Sin agua caliente a los 92 años
Los lectores escriben sobre el trato a los mayores en el mercado de alquiler, la infancia robada en Gaza, la semana del Orgullo en Madrid y el calentamiento global

Mi madre tiene 92 años y lleva más de 60 viviendo en el mismo piso de alquiler en Madrid. El pasado 17 de junio la caldera dejó de funcionar. Desde entonces no tiene agua caliente. Ni calefacción. Ni respuesta por parte de la empresa propietaria del edificio. Un informe técnico confirma que la caldera, con más de 20 años, ha sufrido un fallo irreversible. Su sustitución es necesaria, y la Ley de Arrendamientos Urbanos obliga al arrendador a mantener la vivienda en condiciones de habitabilidad. Sin embargo, no han hecho nada. Mi madre paga puntualmente su alquiler —unos 1.000 euros al mes—, cuida el piso, ha vivido allí toda una vida. Y ahora recibe frío e indiferencia. Toda la manzana se anuncia hoy como residencial de lujo. Ella, inquilina histórica, estorba. Si instalara la caldera por su cuenta, podrían acusarla de realizar obras no autorizadas y desahuciarla. Es decir, si actúa, peligra su hogar; si no, vive sin agua caliente. No es un caso aislado. Es el reflejo de cómo tratamos a los mayores en el mercado del alquiler.
Rosa Martí Sánchez. Barcelona
Infancias robadas
Si es cierto que “la verdadera patria del hombre es la infancia”, como escribió Rainer María Rilke, podemos afirmar que los niños palestinos son doblemente apátridas: no solo, como a sus mayores, se les niega una patria; sino que a aquellos que no matan las bombas o el hambre les están robando su infancia. Y resulta tremendamente triste, además, que los malditos genocidas que los están masacrando hayan olvidado tan pronto que muchos de sus padres y madres, aunque lograran salvar sus vidas, no pudieron evitar que les robaran igualmente la infancia; perdiendo así una patria que bajo ningún Estado podrán jamás recuperar.
Miguel Buendía Muñoz. Guardamar (Alicante)
Verdadero Orgullo
Pasear por Madrid estos últimos días era como pasear por una pasarela rodeada de infinitos arcoíris. Todos los locales vestían, llenos de orgullo, la bandera multicolor. Daba igual que fuesen supermercados, tiendas de zapatillas, mercerías, o restaurantes. El caso es lucir la bandera a toda costa. Ahora creo que toca analizar si esa exposición multicolor responde a un apoyo desinteresado al colectivo LGTBIQ+ o atiende a razones comerciales y de marketing. De ser así, poco se avanza, la verdad. Esto no va de lucir la bandera unos días para estar “en la onda” y a la siguiente semana mirar mal a quien se besa con otra persona de su mismo sexo. Respetad. Pero respetad todos los días del año, no para vender más.
David López Mira. El Escorial (Madrid)
Nos estamos ahogando
Esperé todo el invierno a que llegara el verano. La primavera no la tuve en cuenta, y ella tampoco a nosotros. Pasó de largo este año. Ahora, por fin, ha llegado el verano y el sentimiento común es de asfixia. Un calor desolador, insoportable. Un cansancio colectivo nos consume. Estamos derrotados. Expuestos. ¿A qué se aferra uno? ¿A esperar con ansias que llegue el invierno? Me parece que la invitación es a dejarse romper. Partirse en mil pedazos. Soltar las armas y sentir lo que sea que haya por delante, y que los escasos días frente al mar compensen toda la pena.
Isabella Sanabria. Madrid
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