“Aquí tienes arrugas. Deberías ponerte botox”: cuando visitar un centro estético se convierte en un ataque a la autoestima
¿Es oportuno que los profesionales de la estética comenten a sus pacientes los retoques que tendrían que hacerse cuando acuden a un tratamiento puntual? ¿Son las recomendaciones adicionales violencia estética u obligación profesional?


“Busqué un sitio en Barcelona que tuviera buenas puntuaciones. El ambiente era maravilloso: luz tenue, velitas y música relajante. Hasta aquí, todo perfecto. Entonces entró la experta, que observa tu tipo de piel y te recomienda qué limpieza hacerte… O eso pensaba yo”. Así comienza un vídeo en el que la activista Júlia Salander narra su experiencia al acudir a un centro estético para hacerse una limpieza facial. “Me mira la piel y dice: ‘Uy, tienes manchitas. Tendrías que hacerte láser. Aquí tienes arrugas: deberías ponerte bótox. Y para levantarte la piel, un Indiba. También me dijo que tenía ojeras y que me tenía que poner ácido hialurónico en los labios para hidratarlos. La señora estuvo diez minutos reloj buscándome defectos en la cara. Me pareció tan violento, innecesario y fuera de lugar que le dije me gustan mis arrugas y mis marcas de expresión porque significan que estoy viva. Esto es violencia estética y te hunde la autoestima. Vas a quitarte los puntos negros y te quieren pinchar. Quieren hacer negocio creandónos traumas”, dice la autora de Fuego al machismo moderno (Montena, 2025).
En España se realizan más de 204.000 intervenciones de cirugía estética al año, según indica un informe de la Sociedad Española de Cirugía Plástica. Las mujeres acumulan el 85% de las intervenciones. En los comentarios del vídeo de Salander muchas usuarias comparten experiencias parecidas. “En limpiezas de cutis no me ha pasado, pero al ir a hacerme un tratamiento corporal, sí. Tengo una talla 38. Voy a la esteticista y me dice: ‘Te veo vestida y digo ‘qué mona’, pero te quitas la ropa y tienes sobrepeso”, dice una seguidora. “Yo fui una vez a depilarme y me recomendaron un tratamiento para reducir la celulitis de las caderas”, asegura otra. Priscilla Ramírez, CEO de Clínica Ferraro, explica que al estar los jóvenes muy expuestos a los mensajes que se lanzan en redes sociales desde una edad muy temprana, se genera una presión social para ajustarse a estos cánones. “En líneas generales, existe una mayor conciencia sobre la importancia de la imagen corporal y su relación con la autoestima. De igual forma, observamos una tendencia creciente a buscar la perfección física, lo que lleva a los jóvenes a recurrir a la medicina estética para corregir pequeños defectos o mejorar determinados rasgos específicos”, dice.
Elisabeth Álvarez, fundadora del centro médico-estético Inout, explica que aunque la labor de las profesionales de la estética consiste en detectar y explicar lo que la piel necesita, la forma de hacerlo lo es todo. “No se trata de ‘sacar defectos’, sino de traducir lo que vemos en oportunidades para mejorar, con un lenguaje positivo y constructivo. En lugar de decir ‘tienes muchas líneas de expresión’, es preferible decir ‘podemos trabajar para que tu piel recupere frescura y luminosidad en esta zona’. La clave es que la persona se vaya con ilusión por cuidarse, no con la sensación de que le han pasado revista”, dice a S Moda. “Depende del enfoque del centro y del momento de la consulta. Si es la primera visita y estamos haciendo un diagnóstico, es lógico explicar lo que observamos, siempre con tacto. Si es un tratamiento puntual o la paciente viene por algo concreto, primero hay que atender esa necesidad y, después, preguntar si quiere recomendaciones adicionales. No todas las personas están preparadas para recibir información sobre todos los aspectos de su piel en ese momento, y respetar eso es fundamental”, asegura.
