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Álvaro Pascual-Leone, neurólogo: “Querer mantener el cerebro siempre joven es una gilipollez”

El catedrático de la Harvard Medical School advierte de los peligros de las nuevas tecnologías para mejorar la capacidad del cerebro, porque que lo que favorece algunas capacidades puede empeorar otras

Álvaro Pascual-Leone neurólogo
Daniel Mediavilla

Álvaro Pascual-Leone (Valencia, 64 años) no cree probable que los avances de la neurociencia vayan a convertirnos en superhumanos con capacidades cerebrales expandidas, al menos a corto plazo. “El sistema nervioso humano ha sido diseñado como una máquina optimizada, para nadar y guardar la ropa. Si nadas muy bien, o modificas el cerebro con ese objetivo, es más probable que te roben la ropa”, ejemplifica el catedrático de neurología de la Escuela de Medicina de Harvard (EE UU). “En muchos aspectos, creo que nos vamos a dar cuenta de que es un juego de suma cero, lo que ganas por un lado, lo pierdes por otro”, afirma el científico, que está en Madrid para participar en la Jornada de Sociedades COSCE que se celebra en la sede de la Fundación Ramón Areces.

Sin embargo, este experto en estimulación cerebral no invasiva no considera que estas expectativas infladas respecto a la neurociencia sean algo negativo. “Es pura ciencia cognitiva. Aumentar la expectativa y cerrar los ojos a la dimensión de los retos enormes que vienen nos permite enfrentarnos a ellos”, explica. Según Pascual-Leone, estamos en una fase muy incipiente en esta ciencia, “en las técnicas de neuromodulación, de lectura cerebral o modificación cerebral, y en las neurotecnologías en general”. “Hay una creencia casi religiosa de que se va a solucionar todo, y no va a ser así, ni mucho menos, y se van a dar soluciones que luego veremos que crean más problemas”, añade.

“Creo que tendremos tecnologías para identificar antes las enfermedades, tratarlas mejor, reducir la discapacidad y retrasar su desarrollo, con mucho impacto, pero no vamos a desterrar estas enfermedades, aunque ojalá me equivoque”, continúa. “Pero para saber si esto es cierto o no, vamos a tener que andar el camino y se va a andar a mucha velocidad y dará lugar a avances muy valiosos”, concluye.

Pregunta. La medicina se suele dedicar a tratar anomalías, cosas que nos impiden llegar al funcionamiento que se considera normal, pero ahora, gran parte de las expectativas de las neurotecnologías vienen por la posibilidad de ampliar las capacidades.

Respuesta. Independientemente de a dónde lleguemos, hay un cambio en medicina que tiene que tener lugar. Hablar de la neurología como una especialidad para tratar enfermedades del cerebro es profundamente equivocado. Para empezar, nunca lo ha sido. Siempre debía haber sido una especialidad para el tratamiento de enfermos que tienen enfermedades neurológicas. Pero lo más importante es que no puede ser solo eso. Tiene que expandirse muy notablemente para ser la especialidad que promueva la prevención de enfermedades, la maximización de salud cerebral. Eso requiere un tratamiento bastante distinto, donde no vas al médico para que te diga qué tienes que hacer para curarte, sino para que te eduque, te ayude y te guíe para que tú puedas decidir qué tienes que hacer para mantenerte sano.

P. Más allá de las ideas que son conocidas, como comer bien, no fumar, beber o tomar drogas, hacer ejercicio, tener buenas relaciones sociales, dormir… ¿Hay algo que haya averiguado la neurociencia recientemente que se debería incluir en los cambios de forma de vida para tener mejor salud cerebral?

R. En primer lugar, la mayoría de la gente sigue pensando que tiene tiempo para cuidar su salud y ya se pondrá cuando lo necesite, porque ahora tiene 25 años y es el momento de hacer el salvaje y que me quiten lo bailado. En realidad, el poso que deja eso en el cerebro no te lo quita nadie, nunca.

En segundo lugar, lo más importante que sabemos es que exactamente el tipo de ejercicio, el tipo de entrenamiento cognitivo, el tipo de dieta, etcétera, todas esas cosas que hemos dicho, tenemos más conocimiento de cómo personalizarlo. Si tienes fiebre, no te dicen toma algo, te recetan algo concreto en una dosis para una bacteria. Eso lo tenemos que hacer con el estilo de vida.

P. Sobre la personalización, todo el mundo sabe que no todos los deportes son convenientes a cualquier edad, que si hay lesiones de rodilla, igual hay que dejar el fútbol, pero no se suelen plantear esos límites respecto a la capacidad del cerebro, quizá porque como está oculto en nuestra cabeza no somos tan conscientes de su deterioro.

R. Querer mantener el cerebro siempre joven es una gilipollez. Porque no lo quieres. Lo que quieres es un cerebro de 45 años funcionando de la mejor manera posible a los 45 años. Hay cambios en la estructura cerebral y en su función con la edad. No es ver la edad como decaimiento, sino como desarrollo de toda la existencia, donde hay sustratos que, cuando tienes más edad y más experiencia vivida, te permiten conectar cosas aparentemente dispares para crear una visión más global de la situación que cuando eres joven no tienes.

Lo que quieres es que las conexiones del cerebro tengan lugar de una forma adecuada para cada edad. Si tienes un sistema demasiado plástico, puede ser patológico, igual que la falta de plasticidad. Lo que queremos conseguir no es que a los 60 años tengas el cerebro de los 20, ni de coña, eso sería terrible.

