Un candidato apoyado por petristas y uribistas desafía el poder de Carlos Caicedo en el Magdalena
Rafael Noya busca este domingo convertirse en gobernador del departamento caribeño frente a la candidata del exmandatario departamental, Margarita Guerra


El enfrentamiento sin tregua entre Gustavo Petro y Álvaro Uribe, eje central de la política colombiana, es algo lejano en el departamento caribeño del Magdalena. A unos 1.000 kilómetros al norte de Bogotá, la discordia gira en torno a otra figura: Carlos Caicedo, el poderoso exgobernador de la izquierda que es disidente al presidente. Su figura produce amores y odios que marcan el pulso de la política departamental desde hace más de una década. Así que los petristas, los uribistas y los políticos tradicionales han optado por dejar de lado sus diferencias y conformar una alianza anti-Caicedo. Tienen su prueba de fuego este domingo, en el que los magdalenenses acuden a las urnas para elegir un gobernador o gobernadora. Petristas y uribistas sonríen junto a Rafael Noya, un antiguo caicedista que le disputa voto a voto la elección a Margarita Guerra, la candidata del cacique de izquierda.
Los poco más de 1,5 millones de magdalenenses enfrentan un sinnúmero de problemas. Sus cifras de pobreza están muy por encima de la media nacional —el indicador monetario, por ejemplo, es de 51,7% frente a 31,8%—. Faltan carreteras con los municipios más apartados, gran parte de la población depende del Estado, y la capital, Santa Marta, padece de un alcantarillado deficiente que cada tanto infecta la ciudad con aguas residuales. El orden público, además, está en crisis: el Clan del Golfo y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada (ACSN) se han fortalecido en los últimos años y amenazan con retornar al departamento a las peores épocas de los paramilitares.
Caicedo ha sido el gran personaje de la política local en los últimos años. Comenzó a consolidar su poder a finales de los noventa, cuando inició un largo periodo como rector de la Universidad del Magdalena. Después, logró lo impensable en un departamento dominado por la derecha: fue alcalde de Santa Marta (2012-2015) y gobernador (2020-2023). Su movimiento, Fuerza Ciudadana, tuvo el control de los dos cargos en el último periodo y convirtió al Magdalena en un bastión de la izquierda. Caicedo apoyó a Petro en las elecciones presidenciales de 2022, pero presentó sus propias listas al Congreso y ha mantenido su autonomía.
Su poder comenzó a agrietarse en 2023. Ese año, un tribunal anuló la elección de su candidato a la Alcaldía, Jorge Agudelo, y dejó la ciudad en manos del derechista Carlos Pinedo. Fuerza Ciudadana mantuvo la Gobernación, pero su candidato obtuvo casi 40.000 votos menos que Caicedo en 2019 y los votos en blanco pasaron de 25.000 a 36.000. Para María Victoria Chaves, politóloga y catedrática de la Universidad del Magdalena, fue un síntoma de una ciudadanía “cansada de las promesas incumplidas” y de los malos manejos. “La corrupción siempre ha existido y no es que se haya desbordado con Fuerza Ciudadana, pero tampoco se redujo”, apunta por teléfono.
Ahora, Caicedo y su movimiento enfrentan un nuevo desafío. El Consejo de Estado anuló en mayo la elección del caicedista Rafael Martínez a la Gobernación, al considerar que había incurrido en doble militancia. Eso forzó la convocatoria a las elecciones atípicas de este domingo. El ganador completará el cuatrienio que termina en diciembre de 2027. Los últimos sondeos de Magdalena Líder y el Observatorio para la Democracia y el Desarrollo muestran un escenario ajustado: Guerra, delfín de Caicedo, los encabeza con 36,2%, mientras Noya obtiene 32,4%. Más atrás aparecen el outsider Miguel Martínez, con 11,7%, y el empresario Luis Santana, con 4,2%.

