Las lecciones aprendidas de los incendios en Gran Canaria: pastores, gestión del paisaje y fuego
La isla aplica un programa desde hace dos décadas en el que los equipos de extinción son fijos y contratados por la Administración


Fuego, pastores y paisaje para combatir el fuego. El peor verano de incendios en al menos tres décadas puede dejar enseñanzas que ya se están implantando en algunos territorios para evitar desastres en fuegos futuros. Gran Canaria pone sobre la mesa el plan que lleva implantando desde principios de siglo, cuyos responsables esperan que encuentre encaje en el Pacto de Estado que anunció recientemente el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Además de las limpiezas mecánicas tradicionales, el Cabildo de la isla ha introducido un pastoreo dirigido ―y remunerado― que ayuda a mantener limpios los cortafuegos y las zonas donde las partes urbanas se encuentran con las áreas con vegetación natural. Esta herramienta forma parte de un programa más amplio que persigue lograr un “paisaje mosaico”, en el que convivan campos cultivados, huertas, sembrados, pastos y diferentes tipos de bosques. Estas prácticas se culminan, por último, con quemas de baja intensidad provocadas en invierno. “El fuego limpia igual que limpiamos con una motodesbrozadora”, explica Federico Grillo, jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria. “Y es mejor quemarlo nosotros a que se queme de manera descontrolada”.
Gran Canaria ha sufrido ocho grandes incendios en los últimos 20 años, según los datos del director de Extinción y analista del Cabildo, Didac Díaz. Destacan, sobre todo, dos: el registrado en el verano de 2019, un desastre que se llevó por delante 10.000 hectáreas y los de 2007. Aquel año, tanto Gran Canaria como Tenerife (isla que ardió a su vez en 2023) sufrieron sendos incendios en los que ardieron unas 40.000 hectáreas.

Los técnicos sacan pecho de la experiencia adquirida en todas estas emergencias y ponen como ejemplo que el fuego de Tenerife no afectó ninguna casa. Desde hace más de 10 años, personal de la Unidad Militar de Emergencias (UME), así como de muchas comunidades como Andalucía o Galicia, han venido a la isla a aprender estas prácticas, explica Grillo. A esta experiencia contribuye la gestión de los recursos humanos: “Todo el personal, unos 240 bomberos, es fijo y contratado por la Administración. No trabajamos con empresas, queremos tener una plantilla que esté muchos años con nosotros para beneficiarnos de su experiencia”.
Con todo, la extinción no es suficiente. El incendio de 2007 fue, según explicó recientemente Didac Díaz, “un punto de inflexión enorme. Ahí vimos que no podemos con estos grandes incendios”. Se aceleró en la implantación de herramientas de prevención. “Son prácticas que en otros lados no se hacen, o solo se hace alguna aislada, o todavía se hacen de forma tímida”, explica en conversación telefónica Grillo, uno de los grandes expertos en extinción de incendios forestales en España.
La práctica más llamativa es la quema controlada en invierno, que también se realiza en comunidades como Cataluña o Andalucía. “Se trata de llevar a cabo la limpieza de algunas masas cuando están las condiciones adecuadas de humedad, cuando no hace calor, con una llama muy pequeña”, relata. “Tenemos fuegos de alta intensidad que suben a copas y hacen un daño muy grande a toda la vegetación y al suelo, a los animales. Y tenemos fuego de baja intensidad, que es una llama muy pequeña, que va rastrera por el suelo y va eliminando solamente la pinocha”.
El Cabildo ha previsto para este año la quema controlada de 50 hectáreas, según recoge el Plan de Prevención, Vigilancia y Extinción de Incendios Forestales del Cabildo. Esta práctica, asegura el ingeniero, tiene dos ventajas añadidas. En primer lugar, está el coste. Según sus datos, limpiar una hectárea de bosque a mano cuesta entre 4.000 y 6.000 euros por hectárea. “Con estos tratamientos con fuego lo podemos bajar a 300 euros, con lo que podemos hacer hasta 14 veces más de superficie”. En segundo lugar, el cuidado del medio ambiente. “Los sitios que arden en verano están muy adaptados al fuego”, explica. “Estamos viendo que detrás del fuego hay unos procesos ecológicos, y hay especies que necesitan el fuego. La secuencia natural sería que eso se quemase cada equis tiempo con tormenta. Ahora nosotros vivimos en el territorio, pero el fuego forma parte del paisaje”.

El pastoreo como medio para prevenir incendios es aún más barato. El sistema funciona mediante la adjudicación de superficies de pastoreo en montes públicos y barrancos, espacios especialmente sensibles porque actúan como corredores de propagación del fuego. A diferencia de las subvenciones, se establece un contrato: los pastores reciben un pago en función de la superficie gestionada y de la eficacia del trabajo realizado. “Hay que proteger a la ganadería, hay que incentivar la ganadería en los entornos rurales, porque al final son limpiadores natos”, explica Grillo.
Los costes comparativos muestran la eficiencia del modelo. Un tratamiento mecánico puede alcanzar los 4.000 euros por cada hectárea, y una quema prescrita entre 300 y 600 euros. En cambio, el pastoreo cuesta entre 40 y 180 euros la hectárea, lo que permite abarcar superficies mucho mayores con el mismo presupuesto. En la actualidad, el programa gestiona 1.681 hectáreas, frente a las 300 que cubren los tratamientos clásicos de la Consejería.
En 2024 participaron 36 pastores, con unos 6.750 animales, distribuidos en 47 lotes adjudicados mediante concurrencia pública. El presupuesto inicial fue de 120.299 euros, y el ingreso medio por pastor se situó en torno a 2.776 euros anuales. El programa prevé ampliarse a terrenos privados, aunque de momento se centra en monte público. A los ingresos por pastor, hay que añadirle el pienso que se ahorran. “Es algo que se está demandando por el gremio a nivel del resto de islas y creemos que es extensible a muchas zonas de la península, entre ellas algunas de las que se han estado quemando”, sostiene Grillo.
El programa de pastoreo forma parte de otro más amplio llamado Gran Canaria Mosaico. Este proyecto persigue recuperar un paisaje en mosaico agroforestal que combine zonas de cultivo, pastos y masas forestales”. Con ello, se consigue, según el Cabildo, romper, por un lado, la continuidad del combustible vegetal y reducir así la propagación de los incendios. Además, favorece la biodiversidad y la economía rural. “Es una filosofía de favorecer la economía y los productos locales”, resume Grillo, “los cuales, aunque puedan resultar más caros, “tienen una ventaja muy grande que estás salvando el bosque”.
La aspiración de Grillo y del Colegio de Ingenieros Forestales, del cual es vocal, es que todas estas prácticas tengan cabida en el Pacto de Estado para afrontar el cambio climático que Pedro Sánchez anunció el día 17 en Galicia. “Estas son parte de las soluciones que ofrecen los facultativos del mundo forestal, del ganadero y de la agricultura. Pretendemos resolver, o por lo menos reducir, el problema de los incendios forestales”.
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