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Los bancos colombianos recuperan las utilidades mientras analizan los riesgos de 2026

Solo el 15% de las entidades financieras reportan pérdidas acumuladas, contra el 33% del año anterior. La mejora se explica en buena medida por el repunte del crédito

La banca colombiana ha vivido un 2025 de remontada. Tras dos años en los que hasta un tercio de las entidades acumulaban pérdidas, este año ese porcentaje cae al 15%, más cercano a su media histórica. En ese contexto aterriza DAVIbank, la marca nacida de la integración entre Scotiabank Colpatria y el grupo Davivienda. La transición, aprobada por la Superintendencia Financiera y con Scotiabank manteniendo un 20% en la sociedad holding, le da a la nueva entidad más de 29 millones de clientes (entre Colombia, Costa Rica y Panamá), activos por 60.000 millones de dólares y una amplia red de oficinas y cajeros que augura una competencia férrea en un mercado que vuelve a tomar aire.

Y es que respirar es el verbo justo para la ocasión. “Ya se ve la luz al final del túnel”, comenta César Pabón, director ejecutivo de Investigaciones Económicas en Corficolombiana, la banca de inversión del rival Grupo Aval. Pabón explica que uno de los impulsores de la mejora en este año ha sido “el crédito, que se recupera de forma homogénea”. Alejandro Lobo, economista jefe en Asobancaria, coincide en que el sector supera una etapa crítica: “Tuvimos 25 meses consecutivos de contracción en la cartera; ya desde mayo vemos un crecimiento sostenido y mejores indicadores de mora”, señala.

La disciplina de pago se ha sentido en los balances. Un informe del área de investigaciones económicas de Bancolombia muestra que la reducción en la morosidad permitió a las entidades recortar en más de un 30% el gasto en provisiones —la reserva que mantienen para cubrirse de riesgos—, lo que elevó las utilidades acumuladas hasta los 9,6 billones de pesos (unos 2.500 millones de dólares). La remontada también se refleja en la Bolsa: la banca concentra casi tres quintas partes del Colcap, barómetro del mercado colombiano, y ha sido el motor de una escalada que supera el 50% en 2025. Entidades como Grupo Aval y Grupo Cibest (Bancolombia) disparan su valor más de un 70% en los últimos 12 meses en la Bolsa de Valores de Colombia.

Falta, sin embargo, terreno por recuperar: las tasas de interés, que el Banco de la República redujo durante 2024, están en pausa ante los riesgos inflacionarios persistentes; el margen financiero no ha recuperado el brillo de los años previos; y la prudencia marca el paso. Sobre todo porque el alivio del sector convive con nubarrones fiscales, que afectan a toda la economía. Algo de lo que le ha pasado DAVIbank es muestra de ello: la nueva entidad nació con una rebaja en sus calificaciones por parte de Fitch Ratings, que las alineó con la perspectiva negativa de Colombia. El panorama del país es un déficit proyectado entre el 7% y el 7,6% del PIB para este año, según Corficolombiana. La deuda pública, además, ya es del 65%, un máximo histórico.

El riesgo se mide en intereses y Colombia los paga a doble dígito, atractivos para la banca local, que obtiene retornos incluso mayores que los de un crédito hipotecario. El sector acumula ya cerca de una sexta parte de esos títulos —solo tras los fondos de pensiones e inversores internacionales— algo que no ha pasado inadvertido para el banco central de Colombia, quien destaca que ese apetito “ha aumentado su exposición al riesgo de mercado en un contexto de importantes retos fiscales”.

Ese fenómeno deriva en lo que se conoce en el argot financiero como crowding out, que es cuando el Estado absorbe una cantidad considerable de recursos de todo el sistema. Esto encarece el precio del dinero en general, y deja menos espacio para que los hogares y las empresas accedan a créditos. Marc Hofstetter, director del Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico en la Universidad de los Andes, lo explica: “El Gobierno termina absorbiendo muchos recursos del sector financiero para financiar su gasto; eso presiona una bolsa finita y deja una caja más pequeña para los demás”, explica en conversación con EL PAÍS.

Otro frente sensible es el ahorro pensional. Las intenciones del Gobierno de Gustavo Petro de repatriar forzosamente las inversiones internacionales de los fondos de pensiones abren paso a la incertidumbre: “Imagínese traer 130.000 millones de dólares a Colombia… no hay en qué invertir toda esa plata aquí. Si se hace de forma desordenada, puede ser grave para los pensionados y, además, desajustar el mercado de capitales del país”, señala Hofstetter. Este año el Gobierno presentó una solicitud a los fondos para repatriar cerca de 125 billones de pesos (unos 33.000 millones de dólares) invertidos en el extranjero.

La advertencia no es menor: una entrada abrupta inflaría los precios de los activos locales de forma artificial, reduciría el atractivo para los inversores y activaría el riesgo de una burbuja. Como la banca interactúa a diario con el mercado de capitales, el golpe se amplificaría a todo el sistema financiero. La propuesta ha abierto fisuras y desacuerdos que han derivado en una avalancha de renuncias forzosas, de unos 30 funcionarios en la Unidad de Regulación Financiera del Ministerio de Hacienda, según reportó Bloomberg.

Aunque los riesgos son latentes, la reactivación del sector existe y se explica más por consumo que por inversión, un flanco subrayado por Pabón: “Si el consumo tira y la inversión no despega, la recuperación no es sólida”, aquilata. Para que el crecimiento vuelva a superar el 3% en la segunda mitad de la década, Corficolombiana calcula que la inversión debe subir del 17% al 22% del PIB.

El reto social

El sector afronta el desafío de combatir el crédito informal. Lograr una oferta bancaria más amplia y productos que lleguen a donde el sector aún no alcanza es tanto una política de seguridad económica como un objetivo de inclusión financiera. Gabriel Santos, presidente del gremio Colombia Fintech, recuerda que la lucha contra el gota a gota es uno de los postulados centrales del crédito digital.

“El mayor aliado del gota a gota es la tasa de usura”, sentencia. Los bancos tienen prohibido prestar por encima de ese tope legal, que en este diciembre está en el 25,02% efectivo anual, lo que deja a millones de colombianos con mayor perfil de riesgo fuera del sistema regulado. “El modelo es un fracaso. Mientras la política se conforme con una tasa de usura que solo cubre a unos pocos y deje al 65% de los colombianos en manos de prestamistas que cobran entre el 336% y el 669%, el crédito ilegal seguirá creciendo”, concluye Santos.

Aunque la remontada ha sido nítida, la mirada ya está puesta en el campo fiscal. Si el país ordena sus cuentas, la banca podrá hacer su trabajo esencial: conectar el ahorro con el crecimiento. El aspecto positivo es que Colombia arrastra una tradición de estabilidad que seduce a la banca internacional —apenas cuatro recesiones en más de un siglo y niveles de solvencia superiores a los estándares— y tiene espacio para profundizar el mercado. Los expertos calculan que el crédito podría trepar del 54% del PIB al 65%, lo que en la práctica significa cientos de millones en préstamos formales potenciales. La banca colombiana ha recobrado el aliento; ahora la carrera se debate entre la prudencia y la oportunidad.

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Sobre la firma

Juan Pablo Quintero
Periodista financiero especializado en Bolsa, renta fija y materias primas. Formado en la Escuela de Periodismo UAM–EL PAÍS. Fue parte de la redacción de CincoDías durante la crisis de los aranceles de Donald Trump. Psicólogo por la Universidad Javeriana (Bogotá). Colaborador de EL PAÍS Colombia.
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