María Carolina Hoyos Turbay: “Solo espero un milagro: que mi hermano salga caminando con sus hijos del hospital”
La hermana de Miguel Uribe, el precandidato opositor colombiano que sufrió un atentado, habla sobre la salud del senador, el asesinato de la madre de los dos en 1991 y la experiencia de volver a ser víctima


María Carolina Hoyos Turbay (Bogotá, 52 años) ha sufrido la violencia en Colombia como pocas personas. Huérfana de madre desde 1991, cuando la periodista Diana Turbay fue asesinada por Pablo Escobar, hace tres semanas se enfrentó al atentado contra su hermano, Miguel Uribe Turbay, precandidato presidencial de oposición que se debate entre la vida y la muerte desde entonces. La directora de la Fundación Solidaridad por Colombia se ha mudado en la práctica a la Fundación Santa Fe, el hospital del norte bogotano en donde seguidores del también senador han creado un altar para pedir por su salud. Recibe a EL PAÍS en una cafetería de la clínica el viernes por la tarde, mientras su hermano pasa por cuarta vez por el quirófano. Apenas unas horas más tarde, la abuela de los dos y creadora de la Fundación, Nidia Quintero, será hospitalizada allí mismo por una afección respiratoria.
Pregunta. ¿Cómo está su hermano?
Respuesta. Está vivo, que no es poco: el doctor Fernando Hakim me dijo que el 98% de las personas que tienen la lesión de mi hermano muere. Él es un guerrero que lucha, lleno de ganas de vivir. En este momento [en la tarde del viernes] lo están operando. Le están poniendo un soporte en su pierna, porque uno de los dos balazos le destrozó el hueso; le están reconstruyendo parte de su cuero cabelludo, le están drenando parte del edema en su cabeza. Llevamos tres semanas y son cosas que, me dicen los médicos, se suelen hacer al pasar tres meses. Está avanzando muy bien.
P. Entonces está avanzando.
R. Sí, realmente el balazo en la cabeza de Miguel hizo mucho daño, y podría haber hecho mucho más. Por eso realmente creo que, desde el momento cero, ha habido un milagro.
P. Entiendo que lo salvó el haber tenido asistencia médica tan rápido...
R. A él le ha ayudado todo. Primero, que su atacante estaba más abajo que él. Lo que le entendí a los expertos es que, de haber estado a la misma altura, la bala le hubiera hecho muchísimo más daño. Al entrar por abajo, facilitó que quedara en un punto como externo de su cráneo, en términos coloquiales, donde hace menos daño. Luego llegó esa ambulancia que lo llevó muy pronto a un centro médico. Después, que aunque era un sábado por la tarde, estaban los especialistas que él necesitaba, como un neurocirujano. Y que había la sangre que necesitaba, aunque mi hermano tiene un tipo de sangre que no es común. Después, que lo pudieron traer acá, donde lo atiende el equipo que lidera el doctor Hakim, con los mejores médicos y los mejores aparatos. Por último, que él no ha sido una persona de excesos, se ha cuidado, ha hecho ejercicio y tenía fe, que seguro lo mantiene fuerte.
P. ¿Cómo ha vivido usted estas tres semanas?
R. Han sido los peores días de mi vida. Para mi familia esto es doblemente doloroso porque la guerra nos ha tocado la puerta más de una vez. Después del asesinato de mi mamá, mi alma quedó mucho más expuesta a lo bueno, a lo malo, a los pequeños detalles... y ahora encaro cosas que nunca me imaginé tener que volver a vivir. Desde el atentado he visto muchas fotos de mi mamá, de mi hermano, de los tres juntos. Y pienso: “Ella está muerta, él está casi muerto, y yo estoy sola”. Tengo a Diana metida en mi cabeza, en mi alma. Nunca había soñado tanto con ella como estos días y estoy absolutamente convencida de que ella no había tenido tanto trabajo desde que murió. Sé que las mamás, donde estemos y como estemos, vamos a interceder por nuestros hijos. Estoy segura de que mi mamá está pegada a la camilla de mi hermano, cogida de la mano de él y no se irá hasta que el milagro no concluya.
P. Se ha repetido que el atentado revive los peores momentos de violencia de hace 30 años, que incluyen el asesinato de su madre, ¿lo siente igual?
R. No lo sé. Lo que sí sé es que a mí me devolvieron a mi peor momento, a mis 17 años cuando la secuestraron y a los 18, cuando la mataron. Emocionalmente volví a eso. Me duele cada célula de mi cuerpo. Me he mantenido firme, con mucha fe, porque soy creyente, pero también porque me he dado cuenta de la solidaridad de la gente. Es increíble ver personas rezando acá afuera, en el altar para mi hermano, a la hora que sea. He salido a las 3 de la mañana, a la 1 de la tarde, y siempre hay alguien orando. Y también me ha ayudado el haber vivido esta tragedia antes. Es una bendición terrible.

