Matronas comunitarias en Darfur Sur para atender a supervivientes de violencia sexual
Médicos Sin Fronteras ha desplegado un programa local para frenar la mortalidad materna y tratar a víctimas de agresiones en una de las zonas violentas de Sudán


Cuando en enero de 2024 los equipos de la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras (MSF) pudieron regresar al Estado de Darfur Sur, situado en el oeste de Sudán, meses después de haber evacuado a su personal de la región a raíz de la violencia que asoló la zona tras el estallido de la guerra civil, se encontraron un escenario funesto.
“La situación, tanto humanitaria como médica, era pésima”, recuerda Ali Almohammed, un coordinador médico de emergencias de MSF. “El centro [de la capital estatal, Nyala] estaba casi destruido, muchas instalaciones sanitarias no funcionaban, y el Hospital Universitario, el principal centro médico de referencia en Darfur Sur, era una especie de campo de batalla”, añade, en una entrevista telefónica con este periódico.
La guerra civil de Sudán comenzó a mediados de abril de 2023 en la capital del país, Jartum, pero se extendió rápidamente a la región de Darfur, un bastión de las Fuerzas de Apoyo Rápido, el grupo paramilitar que se alzó contra el ejército regular. En cuestión de meses, estas tomaron el control de casi todo Darfur, y ciudades como Nyala quedaron devastadas.
Entre marzo y noviembre de 2024, 51 mujeres y adolescentes fallecieron en el departamento de maternidad del Hospital de Nyala
Hoy, Darfur Sur, el Estado de Sudán con más desplazados, sigue mayoritariamente bajo su dominio. El terror y el desorden se han convertido en norma y Nyala en lo más parecido a su capital. Los servicios básicos han colapsado y los que se mantienen son inaccesibles para la mayoría.
Los equipos de MSF empezaron a colaborar con el ministerio de Salud, líderes comunitarios y grupos de mujeres locales para radiografiar la situación. Y una de las primeras crisis que detectaron fue una alta mortalidad materna por causas como el mal estado de los hospitales, la falta de recursos y las dificultades de acceso.
Por ejemplo, entre marzo y noviembre de 2024, 51 mujeres y adolescentes fallecieron en el departamento de maternidad del Hospital de Nyala, una cifra equivalente al 44% de todas las muertes ocurridas en departamentos de maternidad apoyados por MSF en todo el mundo a lo largo del año anterior. Además, entre enero y abril de 2024, la Asociación Sudanesa de Planificación Familiar (SFPA) y el ministerio de Salud documentaron 74 muertes maternas en campos de desplazados del Estado.
Otra lacra que también percibieron rápidamente los equipos de MSF, explica Almohammed, fue un incremento alarmante de los niveles de violencia sexual contra las mujeres, tanto en el marco del conflicto armado como en el seno de la propia comunidad, por ejemplo cuando estas iban a recoger leña o agua, caminaban por la calle o se dirigían a un hospital.
Testimonios recogidos por la organización en un informe publicado en junio así lo reflejaban. “Cada día, cuando la gente va al mercado, hay cuatro o cinco casos de violaciones. Cuando vamos a la granja, ocurre lo mismo. Los hombres se cubren la cabeza y violan a las mujeres”, reconocía una mujer desplazada de 40 años al sur de las montañas Marra, en Darfur Sur.
“Por desgracia, el día de la caída de Nyala, estaba con nosotros la hija de mi hermana. Tenía 13 años. Vivía con nosotros y la violaron. Nos desplazaron y vivíamos en una escuela. Se la llevaron cerca de donde está el agua y allí la violaron. Tuvimos que ir a buscarla y traerla de vuelta, y murió unos días después”, relató otra mujer, de 25 años, procedente de Nyala.
Modelo comunitario
Antes de pasar a la acción, el equipo de MSF preguntó a grupos de mujeres de la zona sobre sus preferencias en caso de necesitar atención por haber sido víctimas de violencia sexual, realizar alguna consulta de planificación familiar o durante su embarazo. La mayoría de ellas, explica Almohammed, coincidió: lo más adecuado era prestar servicio a nivel local.
MSF diseñó entonces un modelo comunitario junto a matronas y personal sanitario local. Este modelo integra la atención sexual y reproductiva con la enfocada a supervivientes de violencia sexual y de género, para garantizar centros de proximidad a los que las mujeres puedan acudir y desde donde, si es necesario, se las derive a otras clínicas y hospitales.
