Sudán, arrasado y olvidado
La mayor catástrofe humanitaria de nuestra época se desarrolla fuera del interés de la comunidad internacional


Pocas veces una crisis humanitaria de la magnitud y la complejidad de la que asola Sudán está tan fuera del foco de interés de la comunidad internacional. Desde que estalló la actual guerra civil, en abril de 2023, los combates, el hambre y la violencia han desplazado a más de 12 millones de personas de sus hogares y otros tres millones han huido a países vecinos. Según Unicef, más de 15 millones de niños necesitan ayuda y hasta 24 millones de sudaneses sufren inseguridad alimentaria, no saben si mañana podrán comer. Es la peor crisis humanitaria del planeta y nada en el horizonte permite confiar en el fin de esta tragedia.
La guerra civil que enfrenta al ejército regular sudanés y a las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido se encuentra actualmente estancada, con un frente que se extiende del centro al sur de Sudán. Regiones enteras —particularmente Darfur y Jartum— se han convertido en escenarios de violencia sistemática, con denuncias de limpieza étnica, matanzas de civiles, violaciones masivas y bloqueos al acceso humanitario. Cerca de la mitad de la población sufre hambre aguda y la Cruz Roja ha alertado de que la hambruna afecta a unos dos millones de sudaneses. El hambre se ha convertido en un arma de guerra, también en Sudán.
En ese estado, los servicios básicos y las principales infraestructuras han colapsado: más del 70% de los centros de salud están inutilizados y cerca de 19 millones de niños no tienen posibilidad de ir a la escuela, con consecuencias irreversibles para varias generaciones de sudaneses. La tasa de inmunización infantil ha retrocedido 40 años y Sudán cuenta hoy con la cobertura de vacunación básica más baja del mundo. Quienes han podido volver a sus hogares tras la toma de la capital por parte del Ejército el pasado marzo, se encuentran urbes arrasadas, inseguridad cotidiana y economías colapsadas. En medio de la tragedia, el cuestionado primer ministro Kamil Idris ha lanzado un diálogo nacional abierto a todas las organizaciones políticas sudanesas para facilitar la reconstrucción nacional y el retorno de los desplazados, sin injerencias externas.
La comunidad internacional ha exigido la apertura de corredores humanitarios seguros y la urgencia de respetar el derecho internacional humanitario. Pero es necesaria una implicación más activa en el proceso. Además de la tragedia humana insoportable, la estabilidad de Sudán repercute directamente en la región y sobre todo en el flujo de desplazados y refugiados, más allá de sus fronteras.
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