La izquierda chilena se vuelve competitiva para quedarse con la Presidencia 2026
La candidata del Partido Comunista, Jeannette Jara, lidera la coalición de Gabriel Boric. Desde 2006 que un presidente no entrega el mando a un sucesor del mismo signo político


La última vez que un presidente chileno entregó el mando a un sucesor del mismo signo político fue en marzo de 2006, cuando Ricardo Lagos, socialista, puso la banda presidencial a Michelle Bachelet, socialista también, que había sido su ministra de Salud y Defensa. Desde entonces, nunca un mandatario chileno ha logrado mantener el Gobierno -hubo 16 años de gobiernos consecutivos de Bachelet y Sebastián Piñera, de derecha-, y todo indicaba que el péndulo, luego de la Administración de Gabriel Boric, pasaría a manos de los conservadores. La primaria de la izquierda de hace dos semanas, sin embargo, donde fue elegida como candidata única del oficialismo Jeannette Jara, militante del Partido Comunista y exministra de Boric, ha renovado las esperanzas de la izquierda. Aunque los pronósticos indicaban que la derecha era la favorita para llegar a La Moneda en marzo de 2026, Jara ha mostrado su competitividad frente a los candidatos opositores. Ahora, a diferencia de lo que se pensaba hasta hace poco, parece perfectamente posible que Boric le entregue el poder a uno de los suyos. Sería un hecho inédito en Chile en los últimos 20 años.
Diversas encuestas realizadas después de las primarias del 29 de junio muestran que Jara, administradora pública y abogada de 51 años, ha sido capaz de quedarse con el apoyo de los otros competidores que dejó en carrera: Carolina Tohá, del Socialismo Democrático, y Gonzalo Winter, del Frente Amplio de Gabriel Boric. De acuerdo a la encuesta Cadem de la semana pasada, que mide intención de voto espontáneo, Jara marca 26%, seguida del republicano José Antonio Kast con 22%, de la derecha extrema y conservadora, mientras que la candidata de la derecha moderada, Evelyn Matthei, se instala en tercer lugar con un 12%. La candidata de la izquierda, en cualquier caso, en este mismo sondeo no llega al 36% que aprueba la gestión del presidente Boric, que ha logrado que un 30% lo respalde permanentemente -puntos arriba o abajo-, incluso en los momentos complicados de sus tres años y cuatro meses de gestión.
La encuestadora Data Influye, en tanto, el martes dio a conocer su estudio de opinión que muestra que la militante comunista lidera con un 39%, que Kast obtiene un 23% y Matthei un 15%. De acuerdo a este informe -al igual que la encuesta Cadem- quienes pasarían a segunda vuelta son Jara y Kast, instalando una campaña polarizada entre dos proyectos políticos diametralmente diferentes: uno de la derecha extrema y, otro, el de la izquierda, liderado por una candidata del Partido Comunista. Previendo escenarios en el balotaje, Data Influye augura un empate técnico: Kast tendría un 43,9%, mientras Jara un 43,7%. Es un escenario inesperado para la izquierda.
Pero la carrera a La Moneda recién comienza. Y el tiempo que resta para la primera vuelta parece extenso considerando la impredecible política chilena, porque nada permanece estable por mucho tiempo.
A cuatro meses de las presidenciales del 16 de noviembre, donde más de 15 millones de chilenos estarán obligados a votar por el nuevo jefe de Gobierno, los candidatos de las diferentes fuerzas políticas aceitan sus equipos de campaña, afinan sus relatos y despliegan sus respectivas estrategias con una fecha importante en el horizonte cercano: el 18 de agosto, cuando finaliza el plazo para oficializar las candidaturas a La Moneda-se sabrá en forma definitiva la cantidad de postulantes que estarán en la papeleta-, y para que los partidos inscriban sus listas para renovar el Parlamento.
Lo de las candidaturas al Congreso -que se renueva el mismo 16 de noviembre- tiene alguna importancia en Chile: los partidos que apoyan a un determinado candidato a la Presidencia no siempre logran pactar una lista única. Es lo que pasa, hoy en día, tanto en el oficialismo como en la derecha chilena, y los postulantes al primer cargo de la Nación están ejerciendo su liderazgo para acercar posiciones en sus respectivos sectores políticos. Por el contrario, el candidato presidencial que no emerge con la fuerza requerida por los postulantes al Parlamento –que buscan la mítica foto de campaña con el presidenciable que los pueda ayudar a conseguir un escaño–, sufre serias presiones por parte de los partidos que lo apoyan. Es lo que podría ocurrirle a Matthei si no logra despegar del tercer lugar en las próximas semanas.
La candidata de la derecha tradicional, que fue favorita por meses, ha tenido problemas con instalar un discurso diferente a Kast. Desde la primaria Matthei ha levantado la bandera de la moderación, su única opción posible frente a la disputa Jara-Kast, pero no necesariamente la mejor alternativa en un cuadro polarizado. De acuerdo a la última encuesta CEP, difundida el miércoles pasado, un 26% piensa que Matthei será la próxima presidenta de Chile, aunque el trabajo de campo fue entre el 9 de mayo y el 18 de junio.
Kast tiene mochilas importantes encima: su sector político fue el principal referente del segundo proceso para cambiar la Constitución, que fue rechazado por la ciudadanía en 2023. Le pesa, además, que en 2021 no fue capaz que ganarle a Boric en el balotaje, aunque había ganado la primera vuelta presidencial. Jara, en tanto, intenta ampliar su discurso político para no quedarse atrincherada como candidata del PC. Con la decisión de seguir militando -estuvo a punto de congelar la militancia para entregar una señal de amplitud-, deberá en estos meses espantar los miedos y convencer a aquellos izquierdistas moderados que no están dispuestos a respaldar a una candidata comunista. Lo decía este sábado en El Mercurio el reconocido académico Agustín Squella: “No estoy dispuesto a votar por una candidata comunista”. Y añadió: “No me gustan las campañas del terror que se hacen continuamente desde la derecha, pero no se puede negar que, siendo el PC un partido internacionalista, sus credenciales democráticas han sido siempre debilísimas, abusando también de nuestro chilenísimo doble estándar: las dictaduras son malas si el poder lo alcanzan los opositores, y buenas, o cuando menos blandas, cuando el poder no democrático cae en mano de los partidarios”.
En cualquier caso, aunque el escenario sigue abierto, y el voto obligatorio repuesto en 2022 inyecta incertidumbre al resultado, la izquierda chilena inesperadamente ha vuelto a tener opciones de mantener el Gobierno. Ni la propia izquierda pensaba que era un escenario posible.
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