Saade, Vernot y Petro el demiurgo
Los demiurgos no solo se creen autorizados para pisotear las leyes de los países en los que aseguran estar creando un mundo ideal que sólo existe en sus cabezas. Ellos también terminan por considerar que no está mal eliminar a aquellos que disienten


Dijo el abogado Álex Vernot (antes de ser confirmada su condena por corrupción) que si el precio que los colombianos debemos pagar para que una empresa privada no sea la eterna ganadora del contrato de los pasaportes es quedarnos sin libretas durante unas semanas, pues que todos nos quedemos sin pasaporte. “¿Qué son unas semanas?”, repitió Vernot mientras el reloj seguía su cuenta regresiva hacia los seis años de cárcel que le esperan.
Dijo el pastor Alfredo Saade (antes de quedar en evidencia que mentía cuando aseguraba que ya estaba listo el contrato con Portugal para la fabricación de los pasaportes) que los colombianos tenemos garantizado el suministro de pasaportes sin interrupción desde el 1 de septiembre próximo, cuando culmina el contrato con el actual proveedor, Thomas Greg & Sons. Pocas horas después se sabría que no hay contrato con la Casa de Moneda de Portugal, que si se firmara dicho acuerdo implementarlo tomaría por lo menos nueve meses, que el 31 de agosto se acaban sí o sí los pasaportes.
Dijo el presidente Petro: No más Thomas Greg & Sons.
Y así, una vez más, el presidente actúa como si creyera ser el demiurgo de una nueva Colombia. El hombre que con su mágico soplo derrumba viejas estructuras y con esa misma exhalación construye nuevas, mucho más justas para todo el país. Vernot y Saade, son a la vez profetas e intérpretes del demiurgo. Hombres que se creen poseedores o intérpretes de la verdad de su amigo o jefe o líder o ídolo o deidad.
Es bien sabido que llegar a la jefatura de Estado (de cualquier Estado) debe generar desequilibrios en la psiquis. De un momento a otro llevar las riendas de millones y millones de vidas, así como tener bajo su cargo el manejo de billones y billones de pesos, debe generar una poderosa alteración en la química del cerebro. No en vano, el poseedor de una autoimagen exagerada, como lo es Gustavo Petro, termina creyéndose el fundador de una nueva Colombia. El lío (y él lo sabe pues se la pasa estudiando casos de dictaduras de derecha) es que aquellos que creen refundar una nación lo hacen pisoteándola. ¿O acaso Pinochet no creía que estaba salvando a Chile? ¿O Videla no vivía convencido de que su misión era proteger a Argentina y los argentinos?
Los demiurgos no solo se creen autorizados para pisotear las leyes de los países en los que aseguran estar creando un mundo ideal que sólo existe en sus cabezas. Ellos también terminan por considerar que no está mal eliminar a aquellos que disienten. Así mismo terminan inventándose guerras y enemigos donde no los hay. Crean un mundo a su medida, que muchas veces está lejos de la medida de lo que es mejor para los pueblos.
El profeta Vernot, que la Corte Suprema de Justicia condenó por delincuente, dice querer lo mejor para Colombia. ¿Lo mejor lo dicta un corruptor de la justicia? El chiste se cuenta solo. El profeta Saade dice “levántate, Colombia”, cuando quien debería despertar es él y darse cuenta que dios detesta a los mentirosos. Le espera una eterna condena. El demiurgo debería leer la historia de las dictaduras de izquierda a ver si entiende que muchos de sus soplos mágicos son los pasos que lo llevarán a convertirse en un patético remedo de otro exguerrillero: Daniel Ortega, dictador nicaragüense y demiurgo de un país empobrecido donde no existen los derechos humanos.
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