Uno de los objetivos de este modelo es hacer más accesibles los servicios de salud materna y derribar las barreras que afrontan las supervivientes de violencia sexual al buscar atención médica, incluido el estigma social. Actualmente, la iniciativa está operativa en Nyala, cuatro campos de desplazados cercanos, la ciudad de Kass, y en las montañas Marra, situadas en la confluencia entre los estados de Darfur Norte, Sur y Oeste y bajo control de un grupo rebelde.
De los 659 casos registrados por MSF entre enero de 2024 y marzo de 2025, el 86% declararon haber sido violadas
Allí, las trabajadoras cuentan con un pequeño espacio donde las mujeres de la comunidad las pueden encontrar y también atienden partos y realizan visitas. Además, están disponibles las 24 horas del día. “Lo que intentamos es organizar mejor su trabajo y garantizarles ayuda económica para asegurarnos de que [ofrecen atención] gratuitamente”, señala Almohammed.
Las mujeres elegidas son personas de confianza dentro de su comunidad. La mayoría de ellas ya tenían experiencia en el sector, pero con un trabajo en general precario y sin tener necesariamente las herramientas para lidiar con casos de violencia sexual y de género y brindar una atención completa de salud sexual y reproductiva.
“Nosotros les damos el material médico que necesitan y medicamentos [incluidos anticonceptivos de emergencia]”, apunta Almohammed, que nota que también les proporcionan formación y cierta supervisión.
Siham Gaber, directora de intervenciones de la Asociación Sudanesa de Planificación Familiar (SFPA), organización que trabaja en temas de salud sexual y reproductiva y de violencia sexual y de género en Darfur Sur desde hace 50 años, y con la que MSF ha colaborado para desplegar este programa comunitario, coincide en reivindicar este modelo como complemento a una atención hospitalaria centralizada.
“Se trata de una iniciativa liderada por la comunidad”, destaca, y “las clínicas se han diseñado específicamente como centros para mujeres”. Además, “se ha asignado un coordinador en el Hospital Universitario de Nyala para recibir derivaciones, proporcionar un apoyo completo e incluso cubrir los costes de transporte de pacientes que requieren atención hospitalaria”.
Almohammed señala que MSF contaba con experiencia en proyectos parecidos impulsados en países como Etiopía y Sudán del Sur. “Sabemos que si abrimos una clínica en un hospital y decimos que es para casos de violencia sexual y de género, las mujeres no van a ir porque implica un agravio adicional si no hay confidencialidad, privacidad y protección”, apunta.
Los resultados de la iniciativa han sido rápidos: mientras que el pasado octubre llegaron a los servicios de MSF 31 supervivientes de violencia sexual y de género, al mes siguiente ya lo hicieron 120.
Mayor atención y caída de la mortalidad
La violencia sexual en Sudán está muy extendida y desde el comienzo del conflicto civil los bandos beligerantes, sobre todo los paramilitares, la han empleado como una arma de guerra más. Sin embargo, los casos documentados tienden a ser pocos en comparación con el alcance de la crisis, especialmente por las barreras familiares y sociales y la falta de espacios seguros.
De los 659 casos de violencia sexual registrados por MSF entre enero de 2024 y marzo de 2025 en todo el Estado de Darfur Sur, el 86% de las mujeres declararon haber sido violadas. En total, un tercio eran menores de edad, incluidas un 7% de menos de 10 años y un 2,6% de menos de 5. En cuanto al autor, la mitad dijo haber sido agredida por un hombre armado, pero un tercio fue atacada por civiles, incluidas sus parejas y miembros de la familia o del hogar.
Respecto a la localización, el 34% fueron víctimas de una agresión sexual mientras trabajaban en el campo o camino al trabajo, y un cuarto del total en su propia casa, en la de los agresores o en la de amigos y familiares. El resto fueron atacadas mientras buscaban comida, leña o agua; mientras viajaban por el Estado; durante una detención; o al huir de la violencia.
En paralelo, MSF destaca que la mortalidad materna está disminuyendo allí donde ha aumentado su actividad, incluido en el Hospital Universitario de Nyala, en el que han realizado trabajos de rehabilitación y de prevención y control de infecciones. Aun así, la organización señala que continúa siendo muy elevada, sobre todo en zonas sin cobertura.
“Antes, había una grave escasez de servicios sanitarios, en especial de servicios de salud reproductiva, y no había acceso a métodos de planificación familiar”, subraya Gaber. “Las clínicas que se han establecido llenan este vacío y ofrecen un paquete completo de servicios de salud sexual y reproductiva”.
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