Diamante Eléctrico, la banda de rock que transforma la industria musical desde la vulnerabilidad
Con 14 años de trayectoria, el grupo bogotano creador de la popular ‘Los chicos sí lloran’ ha recibido dos Grammy Latinos al Mejor Álbum de Rock. Juan Galeano y Daniel Álvarez han creado himnos rebeldes que reflejan los lados más oscuros y más luminosos de la vida

Diamante Eléctrico consiguió convertir la frase “los hombres sí lloran” en una declaración política. Lo que inició como una canción en 2020, poco a poco fue haciendo mella en una escena musical en la que los estereotipos de género son la regla. Es en esa capacidad de reflexionar y llevar la contraria reside el éxito de la banda de rock creada en 2012 por Juan Galeano y Daniel Álvarez, un par de amigos músicos que le apostaron a la magia de crear juntos. Una decisión que les ha traído cuatro premios Grammy Latino, ocho álbumes de estudio y un sencillo incluido entre las 100 canciones en español más importantes del siglo XXI según Rolling Stone. Pero, sobre todo, una fiel y enorme fanaticada en toda América Latina. Álvarez y Galeano han demostrado que no hay nada más rockstar que ser vulnerables.
Como su nombre lo indica, Diamante Eléctrico es una joya . Y brilló con rapidez. Tan solo un año después de su nacimiento, ya habían sido nominados a los premios Shock, que ganarían en dos ocasiones. En 2015, fueron seleccionados para ser los teloneros de Foo Fighters; en 2016, abrieron el concierto de los míticos Rolling Stones y en 2017 tocaron en Coachella. El ascenso fue vertiginoso. Con apenas cinco años de carrera, la agrupación se había hecho un lugar en la escena musical latinoamericana.
Galeano y Álvarez decidieron crear Diamante Eléctrico tras pasar por varios proyectos efímeros o fallidos. Otros desistirían, ellos no. Son tercos y han insistido en poner su amor por la música por encima de la fama y el dinero. “Nuestra meta, cuando empezamos y todavía, es no vender nuestra esencia por dinero. Por eso seguimos haciendo las cosas como las hacemos. Queremos llegar persona a persona”, dice Álvarez.
Con temperamentos opuestos, se complementan a la perfección. Galeano, la voz principal y bajista, se formó en Holanda como contrabajista de jazz; es directo y habla con desenfado, sin pelos en la lengua. Álvarez, el guitarrista, sereno y de tono conciliador, venía de la banda bogotana Madame Complot y es quien tiene el liderazgo administrativo. Sus diferencias son visibles, pero cuando uno inicia la idea, el otro la termina. Ante todo, son mejores amigos. Han dejado de lado la idea de competencia voraz que les impone el negocio; al contrario, buscan humanizar un gremio voraz. “Hablamos todos los días, en los momentos buenos y en los malos, estamos uno para el otro”, dice Galeano, a lo que Álvarez complementa rápidamente. “Juan me ha enseñado el valor de las diferencias”.
Los dos piensan en Diamante Eléctrico como un universo construido en colectivo. “Nuestra mayor riqueza es la gente: la gente con la que trabajamos, la gente que escucha la música que hacemos. Este año es la gente la que nos ha mantenido de pie”, dice Galeano. Se toman muy en serio ser llamados líderes, y lo llevan lejos: la producción de los discos, los conciertos, los videoclips, todo pasa por sus ojos. En sus palabras: se niegan a que sus seguidores sean cifras en un cuadro de Excel.
Esas convicciones férreas le dan un sello único a Diamante Eléctrico, que además de ofrecer música bien hecha y letras potentes, ha hecho de la transparencia una bandera. En sus letras buscan hablar de los lados más oscuros de la industria o de la vida misma. El mejor ejemplo fue lo que sucedió con su single Qué bonito es lo bonito, compuesto por Álvarez y quien plasma allí su lucha contra la depresión, un tema del que decidió hablar en público, lo que generó una oleada de conversaciones sobre salud mental, machismo y precariedad en el negocio cultural. “Ya vi al diablo a los ojos, ya forcé cerrojos, ya planeé mi funeral. Pero está más chido acá”, escribió.
Galeano y Álvarez, en sus cuarentas y con varias décadas de trayectoria encima, han asumido un compromiso con la construcción de proyectos musicales humanos, sinceros y económicamente sostenibles. “Creemos que lo más responsable es decirle al músico joven que no solo va a generar dinero con el instrumento en la mano, sino que hay mucho trabajo antes de eso. Hay que quitarle las máscaras a nuestra industria, esa falsa ilusión de dinero, fama y rock and roll”, sostiene Galeano, con su habitual franqueza. Álvarez piensa en la pedagogía. “Me gustaría formar líderes culturales que entiendan el rigor y la multidisciplinariedad que esto implica”.
Volver a casa
Con la idea de materializar esos ideales en casa, volvieron a asentarse en Colombia en 2024, tras seis años radicados en México. Aterrizaron con uno de sus álbumes más cercanos a sus orígenes: Malhablado, en el que Bogotá ocupa un lugar protagonista. En paralelo, empezaron a trabajar en sus carreras individuales. Álvarez encontró en la agencia M3 una manera de echar a andar su idea de apoyar a jóvenes promesas y, además, estrenó su primer álbum en solitario: AlvarezMejia. En 2022, Galeano se unió al equipo del británico Morrissey para acompañarlo en algunas de sus últimas giras.
Este año ha sido un momento de calma, han dado menos conciertos y se han recargado de energías para dar a luz en 2026 su próximo disco, Crudo y Cursi, concebido para teatros. Una apuesta que surge de la necesidad de expansión que están sintiendo, donde ven necesario acercar a Diamante Eléctrico a un público más joven, más familiar, ampliar su universo. “Seremos tan grandes como la gente nos permita”, esa es su máxima.
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