Liset Menéndez de la Prida, neurocientífica: “No es normal buscar el placer permanentemente; es importante aburrirse, estar tranquilo”
La investigadora publica ‘Cerebro, espacio y tiempo’, un libro donde desentraña los entresijos de ese GPS neuronal ancestral que nos permite ubicarnos en el aquí y el ahora, evocar recuerdos o poblar mundos futuros


Dice la neurocientífica Liset Menéndez de la Prida que los seres humanos tenemos el órgano más poderoso del universo conocido: el cerebro. “Es un arma fabulosa. Nos permite transformar el mundo, comprendernos, preguntarnos qué somos… Todos los animales tienen un cerebro que les permite sobrevivir, pero nosotros hemos hecho algo mucho más poderoso con eso: no solo sobrevivimos, sino que hemos creado una cultura, una civilización… Y hay un recorrido gigantesco: igual saltamos por los aires antes por nuestra culpa, pero tenemos una capacidad de transformación y comprensión sin igual”, cuenta entusiasmada por videoconferencia desde su despacho en la sede del Instituto Cajal en Madrid, donde investiga cómo el cerebro construye la memoria navegando por el espacio y el tiempo y cómo se alteran estos procesos cuando hay una enfermedad.
Menéndez de la Prida es la directora del nuevo Centro de Neurociencias Cajal del CSIC, heredero del histórico instituto del mismo nombre, y acaba de publicar Cerebro, espacio y tiempo (Guadalmazán, 2025), un libro en el que desgrana cómo funciona ese sistema ancestral de posicionamiento cerebral que nos permite ubicar el aquí y el ahora, evocar un recuerdo pasado, construir otro tiempo mental en los sueños o transportarnos al futuro al idear una experiencia que todavía no ha ocurrido.
En conversación con EL PAÍS, esta científica de 54 años, formada en Física y doctora en Neurociencias, desmenuza los entresijos neuronales de la memoria y la vida, pero también plantea los retos de la neurociencia —y de la humanidad— ante el “frenético” cambio tecnológico que se nos viene encima. “El cerebro es un reflejo de lo que somos. Es nuestra fuerza y nuestra cruz. Las dos caras de la moneda”, recuerda.
Pregunta. Dice que tenemos un GPS neuronal. ¿Qué es eso?
Respuesta. Es un sistema de triangulación implementado de una manera biológica. Nos permite tener una localización, generar un mapa del espacio, de los elementos que pasan. Tenemos una serie de neuronas que se especializan en representar distintas localizaciones del espacio o elementos asociados a esas localizaciones.
P. ¿Cómo recordamos, por ejemplo, el camino a casa?
R. Lo que pasa primero es que tú tienes un modelo de espacio: tu cerebro ha desarrollado el concepto pared, calle, semáforo, ventana. Y, según exploras el espacio, desarrollas una especialización en algunas neuronas que responden a la presencia de esos elementos. A medida que vas explorando y viviendo la experiencia, se va generando un flujo de actividad neuronal que va reflejando esos elementos y que va encadenando su actividad para establecer vínculos. Esos vínculos generan secuencias que reflejan lo que tú has vivido. A partir de eso generas una representación, infieres una localización y generas una memoria de esa secuencia encadenada de cosas.
P. En el libro sostiene que la memoria es la función más importante del cerebro. ¿Cómo se construye?
R. Tendemos a priorizar los aspectos emocionales. Eso activa una respuesta en el cerebro, ayuda a que las neuronas se conecten de manera más firme. Cuando el fotógrafo vino a hacerme las fotos para esta entrevista, me contó que él había editado su memoria del 23-F porque pensaba que lo había visto por la televisión, pero no era verdad [solo se escuchó por la radio]. Como él era pequeño, los recuerdos que tenía eran los de su hermano y de su padre y lo que vio a posteriori en la televisión. Eso es pura neurociencia: cuando tú revives ese hecho, tu memoria termina generando una representación que tú crees que es real, pero no es perfecta. Esa edición de la memoria, esos elementos emocionales y esas relaciones entre lo que pasó y lo que evocas, determina la fragilidad de la representación.
P. ¿La memoria nunca es realmente fiel a los hechos que experimentaste?
R. Exacto. La manipulas. La memoria tiene una parte composicional porque es una composición de secuencias de actividades neuronales. Y como esas mismas neuronas quedaron activadas en otras secuencias, en otra experiencia, cuando tú las evocas, es muy fácil que arrastren las activaciones de otras secuencias. La memoria siempre es lábil, editable. El ser humano no quiere engañarse, no hay una intencionalidad en ello, pero en función de la emocionalidad de las cosas, te pasa.
