Lo mejor es cerrar las cárceles
Para qué mantener unas prisiones que ya no corrigen, no castigan y no previenen, sino que son el lugar desde donde las organizaciones criminales extorsionan y planean asesinatos. Son oficinas criminales con barrotes simbólicos

De una vez lo lógico es cerrar las cárceles aprovechando la propuesta del ministro de Justicia, Eduardo Montealegre, de dejar en libertad a cuanto criminal esté preso y así intentar de nuevo una resurrección del proceso de Paz Total que hasta ahora ha sido un fracaso total. La excusa es conocida: salvar el malhadado proceso que hoy se arrastra entre fracasos, rupturas y deserciones. Parecería que hay que rescatar La Paz sin paz, mediante sacrificios institucionales. La propuesta del ministro no puede entenderse sino como una rendición disfrazada de reconciliación. Ya no hablamos de resocialización o de reintegración. Ahora se habla es de liberación de presos, reducción de penas, facilitarles la salida, todo en beneficio de un proyecto que no se sostiene en sí mismo.
¿Y quienes son los premiados? Muchos de ellos los que siguen delinquiendo desde las cárceles. Desde allí se extorsiona, se planean asesinatos; son organizaciones criminales que la reclusión ya no rehabilita. Son oficinas criminales con barrotes simbólicos muy diferentes a los que se aplican a los reclusos extraditados a los Estados Unidos. El ELN entró en su tercer paro armado en el Chocó. Son los dueños de esos territorios. Por eso se me ocurre que es menos peor acabar con las cárceles. ¿Para qué mantener unas cárceles que ya no corrigen, no castigan y no previenen? Para qué gastar recursos inútiles en un sistema que no detiene el crimen y a base de rejas decorativas les permite a los criminales usar teléfonos celulares con wi fi, armas modernas y, por tanto, poder sobre los que están afuera; lo más honesto es que el Estado reconozca la derrota. Cerrar las cárceles sería al menos coherente con esta nueva justicia simbólica que se propone. Ya nadie distingue entre sanción y perdón, entre responsabilidad y oportunidad política. Si los jueces condenan pero el Ejecutivo libera, ¿qué sentido tiene insistir en el error?
La Paz Total, en lugar de pacificar el país, ha terminado por desdibujar la justicia. Ya no se sabe quiénes son los negociadores, los actores armados, los delincuentes armados o los aliados electorales. Como será que ni el Alto Consejero para La Paz está de acuerdo con el disparatado proyecto de marras. Mucho menos el Premio Nobel de Paz Juan Manuel Santos, para quien aprobar el adefecio sería una irresponsabilidad. Y en medio de ese enredo, en lugar de fortalecer al Estado, sueltan a los presos. Que pena decirlo pero estamos retrocediendo. Un país donde se negocia la ley según las conveniencias del Gobierno de turno no puede aspirar a La Paz ni a la justicia. Lo único que puede esperar es más impunidad, más cinismo y más criminales empoderados.
Así que adelante, señor ministro, cierre las cárceles que es lo único que le falta a su política de Paz.
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Muy pertinente y oportuno el regreso del ex vicepresidente German Vargas a la actividad pública para ponerle orden a la política de oposición, a fin de que los aspirantes a la candidatura presidencial se pongan de acuerdo en escoger a uno solo que dé la pelea en la primera vuelta. Siendo él uno de los posibles candidatos por solicitud de muchos de sus admiradores, su declaración es meritoria y responsable.
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