Talor Gooch reconquista el LIV Golf Andalucía
El norteamericano, de menos a más, resiste las embestidas de los rivales, especialmente de Rahm, y se impone en Valderrama como en 2023


A mayor reto, mejor respuesta. Ese fue Talor Gooch (Oklahoma; 33 años) en Valderrama, exigido como pocas veces por un Rahm de lo más famélico y ambicioso, de golf redondo. Resulta que cuando las cosas se torcieron de verdad, cuando quedaban dos hoyos, poco más de un suspiro, emergió la mejor versión del norteamericano, de menos a más en el día, capaz de superar las turbulencias para explicar que este campo de golf puede ser español, pero también es suyo, toda vez que ya ha ganado dos torneos aquí (más que en ningún otro sitio -cinco laureles tiene en el zurrón-), ahora reconquistado tras el laurel del curso pasado de Sergio García. Gloria a Gooch, que pudo con todo y todos.
El día anterior, después de firmar un -1, Rahm se sentó en la silla de la sala de prensa, cogió el micro y articuló un discurso tan profético como agalludo. “A ver si puedo recortar la distancia a la mitad en nueve hoyos y si luego hago un par de birdies y él hace un par de malos swings…, cambia mucho el tema”, deseó en referencia a la distancia que tenía con Gooch, seis golpes por detrás a falta de la jornada definitiva. Y amplió: “Le quedan 18 hoyos, ¿no? Y en Valderrama en algún momento vas a sufrir”. Y así sucedió, excelente Rahm. “El golf es un deporte con el que te vuelves a tropezar cada vez que sientes que todo encaja, pero desde el PGA voy jugando mejor. Estoy muy cómodo con el driver, cero dudas, y con los hierros lo mismo, mucha confianza”, resolvió el de Barrika. Pero el norteamericano se mantuvo de pie, golf firme y cabeza fría. Algo que ya había hablado con su caddie Malcom Baker y que reforzó durante el calentamiento.
Hay cosas que han sido invariables en el range (zona de prácticas) durante el torneo. Ahí estaba Rahm, concentrado, siempre haciendo un backswing a medias para ver por dónde sube el palo y después ejecutar el golpe. Ahí estaba Koepka, escupiendo al suelo sin parar y mirando el móvil, como si el golf no fuera con él, absentismo que, sin embargo, no se corresponde con su proverbial juego. Ahí estaba Lahiri, sonrisa como saludo, charlas por doquier. Ahí estaban los Torque, el equipo liderado por Niemann que son cuatro en uno, siempre juntos, latinos ellos, amistad entre palos y bolas. Ahí estaba Surratt y ahí seguirá estando porque no ha habido un jugador que haya pegado más bolas, profesional hasta la extenuación. Ahí estaba Sergio García, alimentándose de los vítores de la afición, que creía en los milagros porque así se lo aclaró él mismo el año pasado al recuperar siete golpes de ventaja. Y ahí estaba, claro, Gooch, que recibía los ánimos de sus compañeros -¡sí, también de Koekpa!- y hasta de sus hijos, como el de Graeme McDowell, que no torcía el gesto ni cuando soltó una papa, golpe al suelo antes que a la bola. “Nada, nada, está muy tranquilo, muy relajado”, contaba a este diario su caddie, exgolfista profesional que ha acompañado a Gooch toda su carrera; “ya hemos hablado de que se trata de hacer lo mismo que en la pasada ronda, golpe a golpe, confiando en que llegaran los buenos resultados”. Bingo.
Aunque de tan relajado que estaba, a Gooch se le escapó un bostezo antes de comenzar la ronda. Y, quizá, también de lo relajado que estaba, se enredó en el primer hoyo, mala salida, golpe tuerto de recuperación, green a la tercera y dos putts, boogey al canto. “Las sensaciones son muy buenas”, replicaba Baker, bolsa al hombro, espalda como armario. Pero la diferencia de cuatro golpes se reducía a tres, pujante un Abraham Ancer que hacía bueno ese dicho de que en el tarro pequeño está la buena confitura (1,70 metros). También lo estaba Patrick Capitán América Reed, tan desajustado desde el tee como maravilloso cerca de green.