Soñar sirve para limpiar la memoria, para editarla"
P. En el libro también habla mucho sobre el papel del tiempo. ¿Cómo hace el cerebro para organizar el tiempo?
R. Toda la experiencia está ordenada en el tiempo y en el espacio. El tiempo es la sucesión de cosas. Hay un tiempo físico que es medible, objetivo. Pero el tiempo mental no se coaliga con el tiempo físico de manera 1:1, porque en el tiempo mental lo que tú haces es experimentar lo que estás viviendo. Ahora, yo, por ejemplo, estoy prestando atención a esta conversación, no a lo que ocurre en la calle, y eso cambia mi sentido del tiempo. Por eso es voluble: está metido dentro de la propia representación y de los elementos que pasan y, por tanto, es memoria. El tiempo es memoria.
P. También viajamos en el tiempo cuando soñamos. ¿Para qué sirve soñar?
R. Soñar sirve para reactivar las experiencias que han pasado, para limpiar la memoria, para editarla. Sirve para recombinar representaciones. Y nos sirve para generar esa capacidad de creatividad porque en el sueño la experiencia cerebral no está limitada al espacio real: puedes imaginar que vuelas y volar porque la realidad no te frena en ese flujo. Tu cerebro ensaya con cierta libertad otras recombinaciones, otras secuencias, otros encadenados de cosas. Y de ahí vienen representaciones que no habías percibido en la vigilia.
P. En el libro pone un ejemplo de una musaraña que logra escapar de una serpiente y siente un alivio automático, se queda “bañada de dopamina”, dice. Y ahí se fortalecen conexiones neuronales, la cadena de memoria… ¿Cómo distorsionan nuestro cerebro todas esas variables externas, como Tiktok o los ultraprocesados, que nos zambullen en dopamina artificialmente de forma constante?

R. No podemos estar expuestos permanentemente a la excitación, porque es que si no cada vez necesitamos más para que respondan las neuronas. No es normal una vida en la que tú estás permanentemente buscando placer. Es importante aburrirse, estar tranquilo y dejar que el sistema [neuronal] se relaje y recoloque las cosas sin ese baño permanente de excitantes que no le permiten estar sintonizado en su rango natural y normal.
P. El cerebro no evoluciona tan rápido como lo ha hecho nuestro modo de vida en los últimos 100 años. ¿Qué consecuencias tendrá eso?
R. Biológicamente, las consecuencias las paga cada generación y culturalmente, las traspasamos a las siguientes. Pero yo no veo el cataclismo de la civilización. Veo que avanzamos, que intentamos hacer una comprensión del mundo e intentamos darnos reglas para estar unos con otros.
P. Dice que la próxima evolución será la del hombre y la máquina. ¿A qué se refiere?
R. Cada vez nos hibridamos más con las máquinas. Las nuevas tecnologías interfacean con el cerebro. Es difícil imaginar cuál va a ser el siguiente salto tecnológico, pero por como vamos, es evidente que las interfaces cerebro-máquina van a estar sobre el tapete. Es necesaria esa coevolución porque si no, lo va a pagar una generación.
Las enfermedades cognitivas van a empezar a subir, aquellas que generamos por estar llevando al sistema cognitivo al límite. Ya estamos empezando a verlo: exceso de atención, exceso de información, el tener que estar prestando atención a muchas cosas a la vez… Eso hace que hace acortemos luego nuestra capacidad atencional porque nuestro cerebro no puede mantener la atención durante fases muy largas.
El ser humano no quiere engañarse, pero la memoria siempre es lábil, editable"
P. ¿Augura nuevas enfermedades asociadas a nuestro modo de vida?
R. Sí, eso es el estrés, la ansiedad o la carga cognitiva. Esta capacidad que tenemos de absorber, por ejemplo, trabajo, llega un momento que tiene su límite. Ese cansancio mental que te produce paga su consecuencia a nivel del cerebro. Todo eso son alteraciones funcionales de un cerebro sin patología de base, pero que reflejan el impacto de un modo de vida.
P. Dice que el cerebro tiene oculto sus secretos en los sitios más insospechados. ¿Cuáles son esas grandes incógnitas que aún guarda?
R. Pues qué es la conciencia, cómo toda esa actividad mental nos hace consciente de que somos algo en el mundo, de que somos algo ante el otro. Son las preguntas duras de la neurociencia: el yo, la identidad, la fragilidad de la memoria, por qué perdemos memoria… ¿Hay un límite a la capacidad cognitiva o es infinita? ¿Cuántos podemos aprender o guardar en esta masa gris?
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