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Sudán
Tribuna
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La lucha silenciosa en los verdes valles de Darfur

Tras dos años de la guerra civil en Sudán, las necesidades de la población aumentan cada día, mientras que los recursos para cubrirlas disminuyen

Darfur

“Ya casi hemos llegado”, me dijo El Tayeb, desde el asiento del conductor. Nos dirigíamos a Rokero, la capital de la localidad sudanesa de Jebel Marra, en Darfur Central, para apoyar a nuestros colegas sudaneses, que habían mantenido en marcha el trabajo de Médicos Sin Fronteras (MSF) en la región desde el estallido de la guerra, en abril de 2023.

Rocosa, arenosa y accidentada, cada kilómetro de la carretera que discurría bajo nuestros pies evidenciaba el aislamiento al que se enfrenta la población local. Para las ambulancias, los camiones de suministros o cualquier persona que necesitara atención médica urgente, aquello era más una carrera de obstáculos que una carretera.

Equipo de MSF de camino a la aldea de Dilli para entregar material sanitario, en las montañas de Jebel Marra, región de Darfur, Sudán, el 12 de abril de 2025.

Esos pueblos inquietantemente silenciosos, abandonados por sus habitantes para tratar de poner a salvo sus vidas y escapar de la violencia, eran un recordatorio constante de las huellas que está dejando este terrible conflicto en toda la región. Alrededor de nosotros, el vasto paisaje verde parecía extenderse hasta el infinito. Le comenté a El Tayeb que era impresionante ver un terreno tan fértil en mitad de tanta desolación.

“Precisamente, en el idioma local, “rokero” significa valle verde", me dijo. “Así que, ¡bienvenidos al paraíso de Rokero!“.

Nuestros colegas sudaneses nos dieron una cálida bienvenida. Me conmovió su entereza al explicarnos la situación: un sistema sanitario al borde del colapso, inseguridad alimentaria y oleadas de personas desplazadas huyendo de la violencia en El Fasher, la capital de Darfur Norte.

No tardé mucho en constatar de primera mano el coste de esta crisis. Una madre llegó al hospital con su hija de un año, cuyo pequeño cuerpo ardía por la fiebre. Tenía la cara cubierta de sarpullido y respiraba con dificultad. Los síntomas apuntaban al sarampión. La madre, que tenía el rostro demacrado, explicó al equipo que su hija no había sido vacunada porque no había vacunas disponibles en ningún lugar.

Este es uno de los impactos ocultos de esta guerra. El Programa Básico de Inmunización en el norte de Jebel Marra se interrumpió en octubre de 2024

Este es uno de los impactos ocultos de esta guerra. El Programa Básico de Inmunización en el norte de Jebel Marra se interrumpió en octubre de 2024 cuando se agotaron las reservas de vacunas. Las existencias no se repusieron hasta meses después y miles de niños han quedado desprotegidos como consecuencia de ello.

El caso de esa niña era complicado: el sarampión y la desnutrición son una combinación peligrosa. Al ver a la madre con su hija enferma en brazos, sentí un profundo sentimiento de injusticia. Los niños no eligen la guerra, pero son ellos quienes sufren sus heridas más profundas.

Precisamente para proteger a niños y niñas como aquella bebé, a finales de noviembre de 2024 pusimos en marcha una campaña de vacunación contra el sarampión en siete aldeas de la región de Jebel Marra Norte, incluida Rokero. Durante seis días, nuestros equipos vacunaron a más de 9.600 niños. Y durante todo ese tiempo, mientras los equipos ponían las vacunas, no pude dejar de pensar en aquella niña tan frágil que había quedado ingresada en nuestra sala de aislamiento.

Sin embargo, poder sentir el alivio en los rostros de las madres durante la campaña fue una especie de victoria silenciosa. Hay algunas batallas que todavía se pueden ganar.

Menos financiación y más necesidades médicas

En Rokero, la necesidad de ayuda humanitaria se hace evidente en muchos aspectos: la inseguridad alimentaria, la escasez de agua, la falta de refugio y de artículos de primera necesidad son problemas cotidianos para los miles de familias desplazadas que se han asentado en la zona.

MSF es una de las cuatro únicas organizaciones humanitarias internacionales que siguen operando en el norte de Jebel Marra. Todas ellas cuentan con recursos muy limitados y tratan de cubrir necesidades que superan con creces su capacidad. MSF es una organización eminentemente médica, pero aquí nos enfrentamos a una presión cada vez mayor para responder a necesidades humanitarias que en otras circunstancias escaparían de nuestro ámbito de actuación.

Sin ayuda urgente, sin la reactivación de las fuentes de financiación suspendidas y sin la intervención de nuevas organizaciones humanitarias, el futuro aquí puede llegar a ser catastrófico

La situación se volvió aún más precaria cuando, a principios de 2025, Estados Unidos decidió recortar drásticamente su financiación humanitaria a nivel mundial. Eso, sumado a que otros países también han reducido significativamente sus contribuciones a la ayuda internacional, ha tenido efectos devastadores.

Aunque MSF no depende de la financiación del Gobierno estadounidense, la mayoría de las pocas organizaciones que trabajan en la región de Jebel Marra sí lo hacen. Por eso, la congelación de fondos y el cierre de programas ha supuesto un golpe devastador que pone en peligro cientos de miles de vidas y que ha dejado a comunidades enteras sin acceso a una ayuda vital en un momento especialmente difícil para ellas.

La lucha de una comunidad: la historia de Burgo

Una conversación con un líder comunitario de la zona de Burgo me bastó para comprender la magnitud de las necesidades humanitarias en el norte de Jebel Marra. El líder comunitario acudió un día a la oficina de MSF con un mensaje urgente. Nos explicó que Burgo, donde viven unas 800 familias, se había visto desbordada y que ya acogía a casi 2.000 familias, incluidas 200 que habían huido desde El Fasher en las últimas semanas.

Le preocupaba el acceso al agua, porque los tres pozos alimentados con energía solar de Burgo ya no daban abasto. Las mujeres y los niños hacían largas colas durante horas bajo el sol para conseguir un bidón. El suministro de agua no es una necesidad que MSF pueda cubrir por sí sola. Y la realidad es cruda: sin una acción colectiva, sin la intervención de más organizaciones humanitarias, las grietas en lugares como Burgo no harán más que agrandarse.

El camino de vuelta

El 9 de marzo, mi misión en Rokero llegó a su fin. Mientras regresábamos por esa misma carretera irregular e implacable, mis pensamientos se centraban en aquellos que dejaba atrás en el verde valle de Darfur, en su gente luchadora y en su silenciosa resistencia.

En Rokero hay fuerza, pero también vulnerabilidad. Las necesidades crecen cada día, mientras que los recursos para satisfacerlas siguen disminuyendo. Nosotros mantenemos nuestro nivel de compromiso, pero no podemos soportar el peso de esta crisis solos. Sin ayuda urgente, sin la reactivación de las fuentes de financiación suspendidas y sin la intervención de nuevas organizaciones humanitarias, el futuro aquí puede llegar a ser catastrófico.

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