de nada.
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