Hasta que Rahm levantó la mano, golf de muchos quilates. Salida tendida dominando el vuelo de la bola, hierros cortos certeros, siempre con el efecto al gusto, y putts, al fin, afilados. Birdie, birdie y birdie del 9 al 11, Rahm a un golpe de Gooch que, sin embargo, recuperaba un poco la sonrisa tras los birdies en el 7 y el 11, cuando en vez de las gafas, lo que tenía sobre en el cogote era el aliento de español. “He jugado muy muy bien. He gozado de meter los putts. No he tenido estrés. Un día soñado en Valderrama porque en los nueve segundos he sentido que podía ganar. Creo que desde la primera vuelta del Masters de 2023 no me sentía tan cómodo”.
“¡Vamos Jon!”, “¡Vamos León!”, persistía la afición, que este domingo sí que coloreó el campo, unas 10.000 personas. Y él respondía. Como en el hoyo 14, de nuevo golf equilibrado, birdie y a un golpe, tembleque para Gooch. Como explicó instantes después en ese mismo hoyo con triputt terrible, corbata y grito ahogado, adiós al liderato en solitario. Ahí estaba Rahm. Y hasta un estratosférico McKibbin, norirlandés que quiere coger el relevo de McIlroy, tan bisoño (21 años) como talentoso, también con tiritera al final de la ronda. De nervios no iba a pecar Rahm. Tampoco Gooch, como aclaró en los dos momentos más calientes, en los dos últimos hoyos.
En el 17, Rahm cerró el hoyo con un birdie, golpe de autoridad, si ganas que sea porque me has podido. Lo vio desde la distancia Gooch, en la calle en ese par 5, presumible un lay up -golpe comedido y corto adrede para reducir riesgos- para no caer en el agua que franqueaba el green. Pero le pegó con todo, vuelo recto y osado, a escasos palmos del green. Dos putts y birdie, todavía un golpe por delante con un hoyo para acabar. -8 y -7. Fue entonces cuando a Rahm le falló la madera, bola a la pinaza. Pero se dio la opción de salvar el par con un putt de cuatro metros y bien que lo hizo, puño al aire y griterío ensordecedor. Si quieres ganarme, que sea porque me has podido, se volvió a escuchar como eco… Y Gooch aceptó el desafío, de nuevo sensacional con una salida a la mitad de calle, golpe a green, dos putts y, definitivamente, victoria. El -6 de Rahm no pudo con el -1 de Gooch, que aguantó el tipo y el asedio, que volvió a coronarse en Valderrama. “No ha cometido un error en los nueve segundos hoyos, ha hecho -2, chapeau", reconoció Rahm. “Puede que no a todos los fans les encante, pero no puedo describir lo especial que es vencer a Rahmbo. Han pasado dos años desde que gané. Mi última victoria fue aquí. Mucha sangre, sudor y lágrimas derramadas para volver aquí“.
Y ambos, enfriada la cabeza, felices por el botín -Ramh se llevó 1,9 millones y su equipo 2,2; Gooch ganó 2,5 y 1,2 su equipo-, volvieron a reclamar su sitio en el golf mundial. “Puede que el LIV no tenga corte, sean tres vueltas… Pero es una buena competición y merece puntos del ranking mundial. Espero que suceda, que no tarde mucho. También hay jóvenes que merecen tener la oportunidad de clasificarse a grandes", reclamó Rahm. “Espero que por el bien de Tom McKibbins, Caleb Surratts y David Puig, jóvenes que tienen mucho tiempo por delante en este deporte, tengan la oportunidad de jugar esas cuatro semanas especiales del año”.
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