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Cosmética para hincar el diente: cuando los ingredientes comestibles buscan inspirar confianza

Aunque la ciencia ha descubierto nuevas moléculas, muchas marcas apuestan por destacar los nombres más conocidos de sus ingredientes comestibles. Son etiquetas pensadas para inspirar confianza

‘Bodegón de granadas y limones’, Magnus Otto Sophus Petersen (1890).

Aceite de oliva, remolacha, miel, rábano, cúrcuma… las etiquetas de algunos cosméticos recuerdan a una lista de la compra de ingredientes conocidos y que difícilmente intimidan. “Conocer los ingredientes significa sentirse más seguro al elegir cosméticos. Si se come, se asume que contiene menos tóxicos y sintéticos”, afirma Vanessa Delli, fundadora de DelliCare Bio. Una premisa que, aunque no infalible, ha calado. Esta tendencia se enmarca en la belleza consciente: “Saber leer etiquetas empodera: conocer los activos permite elegir mejor. Se trata de decidir desde la sabiduría, no desde el marketing”, añade.

Atrae la idea de que “si es bueno para comer es bueno para la piel”, pero la formulación cosmética no actúa exactamente así.

Ahora bien, lo natural también pasa por procesos químicos. “Me gusta la idea de que ‘si es lo bastante puro para comerlo es bueno para la piel’. Pero para que funcione, un activo se desodoriza o hidrogeniza. Natural no significa ‘lo que cuelga del árbol va al tarro”, apunta Pedro Catalá, cosmetólogo, doctor en Farmacia, profesor de Química Cosmética en la Universidad de Siena y fundador de Twelve Beauty. Entre sus productos más recientes, el colorete multifunción Tint & Glow, con extractos de remolacha y rábano: “Sus pigmentos son vibrantes y ricos en antocianinas, calman”. El aguacate, antioxidante e hidratante, está presente en su Avocado Serum. ¿Por qué el consumidor prefiere estos activos a otros más ‘técnicos’ como los ácidos? “Se cree que lo natural es inocuo, aunque no siempre lo sea. Cuantas más moléculas activas contiene un ingrediente, mayor es su riesgo de oxidación. Por eso es clave formular desde la ciencia, no solo desde la moda”, advierte Catalá. Pero para conectar con el consumidor, el storytelling es clave y nada como una narrativa en un lenguaje conocido por todos.

Cremas micológicas

Durante siglos, los hongos han sido claves en la medicina asiática. Tras el boom de la nutricosmética, el reishi, el shiitake o la melena de león aparecen en sérums, cremas o jabones. “Soy fan del sérum de reishi y cordyceps de Hifas da Terra, pionera en integrar hongos en el cuidado de la piel”, cuenta Vanessa Delli. No son plantas ni animales, pero comparten rasgos de ambos. “Son un puente entre lo botánico y lo humano”, añade. Su química —polisacáridos, triterpenos y antioxidantes—calma, mejora la elasticidad y refuerza el microbioma. “El reishi cicatriza, activa la microcirculación, tonifica... Veremos muchos más activos de hongos en los próximos años”, detalla Delli.

Sal y cúrcuma

“La sal es más que un condimento. Es un ritual natural de belleza, salud y conexión con los elementos”, afirma Marianna Heurtel, directora del Spa & Wellness Club en SO/ Sotogrande. Sus tratamientos emplean sal marina procedente de las Salinas de Santa María, en pleno Parque Natural de la Bahía de Cádiz. “Es un enclave ecológico de 50 hectáreas donde el sol, el viento y la tierra trabajan en armonía para producir un oro blanco inigualable”, señala. Utilizada en exfoliaciones, baños de flotación o haloterapia, esta sal rica en minerales mejora la textura de la piel, estimula la circulación y alivia tensiones. “Su poder antibacteriano la hace ideal para pieles con acné o imperfecciones”, explica Heurtel. La sal bien formulada es también un aliado capilar: absorbe grasa y humedad, y potencia textura y rizo en cabellos finos o grasos. “Es excelente para aportar cuerpo y volumen”, explica Cheska, responsable del salón homónimo. Para lograr ondas o acabado surfero, basta un espray de sal sobre el cabello húmedo y secado al aire. Eso sí: “Sal y plancha no hacen buena pareja”.

La curcumina, activo de la cúrcuma, calma la piel sensible y combate el envejecimiento. “Reduce los marcadores de inflamación y evita el deterioro celular”, explica Estefanía Nieto, directora de Medik8 (Super C Ferulic). También mejora el tono y la luminosidad, señala Lara González, cosmetóloga de Byoode (Mushroom & Karite Story).

Cuando el rojo significa calma

La granada combate la inflamación: “Sus polifenoles neutralizan los radicales libres, estimulan la producción de glutatión, un antioxidante muy potente, y favorecen la regeneración”, explica Nuria Aluart, fundadora de Mumona.com (en exfoliante Adzuki & Ragi Fantasy de Byoode). Su efecto es doble: mantiene la piel hidratada y la protege frente al daño solar antes de exponerse al sol. Por su parte, la cereza, tras el furor del cherry cola hair y los perfumes con este aroma, llega como superalimento cosmético: unifica, ilumina y protege frente a radicales libres (Mascarilla labial con extracto de cereza, de Sephora).

Miel y lavanda de kilómetro cero

En el corazón de Brihuega el Hotel Spa Niwa ofrece masajes casi “comestibles”: tratamientos artesanales con miel de lavanda, aceite virgen de coco filipino y aceites esenciales de espliego y lavandín recolectados localmente. Su masaje estrella, el Hilot filipino, se aplica con hojas de platanera calentadas a la lumbre y palitos de ratán. El Capricho de Miel emplea solo miel calentada al baño maría aplicada sobre los meridianos; el de Pindas Aromáticas utiliza saquitos de flores y hojas recogidas a mano, calentadas al vapor. “Todos nuestros tratamientos estimulan neurotransmisores como la serotonina o la oxitocina”, explica Ana Bedoya, directora del hotel. Una terapia de salud profunda que nutre piel y alma.

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