P. ¿Qué habilidades son más propias de la juventud o de la vejez?

R. Entrenar la capacidad de procesamiento, con esos videojuegos de matar, de mucha velocidad, puede hacerse, pero el cerebro mayor ya no adquiere o desarrolla esas habilidades. Sin embargo, hay capacidades más globales, más holísticas, para las que el mayor tiene más predisposición.

Pero creo que no se ha planteado una investigación de forma adecuada para identificar qué habilidades son mejores para ejercitar y para medir si estás mejorando esas habilidades.

P. ¿Hay gente que ya esté intentando aplicarse técnicas de rejuvenecimiento cerebral?

R. Había una empresa, que se llamaba Halo, que lanzó unos cascos para hacer estimulación cerebral, para correr más rápido y que los atletas compitiesen mejor. Pero no funcionó suficientemente bien y entró en bancarrota.

Está el concepto de la neurocosmética, que igual que hacemos una cirugía plástica, podemos hacer modulación plástica cerebral para que me guste más el cerebro que tengo. El problema, como con la cirugía plástica, es que puede ser útil dependiendo de las circunstancias y de la persona, pero tiene un impacto sobre la representación que tienes de ti mismo a nivel cerebral. Hay un concepto que tenemos de nuestra esencia, que si lo modificas entra en disonancia con esa representación de nosotros mismos. Con las demencias, el peligro es que te quitan tu esencia, y el riesgo de los planteamientos neurocosméticos, de dotarnos de nuevas capacidades, es que cambie la esencia de uno.

P. ¿Es posible introducir mejoras en el cerebro sin provocar daños no deseados?

R. Yo creo que es casi imposible plantear un estudio para saberlo, porque debería ser supercostoso y largo. El problema es que mejorar una habilidad puede ser fácil, pero es muy difícil conocer las consecuencias nocivas de mejorar esa habilidad. Porque no puedes mirar todas las cosas que necesitarías mirar.

Después, está el perfil temporal. Quizá hay algo que te ayuda a procesar mejor las matemáticas, y lo puedes medir, pero las consecuencias negativas es que en 50 años aumentan tus probabilidades de tener un problema. Mi planteamiento es que, si cruzas el río, has ido demasiado lejos, así que es mejor errar pasándote de conservador para no cruzar el río. Si no, el riesgo de sufrir consecuencias imprevisibles es muy alto.

P. A veces, cuando hablamos de mejoras cerebrales, asumimos un concepto de lo deseable socialmente según el cual lo importante es hacer muy bien una cosa de la que se puede sacar dinero, ya sea ser muy buen ingeniero o un deportista de élite, aunque después seas muy torpe en el resto de aspectos de tu vida. Desde la neurociencia, ¿se hace un planteamiento más amplio de qué significa tener una mente mejor o peor más global?

R. Cuando se buscan esas mejoras a través de las neurotecnologías muchas veces no se tiene en cuenta lo que significa ese cambio a nivel individual. Se asume la ausencia de consecuencias o, en el peor de los casos, se asume que las consecuencias no importan.

Parte del problema es que en la sociedad actual la presión social es muy alta para tener esos resultados del atleta, del político o de cualquier persona destacada sin tener en cuenta si el resto de su vida es un desastre. Lo vemos en el arte. Jaspers ya escribió sobre el valor positivo de la enfermedad mental como máquina de creatividad y hay un sinfín de ejemplos.

Si con estas tecnologías queremos mejorar al ser humano, necesitamos una redefinición del ser humano en el contexto de estas tecnologías, donde tenemos que sopesar el coste de mejorar un aspecto a costa de otros, de lograr un beneficio social con un coste muy alto para el individuo.

P. En el tema de la enfermedad mental, ¿se ha logrado definir claramente qué hay que extirpar? ¿Existe la duda de si estamos tratando a una persona por ser diferente, forzándola a adaptarse a la sociedad en lugar de hacer una sociedad más acogedora?

R. Eso depende de la definición de enfermedad. Si depende de del médico decidir si tú estás enfermo, eso es extremadamente peligroso. Porque eso no tiene en cuenta el aspecto subjetivo de si ese cambio, esa forma, ese estar en el mundo, subjetivamente a ti te resulta adecuado. Creo que necesitamos definir enfermedad como hace la OMS, teniendo en cuenta medidas objetivas y subjetivas, donde mi rendimiento cerebral, objetivamente, es adecuado para mi función, mi estado emocional y yo me encuentro a gusto con eso.

Si el individuo tiene objetivamente comportamientos autistas, pero se encuentra feliz con esto y quiere definirse como neurodiversidad, pues de acuerdo, lo definimos como neurodiversidad. Pero si haces eso mismo con todo, al final, hay riesgo de ridículo. Si tú tienes pérdida de oído y pérdida de visión, pero te encuentras adaptado y a gusto con ello, se puede vivir muy bien a pesar de ello, porque además hay aspectos que mejoran funcionalmente. El ciego congénito tiene más oído absoluto y más memoria verbal y, por lo tanto, hay aspectos de beneficio. Pero afirmar que no sería bueno quitar la causa de la ceguera, sería un poco absurdo.

Creo que parte del problema con la neurodiversidad, es la polarización extrema del argumento. Si yo tengo una paraplejia, porque tuve un accidente o porque nací así, la sociedad debía estar adaptada, pero al mismo tiempo sería bueno encontrar la cura para ello.

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Sobre la firma

Daniel Mediavilla
Daniel Mediavilla es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Antes trabajó en ABC y en Público. Para descansar del periodismo, ha escrito discursos. Le interesa el poder de la ciencia y, cada vez más, sus límites.
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