Cooperación internacional: más recursos y menos retórica
Los continuos recortes exigen reflexionar sobre las estrategias que no han funcionado, pero también ahondar en los modelos exitosos de Latinoamérica

La cooperación internacional se enfrenta al mayor desafío global de las últimas décadas, no solo por los conflictos bélicos y el cambio climático, sino por un reto mayor: la crisis del multilateralismo, que se materializa en una reducción muy significativa de fondos destinados a los países receptores. Aunque en la cumbre de la ONU celebrada recientemente en Sevilla se aprobaron más de cien medidas concretas, muchas de ellas relativas a la financiación de los países con mayores necesidades, la ausencia de Estados Unidos y la baja representación de otros países fue decisiva para el balance final del evento.
Basta recordar que una de las primeras decisiones políticas de Donald Trump en su segundo mandato fue suprimir su agencia de cooperación (USAID), la cual aportaba más del 40% de la ayuda mundial. Como justificación, el secretario de Estado, Marco Rubio, declaraba el pasado 1 de julio que “USAID comercializó sus programas como una organización benéfica, en lugar de como instrumentos de la política exterior estadounidense destinados a promover nuestros intereses nacionales”, renunciando con ello a los objetivos solidarios que ha tenido históricamente la cooperación. Criticó, además, el volumen de inversión de las últimas décadas que, a su juicio, fueron fondos dedicados a acciones con pobres resultados. Lamentablemente, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), otros países tan relevantes en la aportación de fondos como Francia, Alemania y Reino Unido también están recortando sus contribuciones.
La aportación de la agencia norteamericana a América Latina y el Caribe suponía más del 20% de la financiación total que recibía la región, por lo que estos recortes agravan la caída de fondos experimentada en las últimas décadas
La aportación de la agencia norteamericana a América Latina y el Caribe suponía más del 20% de la financiación total que recibía la región, por lo que estos recortes agravan la caída de fondos experimentada en las últimas décadas. Si en los años ochenta recibía cerca del 20% de las ayudas mundiales, en la actualidad se sitúa en menos del 10% (diez mil millones de dólares al año).
El panorama que debe encarar la cooperación internacional en la región afronta cada vez mayores desafíos, y con los anuncios de recortes financieros por parte de los países que históricamente más han aportado, exige una reflexión sobre aquellas estrategias que no han funcionado, pero también ahondar en los modelos exitosos que se han llevado a cabo en Latinoamérica como, por ejemplo, la cooperación Sur-Sur.
Probablemente, el mayor problema en el uso eficiente de los recursos ha sido una clara falta de foco en las prioridades, ya sea por malas decisiones externas no alineadas con las definiciones y necesidades locales, o por decisiones políticas que han antepuesto soluciones a corto plazo a estrategias realmente estructurales.
Un ejemplo paradigmático de ello se ha vivido en el sector de la educación en Latinoamérica: en las últimas dos décadas se han invertido miles de millones de dólares en dispositivos tecnológicos y en programas poco consistentes en los que la falta de conectividad o la formación del profesorado les han abocado al fracaso.
Otro punto importante para reflexionar es el papel creciente de las entidades filantrópicas. En la última década, según datos del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe-CAF, se habrán dedicado 70.000 millones de dólares en la región. Volviendo al ejemplo de la educación, los fondos destinados se situarían en una horquilla de 3.000 a 5.000 millones de dólares. Sin embargo, muchos de los proyectos educativos puestos en marcha no han sido diseñados e implementados según las necesidades locales, e incluso, en algunos casos respondían a los intereses de las propias fundaciones que tienen el apoyo de las principales empresas tecnológicas globales.
Entre las estrategias y acciones que funcionan resalta el aumento en las últimas décadas de la Cooperación Sur-Sur, que permite la cooperación técnica entre los países de la región
Por ello, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) en su informe Educación en Iberoamérica: Informe Miradas 2020 y 2022 ensalzaba la filantropía y las alianzas público-privadas, pero resaltando que “sus intervenciones deben alinearse con las políticas nacionales y responder a contextos locales para ser sostenibles y equitativas”, a lo que añadiríamos que su procedencia siempre debe responder con pulcritud a cumplimientos fiscales en los países de origen y en los de destino: cero evasión y cero elusión.
Entre las estrategias y acciones que funcionan resalta el aumento en las últimas décadas de la Cooperación Sur-Sur, que permite la cooperación técnica entre los países de la región. Parece claro que la reducción de fondos provenientes de los países del norte seguirá potenciando este tipo de cooperación, que mueve en torno a los 400 millones de dólares anuales, y que permite no solo mayor independencia económica y estratégica, sino que también facilita el aprovechamiento de experiencias en entornos similares que ya han podido acreditar resultados exitosos. En este sentido, la banca multilateral como la CAF o el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) tienen un rol destacado, como podemos acreditar desde la OEI, no solo como proveedores de recursos financieros, sino como articuladores entre gobiernos, promoviendo la transparencia y la rendición de cuentas.
Ante los retos crecientes que vive la región latinoamericana, la solución no debería ser en ningún caso la reducción de fondos para la cooperación y el desarrollo. Sin embargo, el aislamiento nacionalista que estamos viviendo y que se manifiesta en el recorte de fondos, obliga a reevaluar todas las estrategias de actuación. El establecimiento de objetivos claros alineados con las necesidades de la región, así como la eficiencia en el uso de los recursos, la coordinación de todos los actores involucrados y una mayor integración regional serán claves ante el nuevo orden mundial que estamos viviendo.
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