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Geopolítica
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De la política criminal a la criminalidad política

Estados Unidos e Israel, con Trump y Netanyahu, se sitúan por encima de la ley, desconocen el derecho internacional y están seguros de gozar de impunidad absoluta

Palestinos transportan suministros de ayuda en el norte de la Franja de Gaza, el 27 de julio de 2025.

Todo parece indicar que para ciertos Estados su política criminal, para disuadir y proteger a sus ciudadanos contra peligrosos delincuentes, se ha convertido en criminalidad política. Esto está sucediendo porque han dejado de ser Estados de derecho y se han convertido en Estados criminales. Sus políticas en materia de seguridad nacional no son otra cosa distinta que la materialización de una tendencia irrefrenable hacia la criminalidad política en nombre de la soberanía estatal, la paz y la convivencia ciudadana. Sin duda, Estados Unidos e Israel con Trump y Netanyahu son en la actualidad los ejemplos más nefastos, con ventaja sobre Putin, porque ellos se sitúan por encima de la ley y desconocen de plano el derecho internacional.

Esos mandatarios están seguros de ser intocables y gozar de inmunidad e impunidad absoluta al estar amparados por fueros especiales, pero sobre todo por contar con el apoyo de millones de sus ciudadanos, convertidos así en cómplices de sus arbitrariedades y crímenes. Además, no por casualidad sus Estados repudiaron el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. El trasfondo de sus políticas criminales no es otro que el miedo y la consolidación de sus Estados a partir de la búsqueda de enemigos internos y externos que estigmatizan y prometen eliminar para garantizar la vida y seguridad de sus conciudadanos.

Es así como Trump convierte a los migrantes en un temible enemigo que está invadiendo su nación con fundamento en la “Ley de enemigos extranjeros” de 1798 y Netanyahu a los palestinos con el pretexto de eliminar a Hamás y reordenar así el Oriente Próximo con Israel como poder hegemónico incuestionable. Así lo anunció en conferencia de prensa en Jerusalén el pasado 21 de mayo: “Estoy dispuesto a poner fin a la guerra bajo condiciones claras que garanticen la seguridad de Israel: todos los secuestrados vuelvan a casa, Hamás deponga las armas, sus líderes se exilien, Gaza queda completamente desmilitarizada y se implementa el Plan Trump”, refiriéndose a la conversión de Gaza en la “Riviera del Oriente Próximo”.

Criminales de guerra y genocidas

En esa cruzada, sus respectivas políticas de seguridad se han transformado en un despliegue de criminalidad política incontenible y ellos mismos en auténticos criminales de guerra, responsables de genocidios. “Honorables criminales” que sobrepasan en cinismo a Hitler, Mussolini y Stalin, pues ambos se autoproclaman los adalides de los valores políticos más preciados de Occidente: la democracia, la libertad y los derechos humanos en su lucha contra los migrantes y Hamás.

Pero en la realidad lo que vemos todos los días en los telediarios y la prensa internacional es el ocaso de esos valores que supuestamente constituyen la civilización universal, cuya matriz es Occidente. Hoy, la mayoría de jefes de Estado de la culta y sofisticada Europa contemporizan con el crimen y el terror en aras de mantener incólume un statu quo favorable a sus intereses geopolíticos y sus ambiciones comerciales. Su angustia mayor es cómo negociar con ventaja los aranceles frente a las amenazas y el chantaje de Trump, guiados por Úrsula Von der Leyen.

Nada importa la vida de millones de palestinos, solo los desvela la pérdida de sus valores y acciones en las bolsas internacionales, como la circulación de sus mercancías sin aranceles excesivos. Cuando más, se atreven a contemporizar y aplazar hasta septiembre el reconocimiento del Estado de Palestina, como anuncia Macron que hará en una de las sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, en una vergonzosa expresión de narcisismo personal y singularidad francesa.

Para entonces quizá ya no exista Palestina, pues Trump desde Escocia, donde este fin de semana combina los negocios familiares con el golf y su encuentro diplomático con Úrsula Von der Leyen, le ha dicho a Netanyahu que la situación en Gaza “llegó a un punto en el que tienes que terminar el trabajo”, “creo que quieren morir, y es muy, muy malo”, “van a tener que luchar y van a tener que limpiar. Tienes que deshacerte de ellos”, refiriéndose a Hamás y responsabilizándolo de la hecatombe humanitaria que tiene lugar en la franja de Gaza. Una hecatombe que, según palabras de un alto funcionario de Naciones Unidas, ha convertido a los gazatíes en “cadáveres ambulantes”.

Pero no se agota en este punto el cinismo criminal de Trump, quien además de soñar con transformar a Gaza en la “Riviera de Oriente Próximo”, también señaló que Estados Unidos no ha recibido “ningún reconocimiento ni agradecimiento, pero contribuimos con 60 millones de dólares para alimentos, suministros y todo lo demás”. “Esperamos que el dinero llegue, porque sabes, ese dinero se roba. La comida se roba. Vamos a hacer más, pero dimos mucho dinero”.

Así las cosas, lo único que falta es que la postulación de Netanyahu para que se le otorgue el premio Nobel de Paz a Trump sea atendida por el Comité Noruego, “integrado por cinco personas de destacada trayectoria elegidas por el Parlamento noruego”. Un premio que se otorga a “la persona que haya trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos alzados y la celebración y promoción de acuerdos de paz”.

Si en 1973 se le otorgó a Henry Kissinger por los Acuerdos de Paz de París y pese al golpe de Estado de Pinochet contra el gobierno legítimo de Salvador Allende, del cual fue un promotor directo junto al entonces presidente Nixon, es probable que Trump tenga también posibilidades de obtenerlo en este 2025. Así todavía Gaza no sea la “Riviera del Oriente Próximo”, donde miles de europeos podrán en un futuro próximo disfrutar en paz y con seguridad sus vacaciones en hoteles regentados por la próspera y bella familia Trump, como sucede este fin de semana en Turnberry (Escocia), en uno de los dos campos de golf que pertenecen a la empresa familiar dirigida por sus hijos.

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