En su paso por Atlántida Film Fest, Carolina Yuste —jurado de esta edición y que en más de una ocasión ha hablado acerca de la falta de diversidad estética de la ficción— lamenta que la industria de la belleza se lucre de las inseguridades de las mujeres. “Si estuviéramos a gusto con nosotras mismas, habría un montón de empresas que estarían en la ruina. Se lucran señalando cosas que ‘no están bien’ y nos hacen ver que son aspectos a mejorar. Creo que es importante no beneficiar constantemente a la gente que nos machaca”, dice la actriz.
“Que les digan explícitamente que necesitan un tratamiento puede hacer que las personas se sientan inseguras, insultadas y vulnerables”Anette Kellow
Por su parte la Dra. Beatriz Beltrán, especialista en medicina interna, estética y nutrición y fundadora de la Clínica Beatriz Beltrán, considera fundamental que el profesional realice una valoración global honesta y completa, explicando todo lo que observa que puede optimizarse, siempre con empatía y delicadeza. “No se trata de señalar defectos, sino de ofrecer una visión profesional para que el paciente pueda decidir con total libertad. La medicina estética es una medicina satisfactiva, no obligatoria. A diferencia de otras especialidades, aquí no pasa nada si no se realiza un tratamiento. Pero si alguien viene a una consulta, lo lógico es que reciba un análisis global y una propuesta de tratamiento estructurada. Nuestro objetivo no es imponer ni vender, sino ayudar desde el conocimiento médico. Por eso es tan importante que las valoraciones sean realizadas por médicos estéticos, no por comerciales”, dice. “El verdadero acto médico no es vender, es proponer soluciones reales y responsables. Y para eso, es esencial que el paciente se sienta escuchado, comprendido y en manos expertas”, asegura.
Jia Tolentino, autora de Falso espejo (Temas de Hoy, 2020), asegura en un artículo publicado en The New Yorker que cada vez es más normal pensar en el cuerpo de la misma forma en la que un consultor de McKinsey pensaría en una corporación. “Identifican los sectores de bajo rendimiento y en rehacerlos, descartan todo lo que no aumenta las ganancias y reorientan el negocio hacia lo que sí lo haga”, escribe. Por su parte Ellen Atlanta, autora de Pixel Flesh, (Headline, 2024), no quiere dejar de hablar de la retórica del empoderamiento y la libre elección que tantas veces acompaña a cualquier retoque. “Simplemente encubre la continua cosificación y subyugación de las mujeres bajo la cultura moderna de la belleza. Puede que nos vendan mejoras cosméticas como herramientas de empoderamiento, pero estos estándares de belleza cada vez más exigentes siguen reforzando la desigualdad de género. Lo que es peor, nos han hecho creer que estamos ganando”, escribe. “Nos cortamos, nos pinchamos la cara, invertimos nuestro valioso tiempo, nos desprendemos del dinero que ganamos con tanto esfuerzo e incluso arriesgamos nuestras vidas bajo el pretexto de la liberación. Cuando este mayor nivel de autoexamen se convierte en un indicador de nuestra recién descubierta libertad, nuestra creciente vigilancia corporal se replantea como una herramienta para una vida mejor, en lugar de un efecto secundario de una cultura de la belleza dañina”, asegura la periodista.
Cuando la periodista Annette Kellow acudió a una clínica estética para hacerse una microdermabrasión, regresó a su casa “sintiéndose un fracaso”. El doctor que le atendió le dijo que el espacio entre su nariz y sus labios era excesivo y que la forma de su barbilla y mandíbula no era la adecuada. “Podrías hacerte una remodelación facial inferior”, le recomendó. Se preguntó entonces si las clínicas se estaban aprovechando de las inseguridades de las mujeres y si estaban contribuyendo al auge de los procedimientos estéticos. Para responder a su pregunta, acudió a otro centro para hacerse un peeling químico. “También podríamos administrar algún relleno para dar forma a tus mejillas”, le dijo la doctora.
Kellow considera importante reconocer que las personas acuden a tratamientos estéticos a diario por motivos completamente diferentes y que por descontado, no hay absolutamente nada de malo en esta decisión individual. Pero como la periodista matiza, “que les digan explícitamente que necesitan un tratamiento puede hacer que las personas se sientan inseguras, insultadas y vulnerables”.
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