Una nave, fruta deshidratada y cinco mujeres: la pequeña empresa que lucha contra la despoblación
En un pueblo de 3.400 habitantes de Valladolid, Sandra de Blas lidera NaturSnacks, una microempresa que transforma la fruta en aperitivos y desafía el éxodo del medio rural con trabajo, arraigo y perseverancia


Casi todos los días piensa en dejarlo. Las noches sin dormir, los horarios de trabajo maratonianos, el peso de la responsabilidad y las horas dedicadas a cuadrar las cuentas son el día a día de Sandra de Blas desde que decidió montar una empresa de aperitivos de fruta deshidratada en un pueblo de 3.400 habitantes. A las afueras de Pedrajas de San Esteban, ubicado entre Valladolid y Segovia, está la nave industrial de NaturSnacks, el proyecto que la treintañera puso en marcha hace ocho años y con el que desafía el éxodo de las nuevas generaciones del mundo rural.
La nave es muy grande, pero en ella trabajan solo seis personas. Ana, la madre de De Blas, Beatriz, Noelia y Chari están en la pequeña línea de producción que han organizado para limpiar, seleccionar, cortar, deshidratar y empaquetar el producto. Ellas son las que visten redecilla blanca en la cabeza, pantalones y camisa de sanitario, zapatillas de plástico y guantes de látex mientras hablan y mueven cajas de naranjas de un lado para otro.
Tras lavar y pelar cada fruta, las piezas se cortan, se colocan manualmente en bandejas y se introducen en deshidratadores a baja temperatura, en torno a los 45 grados. El proceso dura entre 12 y 30 horas, según el tipo de fruta, y permite conservar el sabor, el color y la mayor parte del valor nutricional. La gama de productos es amplísima: ofrecen, según la temporada, manzana, pera, kiwi, mango, piña, naranja o caqui deshidratados.

En una esquina de la nave está la oficina donde trabajan De Blas y una persona que le ayuda con la parte administrativa. Su producto se vende en Francia, Bélgica, Italia y Dinamarca. “Antes de la pandemia también exportábamos a Canadá y Japón”, cuenta De Blas, y organizar esos envíos, más todo el papeleo que conlleva una empresa de este tamaño, es una tarea cada vez más difícil.
El año pasado vendieron 5.500 kilogramos de fruta deshidratada y patatas de kale a clientes extranjeros y nacionales. También a los vecinos del pueblo. “Hay tiendas en las que venden nuestros aperitivos y a la gente le gusta”, cuenta De Blas. El precio de las bolsas de fruta está entre los 2,75 euros que cuesta el caqui deshidratado y los 15,50 euros por 200 gramos de lima deshidratada, el producto más caro.
Cada vez más jóvenes como ella han decidido emprender sin hacer el gran éxodo a la ciudad, que antes parecía imperativo. Aunque las cifras de emprendimiento rural han disminuido un 4,7% con respecto al último informe GEM del Ministerio de Industria y Turismo, crecen las iniciativas desvinculadas del sector agrario y ganadero.

Muchas han surgido gracias a la mejora de la conectividad. “Aunque estemos en el medio rural, este es un pueblo con todos los servicios, está cerca de Madrid y Valladolid, y tenemos buena conexión para desarrollar toda la parte digital”, defiende De Blas. En 2015, la cobertura de fibra óptica a nivel rural en España solo alcanzaba al 6% de los pueblos, pero esa cobertura aumentó hasta el 79% en 2023, según datos de la Comisión Europea.
La historia de De Blas empezó en 2013, cuando se inscribió en un curso de creación de empresas que se impartía en Valladolid. “Había que llevar una idea de negocio, y estuve buscando hasta que di con los snacks deshidratados”, cuenta desde la pequeña mesa contigua a su despacho. Había estudiado un grado superior de técnico forestal y le apasionaban el huerto, las plantas, la naturaleza. “Toda la vida hemos tenido huerto, hecho conservas en casa, secado los pimientos. Y sentí que esta era una manera de seguir haciendolo, pero de una forma más innovadora”. A las pocas semanas ya tenía en su casa un pequeño deshidratador eléctrico.

Un año más tarde, después de unos cuantos fracasos y lecciones aprendidas, consiguió el dinero para comprar un deshidratador un poco más grande. “Abrí, aquí en el pueblo, una tienda de productos naturales con un obrador detrás”, relata. Eso duró un año y medio.
Luego intentó montar su propia fábrica, pero le pusieron tantas trabas —“es muy difícil que un banco se fíe de ti, ellos solo ven los números”, lamenta— que decidió asociarse con otra empresa ya establecida para el desarrollo de patatas de kale. El kale es una verdura de hoja verde con mucho valor nutricional: es baja en contenido calórico, pero tiene mucha vitamina A, C y K, y minerales como calcio y hierro. “Yo conocía el proceso para deshidratarla, así que en 2016 nos vinimos aquí y empezamos a comercializar bajo el sello NatureSnack”. Dos años después compró la marca y se quedó a cargo de toda la empresa.
Tierra de frutos
Pedrajas de San Esteban es tierra histórica de piñones. El bosque antes de entrar al pueblo desde Valladolid está dominado por los pinos piñoneros, y a ambos lados de la carretera abundan empresas con letreros descorchados en los que se lee Piñones Rupérez, Piñones Lozanos o Picasa (Piñones de Castilla S.A.). El interior del pueblo lo componen la Plaza Mayor y la Iglesia de San Esteban Protomártir, casi el único lugar que está abierto a las 11.30 de la mañana.
El recogimiento aparente del pueblo contrasta con la alegría de las cuatro trabajadoras de la nave de NatureSnack. “No tenía más opción que emprender aquí”, cuenta De Blas. “No vengo de familia con empresa ni nada, pero mi madre siempre me ha apoyado. Conoce el proceso casi mejor que yo. Y hasta mi abuela me ha venido a echar una mano si había que poner etiquetas”, cuenta.

La tradición piñonera de la zona también contribuyó a que se estableciera en su propio pueblo. Fue donde encontró la mano de obra que necesitaba para el proceso de producción específico de la fruta deshidratada. “La tradición del piñón, la costura y ese tipo de trabajos manuales son los que me han permitido contratar a las mujeres de la zona. Tienen muchas habilidades que yo quise aprovechar”, añade De Blas.
Después de nueve años, De Blas sigue saliendo de trabajar a las 11 de la noche, pero no hay quien la mueva de su pueble. En 2024 facturaron 220.000 euros, un 32% más que el año pasado, y por fin han conseguido sacar la cabeza del agua y dar beneficios. “Es duro, pero ha nacido de tus entrañas, de tu esfuerzo, y tirar a toalla es muy difícil. Es una relación un poco tóxica y los pequeños emprendedores no somos inversores que actuamos de manera fría y calculada. Esto no es algo que te da un sueldo a final de mes, es mucho más”, concluye.
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