P. Antes fue su mamá, ahora su hermano...
R. Es como si Miguel fuera mi hijo. Me acuerdo perfectamente el día en que fui al laboratorio con mi mamá, por la prueba de embarazo. Yo tenía 13 años, 14 cuando él nació. Acompañé a mi mamá durante todo el embarazo y cambié las muñecas -todavía jugaba con ellas- por Miguel. He sido maternal desde chiquita, y para mí era divertido acompañar a mi mamá a tener a su niñito. Yo escogí la vestimenta del primer día, soñaba con poderlo cargar, bañarlo, cambiarle el pañal. Fue maravilloso. Pero también fue doloroso, porque cuando matan a nuestra mamá, él se va con su papá y yo con el mío. Yo perdí a mi mamá, pero también a mi hermano e hijo. Menos mal mi abuela Nidia garantizó que esa relación se mantuviera, y pasamos juntos las Navidades, los cumpleaños, el día de la madre... Nunca perdimos el contacto, pero el momento del adiós fue absolutamente pavoroso. Me rompió todo.
P. ¿Cómo están ahora los niños de la familia? Los hijos de Miguel, los suyos...
R. Tenemos unos niños maravillosos. No han perdido la fe, y han sido un soporte. Las tres hijas de María Claudia [esposa de Miguel] han jugado un papel fundamental. Ellas son las princesas de Miguel, sus hijas en la práctica, y han acompañado a su mamá, han rodeado a Miguel de amor, han rodeado a Alejandro [hijo de Miguel y María Claudia]. Luego están mis dos hijos, que han sido muy cercanos a Miguel. Ellos eligieron ir al mismo colegio de él porque era el colegio de tío Miguel, son ajedrecistas como tío Miguel, se metieron a la banda porque tío Miguel fue tambor mayor. Ahora son víctimas de la violencia, a una edad como la que tenía yo cuando me pegó la violencia por primera vez, y son mi fuente de energía y de optimismo.

Todos estamos muy golpeados porque todos tenemos una relación muy cercana con Miguel. Yo le he dicho a mis hijos que ahora no lo entendemos, pero después de eso tan horrible entramos en un proceso que nos va a llevar a ser mejores personas. No digo que nos mandaron esto como una enseñanza, pero todo lo que nos pasa tiene que serlo.
P. Habla desde la experiencia...
R. Hay algo que es pavoroso, pero es verdad: yo fui entrenada por Pablo Escobar. Él me enseñó de dolor, de resiliencia, de sobrevivir.
P. Miguel es precandidato presidencial, ¿cómo ha sentido la reacción política al atentado?
R. No sé... mi situación reclama de mí el 100% de mis neuronas y el 100% de mi corazón en la recuperación de él. Ahí me he quedado, ese es mi universo.
P. ¿Ha participado de la denuncia del abogado de la familia contra el presidente Gustavo Petro?
R. No, yo estoy solamente en nuestro proceso para entender cómo vamos convirtiendo esta pesadilla en un milagro. Me concentro en eso...
P. ¿Y en la investigación criminal?
R. Tampoco. Mi vida está en esto y también en la celebración de los 50 años de la Fundación, y estoy haciendo el deber de trabajar desde la clínica. Menos mal tengo un equipo maravilloso. Con eso tengo suficiente para sobrevivir en medio de esta pesadilla.
P. Que ya cumple tres semanas...
R. Sí, yo he estado acá desde el domingo 8 en la tarde. Estaba en España [cuando ocurrió el atentado], había terminado de hacer el Camino de Santiago cuando mis hijos me contaron. Tomé el primer vuelo que pude.
P. Habla de que espera un milagro, ¿cuál sería?
R. Todo lo que mencionábamos antes ya ha sido parte del milagro, que se va a consolidar cuando mi hermano salga bien. En mi menú de posibilidades solo hay una: que mi hermano salga caminando con sus hijos del hospital. Quisiera que fuera ya, hoy. Estoy tan impaciente, que ahora estoy pidiendo mucha paciencia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
