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Sudán
Tribuna
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Un mensaje a la comunidad global: Sudán no puede ser olvidado

Unicef advierte de que 15 millones de niños y niñas sudaneses necesitan asistencia humanitaria. El conflicto puede ser complejo, pero las necesidades son sencillas. Los niños necesitan alimentos, agua, medicinas y seguridad

Sudán

Hoy, en el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, me encuentro reflexionando en el epicentro de una de las crisis humanitarias más complejas del mundo. Desde que el conflicto estalló hace más de dos años, en abril de 2023, Sudán se ha sumido en la catástrofe, dejando a más de 15 millones de niños y niñas con necesidad de asistencia humanitaria.

El hambre, la enfermedad y la violencia se han convertido en amenazas diarias. Las familias han sido desarraigadas muchas veces; millones de personas han huido o se encuentran desplazadas internamente. Un gran número de escuelas ha cerrado. Hay hospitales y centros de salud que han sido destruidos. Y, sin embargo, en medio de la destrucción, los trabajadores humanitarios siguen acudiendo a dar asistencia.

He trabajado en emergencias antes, pero Sudán es diferente. La tremenda complejidad de la crisis, la magnitud del desplazamiento humano y el colapso de los servicios básicos han creado una tormenta perfecta de sufrimiento para los niños y niñas.

He conocido y hablado con niños a quienes un bombardeo interrumpió de manera brutal su partido de fútbol, y cómo, en un instante, perdieron a hermanos y amigos. He visto sus hematomas, vendajes y muletas, y cómo el traumático incidente dejó heridas invisibles más profundas que probablemente los atormentarán toda la vida.

Me acuerdo de estar una vez en una clínica llena de gente, donde las madres esperaban pacientemente con sus hijos para recibir consultas, medicinas y atención. El aire estaba cargado de preocupación, pero también de determinación.

¿Cómo se transmite la urgencia de una crisis que ya no ocupa los titulares? ¿Cómo se consigue que la gente se preocupe por unos niños que nunca conocerá?
Eva Hinds, jefa de incidencia y comunicación de Unicef en Sudán

Hace poco visité Jebel Awlia, una zona al borde de la hambruna. Un lugar donde el acceso a agua potable segura y a retretes es muy limitado. Estuve en un centro de nutrición donde nuestros equipos de Unicef estaban tratando a niños y niñas con desnutrición aguda grave, la forma más letal de desnutrición. Uno de los niños, de no más de cinco años, yacía tranquilamente en una pequeña cama, con su diminuto cuerpo debilitado por el hambre. Su madre permanecía solemnemente a su lado. Ella ya había perdido a dos hijos por enfermedades prevenibles. Su fuerza era sobrecogedora.

Estas no son historias aisladas. Son la realidad diaria de millones de personas. Y detrás de cada estadística hay un niño o niña con un nombre, una familia y un futuro que pende de un hilo.

En mi trabajo en Sudán durante el conflicto, también he sido testigo de cómo mis colegas sudaneses —muchos de los cuales han perdido sus hogares o han sido desplazados— continúan trabajando con una dedicación inquebrantable. Estos trabajadores humanitarios, valientes y entregados, navegan entre dificultades, entregando ayuda vital en condiciones que harían que la mayoría de la gente se diera la vuelta o se rindiera. Su coraje solo es comparable a su empatía.

Como trabajadores humanitarios internacionales, podemos aportar conocimientos técnicos, experiencia global y recursos materiales. Pero nuestros colegas locales son el corazón de nuestra respuesta. Ellos conocen el terreno, la cultura y el idioma. Son ellos quienes nos recuerdan a diario por qué este trabajo es importante.

Juntos, como parte del equipo de Unicef, seguimos prestando servicios y suministros vitales a millones de personas en todo Sudán. Sin embargo, las necesidades están creciendo más rápido que nuestra capacidad. Necesitamos recursos y un acceso sostenido a los niños y las niñas vulnerables en las zonas a las que ahora podemos acceder para poder ampliar rápidamente nuestro trabajo. Y necesitamos un acceso urgente a los niños que se encuentran en las zonas del frente y que actualmente están aislados de cualquier ayuda o apoyo. Para ellos, cada día cuenta.

Como jefa de comunicación e incidencia, mi trabajo es asegurarme de que el mundo vea lo que está sucediendo aquí en Sudán. Pero, ¿cómo se transmite la urgencia de una crisis que ya no ocupa los titulares? ¿Cómo se consigue que la gente se preocupe por unos niños que nunca conocerá? He aprendido que la respuesta no está solo en mostrar el sufrimiento, sino también la fuerza. No solo la desesperación, sino también el coraje.

El trabajo humanitario consiste en elegir la compasión sobre la indiferencia, la acción sobre la apatía. Consiste en creer que, incluso en la hora más oscura, un futuro mejor es posible
Eva Hinds, jefa de incidencia y comunicación de Unicef en Sudán

En este Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, quiero rendir homenaje a los héroes anónimos: las madres que se niegan a rendirse, los niños que todavía encuentran formas de reír y momentos de alegría con sus amigos u otros niños, y los trabajadores humanitarios que continúan sirviendo a pesar de los riesgos. Quiero rendir homenaje a mis colegas sudaneses que trabajan largas horas en condiciones imposibles, y a mis colegas internacionales que están a su lado.

Y quiero enviar un mensaje a la comunidad global: Sudán no puede ser olvidado. El conflicto puede ser complejo, pero las necesidades son sencillas. Los niños necesitan alimentos, agua, medicinas y seguridad. Necesitan educación, protección y esperanza.

El trabajo humanitario consiste en elegir la compasión sobre la indiferencia, la acción sobre la apatía. Consiste en creer que, incluso en la hora más oscura, un futuro mejor es posible.

Mientras escribo esto, oigo a los niños jugar afuera. Su risa es desafiante, su alegría inquebrantable. Y me recuerda por qué hacemos este trabajo. No es porque sea fácil, sino porque es necesario.

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