La ruptura de Rafael Noya
El candidato del anti-caicedismo fue diputado por el movimiento del exgobernador entre 2020 y 2024. “Algunas personas de Fuerza Ciudadana me vendieron a este señor como un líder político y, aunque venía de la política tradicional, le abrimos las puertas después de que hiciera un curso de lealtad e identidad”, explica Caicedo en una conversación teléfonica. La ruptura se produjo a finales del año pasado. El mandatario asegura que Noya “acumuló resentimiento” por no haber sido el candidato a la Gobernación en 2023 y que “empezó a oler” un escenario adverso para el partido: las inversiones prometidas por Petro, comenta Caicedo, no llegaban al departamento y Fuerza Ciudadana se quedó sin personería jurídica en 2024.
Noya, en cambio, afirma que se fue por el liderazgo personalista de su mentor. En enero, lo definió en una entrevista con La Silla Vacía como un “fascista” y dijo que el movimiento era “una secta”. “El único que puede figurar es Carlos Caicedo. Hay que pedir permiso para ir a los municipios, pedir permiso para hablar con la comunidad, para hacer una brigada de salud”, denunció. En julio, arrancó una placa en la Asamblea Departamental en la que figuraba como parte de Fuerza Ciudadana y dijo que sus antiguos compañeros están “sometidos” por Caicedo. “Los que antes eran víctimas, hoy se han convertido en victimarios”, enfatizó.
También explicó que su objetivo era crear una unidad en torno al Pacto Histórico, el partido de izquierdas del presidente Petro. Sin embargo, su campaña a la Gobernación tomó fuerza hace unas semanas con el aval del derechista Cambio Radical y el apoyo del uribista Centro Democrático. El Pacto dilató lo más posible una definición: algunos petristas respaldan a Noya, otros se pronuncian a favor de Guerra. Finalmente, el comité nacional optó la semana pasada por darle su apoyo. “Confiamos en que su eventual Gobierno se articule plenamente con la política nacional establecida en el Plan Nacional de Desarrollo”, declaró en un comunicado.
Norma Vera Salazar, investigadora samaria del conflicto armado, señala por teléfono que la elección se ha convertido en “una pelea por el poder, sin ideologías”: los mensajes se limitan a promesas abstractas de obras, de alcantarillado, de un estadio. Para ella, los partidos de derecha y las familias tradicionales acompañan a Noya para recuperar sus puestos en la Administación. Respecto al Pacto Histórico, cree que la decisión se debe a “problemas de ego” entre el presidente y el exgobernador, dos personalidades fuertes. “Caicedo se niega a tener jefes. Es una izquierda más periférica, local, sectaria”, comenta. “Y no está ausente de culpas: es autoritario, se ha ganado enemigos en la izquierda, y ha sido obtuso en su relación con el Gobierno nacional”.
El exgobernador, por su parte, niega que haya un problema personal con Petro y afirma que le ha “desconcertado” la actitud del Ejecutivo. “Cada vez que ha habido que rodear al presidente, lo hemos respaldado, sin que implique estar en su Gobierno”, dice. Conjetura que el ministro del Interior, Armando Benedetti, puede tener algo que ver y comenta que espera reunirse con el presidente para pedirle explicaciones. Mientras tanto, se muestra confiado en retener el apoyo de una gran parte del petrismo: “Salió un comunicado desde Bogotá, pero muchas bases territoriales se han rebelado”.

La apuesta por Margarita Guerra
La apuesta de Caicedo es una exdiputada que renunció a su banca a principios de octubre por “motivos personales” y que unos días después fue proclamada candidata a la Gobernación. El exgobernador cuenta que también viene de las familias tradicionales del Magdalena y tenía la posibilidad de “traicionarlo” como Noya, pero que se mantuvo a su lado. Guerra ha hecho campaña con la imagen omnipresente del exmandatario: lleva siempre unas camisas en las que “Margarita gobernadora” se lee junto a “Caicedo y tú + resultados”. Ha arremetido una y otra vez contra Noya, a quien se refiere como “un oportunista”, “un camaleón” y “el traidor del pueblo”.
Hace unos días, la campaña caicedista produjo un enorme revuelo cuando denunció supuestas intimidaciones del Clan del Golfo y las ACSN a los habitantes de varios municipios para que voten por Noya. “Utilizan las mismas prácticas deshonestas de épocas anteriores con el fin de entronizar a candidatos que les garantizarán la continuidad del despojo económico”, declaró Caicedo en un comunicado en el que advirtió de un “inminente fraude”. Guerra, por su parte, acudió a un local de su campaña en el municipio de Sabanas de San Ángel para denunciar que habían tenido que cerrarlo por agresiones del Clan del Golfo.
Noya respondió con una denuncia por calumnia e injuria contra Caicedo. Señaló que se considera “una persona honesta, transparente” y recordó un antiguo caso que enfrenta su antiguo mentor por supuestos vínculos con el paramilitarismo cuando era rector de la Universidad del Magdalena: “Aquí el único imputado es el señor Carlos Caicedo”.
Las denuncias de Noya contra la campaña rival se han centrado en prácticas clientelistas. Hace unos días, acusó a la Gobernación de financiar el cierre de campaña de Guerra —ella lo negó y presentó un documento que señalaba un error de facturación—. Después, en una entrevista en W Radio, Noya denunció que los trabajadores de la Administración están siendo maltratados y les prometió mejores condiciones laborales. “Es momento de romper las cadenas, de unirse a este proyecto político donde vamos a dignificar a nuestra gente (...). Adiós a los contratos basura”, dijo.
Las expertas consultadas expresan su pesimismo ante la cita electoral. La investigadora Vera enfatiza que le inquietan las denuncias que ha recibido de posibles intromisiones de los grupos ilegales: “Mi mayor preocupación es que la gobernanza de hoy de las economías ilícitas se convierta también en política, y que vuelvan a poner diputados, alcaldes, concejales”. La académica Chaves, por su parte, se siente desilusionada por la campaña. “Lo que hay son candidatos, ¿pero dónde quedó la agenda real?”.
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